¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

martes, 12 de julio de 2011

Capítulo 91 (D)---(E)

Me ocultaba algo. Lo percibía en todos mis sentidos. Pero estaba seguro que no me lo iba a decir. Entonces debía de ser grave. Pero confiaba ciegamente en ella.
Después de desayunar los tres en la mesa y darle la comida al gato peludo, me acosté en cama.
La verdad es que el cansancio podía conmigo.

(E)Damen tenía unas ojeras horribles del cansancio. El pobre debía de estar pasándolo fatal, y más a mi favor para no decirle lo del bebé y preocuparle el doble.
Estaba sentada en el sofá, con mi portátil en las rodillas, cuando Kira se colocó a mi lado. Todavía estaba en su forma humana.
-Elisa… ¿estás bien? –me preguntó preocupada. La miré.
-¿Yo? ¿Por qué me lo preguntas?
-Últimamente estás muy rara. Damen lo nota. Y yo también.
Me había pillado. Suspiré. Quizá con sólo decírselo a Kira no pasaría nada.
Dejé el ordenador a un lado.
-Está bien, pero prométeme que no se lo dirás a Damen, por favor.
-Promesa de meñique –alzó el dedo meñique, y yo sonreí. La imité, y entrelazamos los dedos.
-Bien, Kira… Estoy… hum… embarazada.
Se me quedó mirando con los ojos muy abiertos. Pero luego sonrió abiertamente.
-¡¿De verdad?! –asentí-. ¡¡Bien!! ¡Un niño!
-Ssshh… ¡Kira, no grites tanto! –susurré-. Ya sabes…
-Ya, no te preocupes. Yo, calladita –me miró la barriga-. ¿Puedo oírle?
-Hum, no sé si se escuchará mucho, pero puedes probar.
Pegó la oreja en mi estómago, y cerró los ojos.
-Percibo… una débil vitalidad –murmuró-. Y me gusta.
Sonreí.
-Kira, ¿te apetece ir a dar una vuelta? Aunque sea domingo y no haya nada abierto, podemos ir a tomar el aire.
-¡Sí!
Ambas nos levantamos, cogimos las chaquetas y nos fuimos. Hacía, la verdad, un frío horrible en la calle propia del invierno.
Kira se entretuvo persiguiendo a una paloma blanca que andaba por el suelo, pero al ver a la niña, el ave alzó el vuelo.
-Oh –murmuró Kira.
Sonreí. Entonces, miré hacia otro lado. Mis ojos se encontraron con una persona apoyada en la pared de una tienda, mirando constantemente el reloj, como si esperase a alguien, o esperando a que la tienda se abriese. El problema era su físico…
-¿Pero qué…? –susurré. Kira lo miró también, y se le desencajó la mandíbula. Lo señaló con un dedo tembloroso.
No podía ser. Simplemente…