¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

domingo, 20 de diciembre de 2009

Capítulo 4 (Elisabeth)

Después de gritar me quedé mirándolo con la boca abierta. Estaba acostado en mi pequeño sillón, despreocupadamente mientras se limaba las uñas con un lima uñas. Al ver que grité sonrió, y volvió a lo suyo. Al ver que no le quitaba los ojos de encima, frunció el ceño y me miró fijamente.
-¿Puedes verme? -preguntó.
-¡¿Elisabeth?! -gritaron los tres desde abajo.
Escuché como subían rápidamente las escaleras. Mi madre fue la primera en hablar.
-¡¿Qué pasa, hija?!
Yo les señalé al chico, pero ellos no miraban nada.
-¿Qué le ocurre a tu sofá? ¿No te gusta el color o algo? -preguntó mi padre.
Abrí la boca para decir algo, pero me lo pensé mejor. El chico sonreía burlonamente, aunque se le notaba que también estaba sorprendido.
-Na... nada. Me pareció ver un gato o algo, pero no. Lo siento. -mentí.
-Oh -empezó Tommy- quizás viste a Yin Yang, nuestro gatito. No te asustes, no hace nada, además que te gustaba mucho.
-Oh, muy bien. Perdonadme otra vez, fue una estupidez por mi parte. Emmm... bueno, me... me iré a dormir. Esto... bu... buenas noches -ellos asintieron y se fueron.
Cerré la puerta y me volví lentamente hacia el muchacho, que seguía en el mismo lugar, pero esta vez mirando si sus uñas tenían alguna imperfección.
-¡¿Quién eres tú?! ¡¿Y qué haces aquí?! ¡¿Y por qué ellos no pudieron verte?! ¡No será una broma, ¿verdad?! -alzó una mano para que me callara.
-Eh, eh, las preguntas de una en una, además que yo también tengo preguntas para ti. -el lima uñas desapareció de repente, se levantó sin cortarse, puso los brazos detrás de la espalda y anduvo a mi alrededor, evaluándome- Mmm... me parece muy raro. Y la verdad... es que me recuerdas a alguien... pero no, no puedes ser tú. Sólo eres una humana normal y corriente. Es muy raro. Bueno. -se paró delante mía, y ahora lo evalué yo.
Tenía una tez ligeramente tostada, los ojos eran enormes y de un azul aguamarina, e iba vestido con una blusa blanca por fuera de un pantalón negro. Pero lo que más me desconcertó fue su pelo: era plateado con destellos dorados. Un pelo precioso, sin duda, algo que nunca vi, o no me acuerdo. Y en la muñeca tenía un tatuaje extraño. Me miró con los ojos entrecerrados.
-Yo... ¿te llamas...? ¿Cómo era?
-Elisa.
-Oh, es verdad, Elisabeth.
-Elisa, por favor.
-Yo te llamo como a mí me salga. Bien, todavía no sé cómo puedes verme... pero yo soy tu ángel de la guarda.
-¿Mi... qué?
-Tu ángel. Sí, vale, ya sé que te esperabas un tío de unos treinta años, rubio y con unas alas de pájaro saliéndole de los omóplatos, pero creo que yo estoy mejor, así que siéntete agradecida. Bien, pues... seré tu ángel durante dos meses. Se supone que no tendrías que poder verme, pero da igual. Hala, venga, vete a dormir y no me molestes más.
"Has escogido la carta del ángel. Una muy buena carta que normalmente nadie escoge. En la bola vi que un ser mítico se cruzaba en tu camino, protegiéndote. Un ser que quizá ya sabías que existía." La adivina tenía razón. Este ángel vino para protegerme, ¿pero de qué?
-Ah, por cierto, me llamo Damen. Y no es que esté encantado de conocerte, aunque creo que tú a mí sí, ¿verdad? -me quedé con la boca abierta- Sí, sí, ya lo sé. Soy guapo, no hace falta que me lo digas, yo ya lo sé -se acercó al espejo- y parece que el espejo también piensa lo mismo.
-Vaya, tú no necesitas abuela, ¿eh?
-No, no la necesito. -se volvió hacia mí, volviéndose más serio- ¿Qué recuerdas?
-¿Yo?
-No, tu madre. Pues claro que tú, idiota. -fruncí los labios.
-Bueno, bueno. Pues... en realidad, nada. No recuerdo absolutamente nada.
-Así que nada, ¿eh? Bueno, si me han mandado cuidarte hasta los dos meses, significa que dentro de dos meses recordarás todo. Venga, vete a dormir.
Me encogí de hombros. Fui al baño a cambiarme, ya que no pensaba hacerlo en mi habitación delante de Damen, y me acosté en cama, pero no me dormí. Éste estaba en el sillón de antes, en la misma posición de despreocupado, pero me miraba fijamente. No pude evitar sonrojarme.
-¿Qué? -le pregunté.
-Nada, es sólo que... me recuerdas tanto a... -se le crispó la voz. Sacudió la cabeza, tragó saliva y miró hacia la luna por la ventana, que la tenía al lado- Nada. Venga, duérmete de una vez, pesada.
Puse los ojos en blanco. Me tapé bien y cerré los ojos. En la oscuridad podía escuchar su respiración, que estaba agitada. ¿De quién estaría hablando?

