Después de preparar una pequeña bolsa con algunos objetos valiosos, esperé hasta medianoche. No creo que nadie sospechase nada. Siempre fui muy buena.
A las doce, me puse un vestido cómodo, una capa con capucha roja, un calzado también cómodo, hice una cuerda enorme con las sábanas y la tiré por la ventana, atando el extremo a los pies de la cama.
Me acerqué al marco de la ventana. Saqué la cabeza, y tragué saliva por el miedo, pero lo conseguiría.
Me senté en el marco, me agarré a las sábanas y bajé poco a poco.
Al llegar abajo, me levanté, y sonreí. ¡Lo había conseguido!
Me volví y me dirigí al pequeño camino que daba a la colina. Aunque fuera muy alta, a lo mejor podría bajar por ella…
Allí, avancé hasta estar justo en el extremo, me arrodillé y miré. La ciudad era muy bonita, sin duda, pero el bosque que había antes era bastante tétrico de noche…
¿Pero qué había más tétrico que tener como esposo a ese monstruo?
Pero también podría haber proscritos esperando para robarme… o algo peor…
Me levanté, y respiré hondo antes de escuchar un trotar de caballo. Me volví poco a poco, y vi a Ralph y su caballo frenarse delante de mí. ¡¿Cómo sabía que estaba aquí?!
Se bajó.
-¡¿Qué pretendes hacer, insensata?! ¡¿Acaso estás mal de la cabeza?!
-No… pero ya ves que prefiero tirarme de una colina antes que casarme contigo…
-¿Tanto me odias?
-Odiar es una cosa… pero yo lo que siento hacia ti es más bien repugnancia.
Alzó las cejas, pero luego frunció el ceño.
-Me da igual. Tú te vienes conmigo.
-No puedes obligarme.
-Oh, sí que puedo.
Se acercó a mí, y me cogió del brazo.
-¡Suéltame! ¡No me toques!
-¡No seas ridícula! ¡Si te tiras, seguramente te matarás!
-¡No me importa!
Forcejeé hacia atrás, y él también, hasta que tropecé y resbalé. Y caí por la colina.
Y arrastré a Ralph conmigo.
¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*
martes, 29 de junio de 2010
sábado, 19 de junio de 2010
Capítulo 6
Salí al gran jardín de mi casa, y caminé hasta recorrer un pequeño camino que acababa en una enorme colina con vistas a todo el poblado. Me senté allí, mirando a lo lejos los caballos tirando de los carros por las carreteras y el bosque que conectaba esta colina con la ciudad. Era enorme.
Respiré hondo el aire puro.
-Aquí hay tanta paz… -dije en voz alta.
-Pfff… Y yo que pensaba que eras guapa y lista, pero al parecer estás tan loca que incluso hablas tú sola.
Me volví, y le vi a él con los brazos cruzados, mirándome como si en efecto estuviera loca. Chasqueé la lengua y miré otra vez el pueblo.
-Mi paz se ha acabado. –Suspiré-. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
Se sentó a mi lado, flexionando una rodilla y apoyando el codo en ella.
-Fácil. Te seguí.
-Anda, ¿así que ahora acosas a las mujeres?
-Eso lo llevo haciendo desde los diez años, cuando descubrí de dónde venían los niños. Me gustó tanto esa idea que luego no dejaba en paz a las niñas.
Sacudí la cabeza.
-Tú estás mal de la cabeza. En serio.
-No soy yo el que hace un momento estaba hablando solo.
-Estaba… Bah, olvídalo. No lo entenderías. ¿Qué quieres?
-Vigilarte. Si te pasa algo, no habrá prometida. Y si no hay prometida, no habrá boda. Es obvio, ¿no?
-¿Por qué tienes tantas ganas de casarte?
-Sinceramente… repelo esa idea. Pero me han prometido que si me casaba contigo, me coronarán rey el mismo día. Y tienes que ser exactamente tú. No sé por qué, pero así lo eligieron. Y así, a lo mejor, podría encontrar...
Se calló de repente, mirando distraído a la ciudad.
-¿Encontrar el qué?
-Nada, olvídalo. No es de tu incumbencia, señorita metomentodo.
Ambos nos levantamos, pero le seguía mirando con desconfianza.
-Y que quede claro que esta conversación no ha cambiado absolutamente nada nuestra mala relación. ¿Vale? –concluyó.
-Eso no hacía falta que lo dijeras. Sigo odiándote como ayer.
-Lo mismo digo.
Los dos nos dirigimos hacia mi casa, y al entrar en el comedor, nuestros padres se levantaron.
-¡Raquel! ¿Dónde te habías metido? –dijo madre. Miró a Ralph-. ¡Oh, alteza! ¡Muchísimas gracias! ¡Si no fuera por vos a lo mejor mi pequeña no volvía casa nunca más!
Ralph le sonrió orgulloso, y a mí casi me da un ataque de risa.
“Mamá, dalo por seguro que si no hubiera venido este memo a molestarme, me hubiera escapado de casa.”
-Vamos, hijo. Ya es tarde, y tenemos muchas cosas que hacer. Raquel, ha sido todo un placer volver a verte. Hasta mañana.
Les sonreí, y se fueron. Y luego me puse seria, y miré a mis padres.
Me crucé de brazos.
-No quiero.
-¿No quieres qué?
-¡Casarme! ¡No quiero casarme! ¡Es un hombre extremadamente cruel!
-Cariño, no será para tanto. Además de que es guapo, inteligente, alto y lo mejor, ¡es un príncipe! No dejaré que lo eches todo a perder –dijo madre.
Apreté los dientes y subí a mi habitación.
