Todavía no sé cómo, pero las chicas desconocidas me llevaron al centro de la ciudad, a la plaza, dónde parece que había descampado, y empezaron a mirar ropa. Yo sólo esperaba a que terminaran, aunque a veces me preguntaban si recordaba algo del lugar, y no se separaban de mí. Hasta me estaba empezando a agobiar. Lo único que me apetecía en esos momentos era echar una siesta. Pero cómo no puede ser, me conformaré con respuestas.
Miré a Sally, que me tenía cogida entrelazada con su brazo, y luego a Thais, que me tenía cogida entrelazada por el otro, y suspiré.
-Emmm... chicas... me gustaría haceros unas preguntas para ver si recuerdo algo... -dije despacio.
Ellas me sonrieron y seguimos andando por la plaza, pero ponían toda su atención en mí.
-Adelante -empezó Thais.
-Bien... ¿mis padres...?
-Te contaremos todo -dijo Sally- Verás, a ver... a parte de tus padres tienes un hermano pequeño, Tommy, de ocho años, y te llevas muy bien con él. Ahora mismo está en casa de un amigo, pero seguramente tus padres irán a buscarle para que te vuelva a ver.
-¿Pero... por qué "mis padres" estaban tan furiosos con el doctor?
-Es que... -dijo Thais- desapareciste. Quiero decir, hace dos años desapareciste dos semanas sin dejar rastro. Como por arte de magia. Y de repente volviste a aparecer. Te preguntamos adónde habías ido, pero... nos contaste una historia que no nos creímos. Debías de tener un secreto, pero ahora ya no te acuerdas, así que... Bueno, y que ellos no te querían volver a perder. Es normal, supongo, son tus padres y te quieren mucho.
-Ya... supongo.
-¡Eh! -gritó Sally, y nos volvimos hacia ella. Señalaba una pequeña tienda que estaba entre dos edificios- ¿Por qué no vamos a ver a una adivina? ¡A lo mejor te ayuda y todo! ¡Y sabremos lo que nos deparará el futuro! -dijo emocionada.
Thais puso los ojos en blanco, se encogió de hombros y ambas me arrastraron hasta esa tienda. Al entrar, la señora de la turbina que estaba detrás de una gran mesa con una bola de cristal y unos naipes encima, alzó los ojos y nos sonrió.
-¡Hola! -dijo Sally.
-Bienvenidas. -nos señaló con la mano que nos sentáramos en las sillas que estaban delante nuestra- Por favor, sentaos.
Las tres nos sentamos con cuidado, y yo me puse a ver la pequeña tienda. Era toda violeta, menos las cortinas de encaje que eran más bien lilas, y la manta de la mesa igual. La bola brillaba con todos los colores del arco iris.
-...veo que a vuestra amiga le gusta la tienda. -parpadeé sorprendida. ¿Estaban hablando?
-Sí, bueno, qué me dice, ¿nos dirá el futuro? -dijo Thais.
-Por supuesto -la mujer no paraba de mirarme- empezaré por el tuyo -cerró los ojos y cogió la bola, a lo que ésta empezó a brillar con fuerza, y después abrió los ojos- Thais, ¿verdad? -ésta se sorprendió, pero asintió- Veo que... este año aprobarás todas, y puede, sólo puede, que encuentres a alguien especial... -volvió a cerrarlos, y la bola comenzó otra vez- Tú Sally, -ésta sonreía emocionada- ¡Vaya! Parece que tendrás a otro miembro en tu familia...
-¡¿Tendré un hermano o hermana?!
-Sí, pero no te diré qué será. Y por último... Elisabeth, ¿no es así?
-Elisa, si hace el favor. -le dije.
-Por supuesto. Elisa... -cerró otra vez los ojos, pero esta vez frunció el ceño. Los abrió y cogió la baraja de cartas, tendiéndome cuatro cartas- Coge una. La que quieras.
Me encogí de hombros y elegí la segunda. La vio, y se quedó pensativa, hasta me pareció que asomaba una sonrisa en su rostro...
-Has escogido la carta del ángel -me la enseñó, y en efecto, había un ángel en el centro- Una muy buena carta que normalmente nadie escoge. En la bola vi que un ser mítico se cruzaba en tu camino, protegiéndote. Un ser que quizá ya sabías que existía. -respiró hondo- Bien, pues ya está. Eso es todo. Hasta la próxima.
-¿No nos va a cobrar? -preguntó Thais extrañada de que eso no fuera un timo.
-Oh, no, querida. No hace falta. Invita la casa -y puso sus misteriosos ojos en mí.
Salimos del lugar, y al volver a casa no paraban de hablar sobre la bruja. En la puerta, como ya era casi de noche, se despidieron y se fueron. Yo entré, y vi a mi supuesto hermano pequeño en el salón mirándome con ojos intensos, igual que mis padres.
-¿E... Elisa? ¿Eres tú? -me preguntó con cuidado- ¿Me recuerdas?
-Bueno... eres Tommy, ¿verdad? -él sonrió.
-¡Sí, ese soy yo! ¿Entonces me recuerdas?
-No... no, lo siento. Pero me han hablado de ti. Emmm... me dijeron que... nos llevábamos muy bien. Y espero que siga siendo así. -parecía que quería llorar, pero en vez de eso cruzó el cuarto y se abalanzó sobre mí, dándome un cálido abrazo. Yo me arrodillé y le devolví el abrazo, mientras paseaba la mirada por el lugar y fijarme en que también había muchas fotos de él, incluso conmigo. Después de todo eso, subí las escaleras hasta mi habitación. Antes de entrar respiré hondo y la abrí, y al verlo solté un fuerte grito.