sábado, 19 de diciembre de 2009

Capítulo 3 (Elisabeth)

Todavía no sé cómo, pero las chicas desconocidas me llevaron al centro de la ciudad, a la plaza, dónde parece que había descampado, y empezaron a mirar ropa. Yo sólo esperaba a que terminaran, aunque a veces me preguntaban si recordaba algo del lugar, y no se separaban de mí. Hasta me estaba empezando a agobiar. Lo único que me apetecía en esos momentos era echar una siesta. Pero cómo no puede ser, me conformaré con respuestas.
Miré a Sally, que me tenía cogida entrelazada con su brazo, y luego a Thais, que me tenía cogida entrelazada por el otro, y suspiré.
-Emmm... chicas... me gustaría haceros unas preguntas para ver si recuerdo algo... -dije despacio.
Ellas me sonrieron y seguimos andando por la plaza, pero ponían toda su atención en mí.
-Adelante -empezó Thais.
-Bien... ¿mis padres...?
-Te contaremos todo -dijo Sally- Verás, a ver... a parte de tus padres tienes un hermano pequeño, Tommy, de ocho años, y te llevas muy bien con él. Ahora mismo está en casa de un amigo, pero seguramente tus padres irán a buscarle para que te vuelva a ver.
-¿Pero... por qué "mis padres" estaban tan furiosos con el doctor?
-Es que... -dijo Thais- desapareciste. Quiero decir, hace dos años desapareciste dos semanas sin dejar rastro. Como por arte de magia. Y de repente volviste a aparecer. Te preguntamos adónde habías ido, pero... nos contaste una historia que no nos creímos. Debías de tener un secreto, pero ahora ya no te acuerdas, así que... Bueno, y que ellos no te querían volver a perder. Es normal, supongo, son tus padres y te quieren mucho.
-Ya... supongo.
-¡Eh! -gritó Sally, y nos volvimos hacia ella. Señalaba una pequeña tienda que estaba entre dos edificios- ¿Por qué no vamos a ver a una adivina? ¡A lo mejor te ayuda y todo! ¡Y sabremos lo que nos deparará el futuro! -dijo emocionada.
Thais puso los ojos en blanco, se encogió de hombros y ambas me arrastraron hasta esa tienda. Al entrar, la señora de la turbina que estaba detrás de una gran mesa con una bola de cristal y unos naipes encima, alzó los ojos y nos sonrió.
-¡Hola! -dijo Sally.
-Bienvenidas. -nos señaló con la mano que nos sentáramos en las sillas que estaban delante nuestra- Por favor, sentaos.
Las tres nos sentamos con cuidado, y yo me puse a ver la pequeña tienda. Era toda violeta, menos las cortinas de encaje que eran más bien lilas, y la manta de la mesa igual. La bola brillaba con todos los colores del arco iris.
