Por la mañana, fui hacia el salón dónde Jack y su mujer, Amanda, esperaban sentados, junto con sus dos mellizos.
Jack nos contó que se habían conocido en Italia, y se habían casado hace dos años. Damen, por ayudar a su amigo, había hecho inmortal a Amanda dándole de beber su sangre, para que pasara toda la eternidad al lado de Jack. Desde entonces, el líder había mandado a otros Dominios a Italia y Jack se trasladó aquí. Y nos habían dado una gratificante noticia: Amanda estuvo embarazada hace un año. Damen estaba asustado porque no sabía cómo serían éstos: era la primera vez que un Dominio tenía hijos. Pero para la sorpresa de todos, los mellizos eran completamente humanos, normales y corrientes, pero con sangre de ángel en las venas. Tenían un niño, de pelo marrón chocolate como la madre y ojos verdes, y una niña rubita como Jack con los mismos ojos de su hermano y su padre.
Debía decir que últimamente yo no me encontraba bien, y sabía perfectamente por qué, también.
Cuando les llevé los cafés, con Yin Yang –ya bastante viejo- detrás de mí siguiéndome, y me iba a sentar, me entraron arcadas.
-Perdonadme –exclamé mientras iba al baño.
Cuando terminé de revolver, con cuidado me limpié bien y volví al salón.
Jack y Amanda me miraban preocupados. Los mellizos fueron hacia Yin Yang y jugaron con él. Me senté con un suspiro.
-Elisa… -susurró Jack.
-Si me vas a repetir que se lo diga a Damen, lo haré. Pero en otro momento.
Ambos se cruzaron de brazos y fruncieron el ceño. Volví a suspirar.
-¿No crees que se dará cuenta tarde o temprano? –Preguntó Amanda, y me puso una mano en el hombro-. Elisa, no podrás esconderlo siempre.
-Lo sé, Amanda, pero es que tengo miedo de… No sé cómo se lo tomará. No le gustan los niños. ¿Y si no quiere tenerlo? ¿Con que cara le digo que vamos a tener uno?
No dijeron nada. Yin Yang corrió por el salón intentando escapar de los dos monstruitos de un año que le seguían.
-Vamos… prométenos que se lo dirás. O lo haces tú, o lo hago yo.
-Jack, no me hagas esto.
-Tú eliges. ¿Cómo crees que se lo tomará mejor? ¿De ti o de mí?
Apreté los dientes, pero asentí.
-Vale, cuando vuelva, se lo digo.
-Muy bien.
Para mi malísima suerte, oímos el tintineo de unas llaves en la cerradura de la puerta. Ésta se abrió, dejando pasar a Damen y a Kira en su forma de demonio.
Al ver a los niños, Kira se transformó con cuidado, haciendo desaparecer sus alas y cola, pues nadie quería que los mellizos supieran sobre el mundo fantástico en el que estaban metidos.
Cerraron la puerta detrás de ellos.
-¡Hola! –saludaron Jack y Amanda.
Damen sonrió, y les saludó con la cabeza. Los mellizos, al verle, fueron a sus brazos.
-¡Tío Damen! –gritaron.
Éste les dio un breve abrazo y les revolvió el pelo con cariño, mirándome de reojo de vez en cuando. Luego jugaron con Kira. Miré a Jack; éste me indicaba disimuladamente que se lo dijera. Respiré hondo.
-¿Ocurre algo? –Preguntó Damen con el ceño fruncido-. ¿Por qué estáis todos tan callados?
-Damen… tengo que decirte algo –murmuré.
Se cruzó de brazos y respiró hondo. Me hizo una señal con la cabeza para que empezara, pero me paralicé. Alzó una ceja.
-Estoy esperando.
-Yo… hum…
Jack se levantó del sofá.
-Damen, tienes que saber que…
Corrí hacia él y le tapé la boca.
-Tienes que saber que… que… que te tienes… ¡Que te tienes que cortar el pelo! Damen, por favor, pareces un hippie…
Me miró interrogativo. En realidad tenía el pelo perfectamente cortado. Ejem.
Suspiró, y puso los ojos en blanco. Amanda se levantó.
-Bueno, Jack y yo tenemos que irnos ya… ¡Niños! –los mellizos corrieron hacia su madre. Se me hizo un nudo en el estómago-. Hasta mañana, chicos.
Jack me lanzó una última mirada, y los cuatro se fueron.