¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

viernes, 18 de diciembre de 2009

Capítulo 2 (Damen)

Me fui acercando a ella poco a poco, y cuando nuestros labios estaban casi juntos... escucho al pesado de Jack.
-¡Damen! ¡Ven, corre! -gritó.
Respiré hondo mientras cerraba los ojos, pero al volver a abrirlos miré a la chica que tenía delante y me encogí de hombros.
-Bueno, ya nos daremos el lote en otro momento.
-¡¡Damen!!
-Es muy impaciente. Hasta otra.
La chica ángel se me quedó mirando como con deseo, pero claro, ya conocemos a los amigos... sí, esos pesados que cada vez que estás haciendo algo lo mínimamente importante, te interrumpen con alguna estupidez suya para que te la cuenten. Le sonreí con picardía, a lo que ella se sonrojó, y yo me di media vuelta guardando las manos en los bolsillos y me fui hacia Jack, que se sentaba en un sillón del restaurante. Al verme, sonrió. Me senté en frente de él.
-A ver, niño pesado que estoy hasta el mismísimo culo de ti, ¿qué es eso tan importante como para interrumpir mis sesiones de dar mi amor y cariño a todas? -pregunté cruzando los brazos por el pecho, con el ceño fruncido.
Me enseñó su móvil.
-Oh, claro, ¿ahora quieres fardar? Pues mira que el mío es...
-No, es que me han llamado -dijo con infinita paciencia, aunque la mía ya estaba acabando.
-Ah, te han llamado. Bien, sí. Es muy, muy, muy interesante. Encantador. Increíble. Por una vez desde que has entrado en la pubertad te han llamado al móvil. Que suerte, ¿eh? Me alegro por ti...
-¡¿Quieres callarte?! -parpadeé- Calla y escúchame. Es Devon, que me ha llamado porque tiene un encargo para ti.
-¿Para mí? ¿Pero es que es tan estúpido que ni siquiera sabe llamarme a mí?
-No, te llamó, pero el señorito tenía el móvil apagado porque se estaba enrollando con una chica en el baño. ¿Vale?
Bufé.
-Bueno, bueno. Relax. A ver, ¿y a quién debo proteger hoy? -pregunté inclinándome encima de la mesa- ¿A un viejo? ¿O quizás a una chica de unos veinte años, guapa, y que necesite mi ayuda para lo que sea?
-Mmm... no, además, ella sería un poco mayor que tú ¿no? Bueno, que no.
-¿A... quizá un perro? ¿Un gato? ¿Algún animal...?
-No...
-¡¿A una señora cincuentona y que se mete un kilo de botox y maquillaje en la cara?! Porque por ahí no paso.
-No... nada de eso.
-¡¿Pues entonces qué es?! -pregunté medio cabreado.
-Una chica... -asentí- de unos dieciséis años... -volví a asentir- pero... tiene amnesia.
Me quedé callado, algo que no ocurría muy a diario.
-¡¿Una amnésica?! ¡¿Pero estamos todos locos?! ¡Cuidar a una niña que no conoce nada de su aburrida vida es muy difícil! ¡¿Cómo pretende Devon que me encargue de ella?!
-No lo sé. Normalmente estas cosas las hacen el equipo de ángeles especiales, pero te tocó a ti.
-No. De eso nada.
Me levanté del sillón y salí del recinto. Y una porra. ¿Yo con una amnésica? ¡Ja! Corrí hasta llegar a la oficina Celeste, dónde él era el jefe. Subí hasta el último piso y abrí la puerta de su despacho con fuerza. Devon estaba en su escritorio escribiendo, alzó la mirada y volvió a escribir, como si nada hubiera pasado. Me acerqué con los puños apretados.
-Devon, ¡¿qué es eso de que me vas a poner con una enferma de mente?! -grité. Suspiró.
-Sabía que vendrías Damen, pero... esto es por una buena explicación. Más o menos. Y no es una enferma de mente, sino una amnésica...
-¡Ja! ¡Pues dime una explicación que sea lo más verosímil posible!
-No puedo, esa es la cosa. Pero debes ir.
-Lo que me faltaba -me crucé de brazos- No quiero. No tengo ganas.
-Damen... por favor. Te lo pido por favor. Sólo serán durante... ¿dos meses?
-¡¿Dos meses?! ¡¿Pero estamos locos?!
-Por favor...
Me miró con sus cansados ojos. Bah, ¿para qué me quejo si total sé que no me hará caso? Respiré hondo y solté el aire con fuerza. Puse los ojos en blanco.
-¿Cuándo... voy? -dije sin ganas.
-Ahora.
-¡¿Ahora?! ¡No me...!
-¡Eh! Ese lenguaje, Damen, y sí, ahora. Venga, ya estás tardando.
Apreté la mandíbula con fuerza. Mascullé unas palabrotas por lo bajo y di media vuelta. Bajé hasta abajo en todo, en el piso subterráneo, dónde se encontraba el Portal. La guardiana que lo custodiaba, al verme, se sonrojó, en medio de una sonrisa.
-¡Damen! -dijo- Qué alegría verte por aquí. Oh, bueno, si vienes es porque...
-Tengo que hacer un encargo. Dos meses, nada más ni nada menos. -suspiré, y pude ver en sus ojos tristeza.
-Vaya, te echaré de menos.
Le sonreí seductoramente, a lo que pude oír su corazón latir con fuerza, y me acerqué al Portal, pero antes de entrar, le dije:
-Lo sé, princesa, lo sé -y le guiñé un ojo.
Al final entré. Genial, una enferma de mente. La que me va a caer encima...