-...veo que a vuestra amiga le gusta la tienda. -parpadeé sorprendida. ¿Estaban hablando?
-Sí, bueno, qué me dice, ¿nos dirá el futuro? -dijo Thais.
-Por supuesto -la mujer no paraba de mirarme- empezaré por el tuyo -cerró los ojos y cogió la bola, a lo que ésta empezó a brillar con fuerza, y después abrió los ojos- Thais, ¿verdad? -ésta se sorprendió, pero asintió- Veo que... este año aprobarás todas, y puede, sólo puede, que encuentres a alguien especial... -volvió a cerrarlos, y la bola comenzó otra vez- Tú Sally, -ésta sonreía emocionada- ¡Vaya! Parece que tendrás a otro miembro en tu familia...
-¡¿Tendré un hermano o hermana?!
-Sí, pero no te diré qué será. Y por último... Elisabeth, ¿no es así?
-Elisa, si hace el favor. -le dije.
-Por supuesto. Elisa... -cerró otra vez los ojos, pero esta vez frunció el ceño. Los abrió y cogió la baraja de cartas, tendiéndome cuatro cartas- Coge una. La que quieras.
Me encogí de hombros y elegí la segunda. La vio, y se quedó pensativa, hasta me pareció que asomaba una sonrisa en su rostro...
-Has escogido la carta del ángel -me la enseñó, y en efecto, había un ángel en el centro- Una muy buena carta que normalmente nadie escoge. En la bola vi que un ser mítico se cruzaba en tu camino, protegiéndote. Un ser que quizá ya sabías que existía. -respiró hondo- Bien, pues ya está. Eso es todo. Hasta la próxima.
-¿No nos va a cobrar? -preguntó Thais extrañada de que eso no fuera un timo.
-Oh, no, querida. No hace falta. Invita la casa -y puso sus misteriosos ojos en mí.
Salimos del lugar, y al volver a casa no paraban de hablar sobre la bruja. En la puerta, como ya era casi de noche, se despidieron y se fueron. Yo entré, y vi a mi supuesto hermano pequeño en el salón mirándome con ojos intensos, igual que mis padres.
-¿E... Elisa? ¿Eres tú? -me preguntó con cuidado- ¿Me recuerdas?
-Bueno... eres Tommy, ¿verdad? -él sonrió.
-¡Sí, ese soy yo! ¿Entonces me recuerdas?
-No... no, lo siento. Pero me han hablado de ti. Emmm... me dijeron que... nos llevábamos muy bien. Y espero que siga siendo así. -parecía que quería llorar, pero en vez de eso cruzó el cuarto y se abalanzó sobre mí, dándome un cálido abrazo. Yo me arrodillé y le devolví el abrazo, mientras paseaba la mirada por el lugar y fijarme en que también había muchas fotos de él, incluso conmigo. Después de todo eso, subí las escaleras hasta mi habitación. Antes de entrar respiré hondo y la abrí, y al verlo solté un fuerte grito.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Capítulo 2 (Damen)

Me fui acercando a ella poco a poco, y cuando nuestros labios estaban casi juntos... escucho al pesado de Jack.
-¡Damen! ¡Ven, corre! -gritó.
Respiré hondo mientras cerraba los ojos, pero al volver a abrirlos miré a la chica que tenía delante y me encogí de hombros.
-Bueno, ya nos daremos el lote en otro momento.
-¡¡Damen!!
-Es muy impaciente. Hasta otra.
La chica ángel se me quedó mirando como con deseo, pero claro, ya conocemos a los amigos... sí, esos pesados que cada vez que estás haciendo algo lo mínimamente importante, te interrumpen con alguna estupidez suya para que te la cuenten. Le sonreí con picardía, a lo que ella se sonrojó, y yo me di media vuelta guardando las manos en los bolsillos y me fui hacia Jack, que se sentaba en un sillón del restaurante. Al verme, sonrió. Me senté en frente de él.
-A ver, niño pesado que estoy hasta el mismísimo culo de ti, ¿qué es eso tan importante como para interrumpir mis sesiones de dar mi amor y cariño a todas? -pregunté cruzando los brazos por el pecho, con el ceño fruncido.
Me enseñó su móvil.
-Oh, claro, ¿ahora quieres fardar? Pues mira que el mío es...
-No, es que me han llamado -dijo con infinita paciencia, aunque la mía ya estaba acabando.
-Ah, te han llamado. Bien, sí. Es muy, muy, muy interesante. Encantador. Increíble. Por una vez desde que has entrado en la pubertad te han llamado al móvil. Que suerte, ¿eh? Me alegro por ti...
-¡¿Quieres callarte?! -parpadeé- Calla y escúchame. Es Devon, que me ha llamado porque tiene un encargo para ti.
-¿Para mí? ¿Pero es que es tan estúpido que ni siquiera sabe llamarme a mí?
-No, te llamó, pero el señorito tenía el móvil apagado porque se estaba enrollando con una chica en el baño. ¿Vale?
Bufé.
-Bueno, bueno. Relax. A ver, ¿y a quién debo proteger hoy? -pregunté inclinándome encima de la mesa- ¿A un viejo? ¿O quizás a una chica de unos veinte años, guapa, y que necesite mi ayuda para lo que sea?
-Mmm... no, además, ella sería un poco mayor que tú ¿no? Bueno, que no.
-¿A... quizá un perro? ¿Un gato? ¿Algún animal...?
-No...
-¡¿A una señora cincuentona y que se mete un kilo de botox y maquillaje en la cara?! Porque por ahí no paso.
-No... nada de eso.
-¡¿Pues entonces qué es?! -pregunté medio cabreado.
-Una chica... -asentí- de unos dieciséis años... -volví a asentir- pero... tiene amnesia.
Me quedé callado, algo que no ocurría muy a diario.
-¡¿Una amnésica?! ¡¿Pero estamos todos locos?! ¡Cuidar a una niña que no conoce nada de su aburrida vida es muy difícil! ¡¿Cómo pretende Devon que me encargue de ella?!
-No lo sé. Normalmente estas cosas las hacen el equipo de ángeles especiales, pero te tocó a ti.
-No. De eso nada.
Me levanté del sillón y salí del recinto. Y una porra. ¿Yo con una amnésica? ¡Ja! Corrí hasta llegar a la oficina Celeste, dónde él era el jefe. Subí hasta el último piso y abrí la puerta de su despacho con fuerza. Devon estaba en su escritorio escribiendo, alzó la mirada y volvió a escribir, como si nada hubiera pasado. Me acerqué con los puños apretados.
-Devon, ¡¿qué es eso de que me vas a poner con una enferma de mente?! -grité. Suspiró.
-Sabía que vendrías Damen, pero... esto es por una buena explicación. Más o menos. Y no es una enferma de mente, sino una amnésica...
-¡Ja! ¡Pues dime una explicación que sea lo más verosímil posible!
-No puedo, esa es la cosa. Pero debes ir.
-Lo que me faltaba -me crucé de brazos- No quiero. No tengo ganas.
-Damen... por favor. Te lo pido por favor. Sólo serán durante... ¿dos meses?
-¡¿Dos meses?! ¡¿Pero estamos locos?!
-Por favor...
Me miró con sus cansados ojos. Bah, ¿para qué me quejo si total sé que no me hará caso? Respiré hondo y solté el aire con fuerza. Puse los ojos en blanco.
-¿Cuándo... voy? -dije sin ganas.
-Ahora.
-¡¿Ahora?! ¡No me...!
-¡Eh! Ese lenguaje, Damen, y sí, ahora. Venga, ya estás tardando.
Apreté la mandíbula con fuerza. Mascullé unas palabrotas por lo bajo y di media vuelta. Bajé hasta abajo en todo, en el piso subterráneo, dónde se encontraba el Portal. La guardiana que lo custodiaba, al verme, se sonrojó, en medio de una sonrisa.
-¡Damen! -dijo- Qué alegría verte por aquí. Oh, bueno, si vienes es porque...
-Tengo que hacer un encargo. Dos meses, nada más ni nada menos. -suspiré, y pude ver en sus ojos tristeza.
-Vaya, te echaré de menos.
Le sonreí seductoramente, a lo que pude oír su corazón latir con fuerza, y me acerqué al Portal, pero antes de entrar, le dije:
-Lo sé, princesa, lo sé -y le guiñé un ojo.
Al final entré. Genial, una enferma de mente. La que me va a caer encima...

jueves, 17 de diciembre de 2009

Capítulo 1 (Elisabeth)

-¿Está bien, doctor? ¿Seguro que se recuperará? -dijo la voz de una mujer.
-Estoy seguro. Más o menos.
-¡¿Más o menos?! -gritó la voz grave de un hombre- ¡Usted dijo que se despertaría en unas semanas, y ya lleva en coma cinco meses! ¡¿Es que me está vacilando?! ¡¿Cuándo se despertará mi hija?!
-A ver, por favor, tranquilícese... Posiblemente...
-¡No quiero saber un posiblemente! ¡Quiero saberlo con certeza!
Ya no quería escuchar más. Era demasiado ruido. Levanté los párpados de los ojos poco a poco, y me encontré en una habitación totalmente blanca, con otro paciente dormido en la camilla gemela de la mía, y un doctor con un hombre y una mujer discutiendo. Pero había más. Dos chicas me miraban preocupadas. Cuando los abrí totalmente, las dos sonrieron.
-¡Ha despertado! ¡Eli ha despertado! -dijo la pelirroja- Señor John, ¡Eli abrió los ojos!
Los tres adultos se callaron y giraron sus cabezas hacia mí. La mujer empezó a llorar y corrió hacia mí, acunando mi cabeza en sus brazos. ¿Quién era esa mujer? El hombre sonrió con ojos llorosos y también se acercó a mí.
-¡Elisabeth, has despertado! ¡¿Te encuentras bien?! -me preguntó.
-Mi niña, mi cielo... -dijo la mujer.
-Emmm... -empecé- Doctor, ¿quienes son todas estas personas? -pregunté extrañada.
Los cinco me miraron horrorizados.
-¿No... no te acuerdas de mí? -dijo la mujer- ¿Ni de tu padre? ¿Ni tus amigas?
-No. ¿Por qué llora?
La mujer se separó y se volvió hacia el doctor, alzando las manos al rostro para secarse las lágrimas, pidiendo una explicación. Las dos chicas se acercaron a mí, a ambos lados de la cama.
-¿No me recuerdas? -dijo la de pelo marrón claro.
-No. No tengo ni idea de quiénes sois.
Me incorporé, pero los brazos me dolían. Me miré el izquierdo y me horroricé: estaban llenos de agujas. Solté un gritó.
-¡¿Qué ocurre?! -preguntó el hombre.
-¡A... a... agujas! ¡Sacádmelas! ¡Por favor!
Intenté sacarlas, pero el doctor se acercó a mí corriendo y me frenó agarrando mi muñeca.
-¡Pero no hagas eso! ¡Si las quitas, será peor!
-¡Pero si ella nunca tuvo miedo a las agujas! -dijo la mujer con voz ahogada- ¿Cómo puede...?
-¡Vale, vale, te las quitaré, pero espera, hay que quitarlas despacio!
El doctor me las fue quitando poco a poco, y también me saqué la máscara de respiración. ¡¿Qué hacía yo allí?!
-Emmm... una cosita... ¿quién soy? -pregunté con miedo- No recuerdo nada...
-Te... te llamas Elisabeth, aunque te llamamos Elisa -dijo la pelirroja- Yo me llamo Sally, y ella -dijo señalando con la mano a la otra- es Thais. Y ellos son tus padres. Vamos, tienes que acordarte...
-No... lo siento. ¿Puedo irme a casa?
Ahora que lo pienso... ¿dónde queda mi casa?
-Veo que lo único que tiene mal es la memoria, así que sí, puede irse -dijo el doctor.
-Gracias.
-¿Pero no prefiere quedarse para recuperarse?
-No, gracias, de verdad. Emmm... me gustaría irme. Esto me da escalofríos.
Todos asintieron. Más tarde, la mujer que según ellos era mi madre, me dio ropa y me vestí en el baño del lugar, con cuidado de que no entrara nadie mientras me cambiaba. Al salir, todos vinieron hacia mí. Después de todo, me llevaron en coche hasta casa, o eso creo. Era bastante grande y bonita por fuera. Entré y lo miré todo. En todos los lugares -salón, comedor, cocina...- había fotos de una chica.
-Puedes subir a tu habitación si quieres. Haber si recuerdas algo.
Yo asentí no muy convencida, y me fui hacia allí. Abrí la puerta y me encontré con una habitación decorada de azul oscuro y claro, con cortinas de encaje y la cama del mismo color, llena la colcha de flores, y tenía varios cuadros de seres míticos, o incluso de un ratón bajito con pantalones rojos. Y había más fotos de la chica que había abajo. También había un espejo en la pared. Me acerqué y me miré. ¡Vaya! Así que la chica de las fotos era yo... Tenía el pelo negro como el azabache, ojos marrones oscuros casi negros y la tez pálida. Petaron en la puerta. Me volví.
-¡Adelante! -grité.
Mis "padres" abrieron la puerta y se acercaron a mí.
-¿Qué? ¿Recuerdas algo? -preguntó "papá".
-Emm... no, lo siento.
-Bueno, tus amigas vinieron porque querían ayudarte. ¿Quieres ir con ellas... a dar una vuelta?
Me encogí de hombros. ¿Para qué me iba a negar? Asentí y bajé hasta la entrada. las chicas me saludaron con la mano y me arrastraron hacia fuera.
-Venga, ya verás como recordarás. -dijo... emmm... ¿Thais?
-Por supuesto. Además, así no te vas a aburrir. -dijo Sally.
Ambas me cogieron de las manos y me llevaron. ¿Adónde querrían llevarme?