Y luego pensé. ¿Por qué no escaparme? A lo mejor era una buena idea…
*Bueno, siento la tardanza, pero me fue imposible renovar antes. Lo haré en todos los blogs, y me pondré cuanto antes al día con los vuestros ^^
Respiré hondo el aire puro.
-Aquí hay tanta paz… -dije en voz alta.
-Pfff… Y yo que pensaba que eras guapa y lista, pero al parecer estás tan loca que incluso hablas tú sola.
Me volví, y le vi a él con los brazos cruzados, mirándome como si en efecto estuviera loca. Chasqueé la lengua y miré otra vez el pueblo.
-Mi paz se ha acabado. –Suspiré-. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
Se sentó a mi lado, flexionando una rodilla y apoyando el codo en ella.
-Fácil. Te seguí.
-Anda, ¿así que ahora acosas a las mujeres?
-Eso lo llevo haciendo desde los diez años, cuando descubrí de dónde venían los niños. Me gustó tanto esa idea que luego no dejaba en paz a las niñas.
Sacudí la cabeza.
-Tú estás mal de la cabeza. En serio.
-No soy yo el que hace un momento estaba hablando solo.
-Estaba… Bah, olvídalo. No lo entenderías. ¿Qué quieres?
-Vigilarte. Si te pasa algo, no habrá prometida. Y si no hay prometida, no habrá boda. Es obvio, ¿no?
-¿Por qué tienes tantas ganas de casarte?
-Sinceramente… repelo esa idea. Pero me han prometido que si me casaba contigo, me coronarán rey el mismo día. Y tienes que ser exactamente tú. No sé por qué, pero así lo eligieron. Y así, a lo mejor, podría encontrar...
Se calló de repente, mirando distraído a la ciudad.
-¿Encontrar el qué?
-Nada, olvídalo. No es de tu incumbencia, señorita metomentodo.
Ambos nos levantamos, pero le seguía mirando con desconfianza.
-Y que quede claro que esta conversación no ha cambiado absolutamente nada nuestra mala relación. ¿Vale? –concluyó.
-Eso no hacía falta que lo dijeras. Sigo odiándote como ayer.
-Lo mismo digo.
Los dos nos dirigimos hacia mi casa, y al entrar en el comedor, nuestros padres se levantaron.
-¡Raquel! ¿Dónde te habías metido? –dijo madre. Miró a Ralph-. ¡Oh, alteza! ¡Muchísimas gracias! ¡Si no fuera por vos a lo mejor mi pequeña no volvía casa nunca más!
Ralph le sonrió orgulloso, y a mí casi me da un ataque de risa.
“Mamá, dalo por seguro que si no hubiera venido este memo a molestarme, me hubiera escapado de casa.”
-Vamos, hijo. Ya es tarde, y tenemos muchas cosas que hacer. Raquel, ha sido todo un placer volver a verte. Hasta mañana.
Les sonreí, y se fueron. Y luego me puse seria, y miré a mis padres.
Me crucé de brazos.
-No quiero.
-¿No quieres qué?
-¡Casarme! ¡No quiero casarme! ¡Es un hombre extremadamente cruel!
-Cariño, no será para tanto. Además de que es guapo, inteligente, alto y lo mejor, ¡es un príncipe! No dejaré que lo eches todo a perder –dijo madre.
Apreté los dientes y subí a mi habitación.
Y luego pensé. ¿Por qué no escaparme? A lo mejor era una buena idea…
*Bueno, siento la tardanza, pero me fue imposible renovar antes. Lo haré en todos los blogs, y me pondré cuanto antes al día con los vuestros ^^
lunes, 7 de junio de 2010
Capítulo 5
Por la mañana, me desperté en mi cama pensando en la noche anterior. Al final había acabado bien. Y sabía perfectamente que Ralph tenía tantas ganas de casarse como yo ahora mismo.
Sobre el mediodía, había llegado alguien de visita. Supongo que comería con nosotros.
Y me horroricé cuando le vi en la puerta de mi casa, acompañado de sus padres, pero sin su hermano pequeño.
Mis padres los recibieron encantados. Yo maldecía por lo bajo.
-¡Bienvenidos! Por favor, sentíos como en vuestra propia casa.
“Y una porra”, pensé.
Ralph, al verme enfurruñada, sonrió divertido, se acercó a mí, me cogió la mano y me besó los nudillos. Yo hice una mueca de desagrado, pero no dije nada.
-Vaya, Raquel, al parecer cada día que pasa tu belleza crece –me soltó.
Nuestros padres sonrieron entusiasmados, y yo también sonreí, pero forzadamente.
-Y tú parece que cada día que pasa estás… esto… eres más educado.
Me contuve para no decirle una blasfemia.
Me sonrió con burla, y todos nos sentamos en la mesa.
Durante la comida, debo reconocer a mi pesar que Ralph tenía modales, pero aún así me parecía un maleducado.
-Bueno, Raquel –empezó el rey-, dime, ¿estás contenta con la propuesta de matrimonio?
-Sí, por supuesto, alteza, es… para mí todo un honor… casarme con…
“Este asqueroso individuo”.
-…con este maravilloso príncipe. No puedo esperar a la boda –y sonreí falsamente.
Miré a mis padres, que suspiraban aliviados, y luego a Ralph, que no podía aguantar la risa, pero se pudo contener. Carraspeó.
-Por supuesto, mi princesa, era prácticamente lo que esperaba de ti. Y es estupendo que no me hayas defraudado. Sobre todo ayer, ¿no? Pero bueno, no te preocupes, que si no puedes esperar, podemos adelantar la boda, ¿no es así, padre?
Miró hacia el rey, que sonrió y asintió enérgicamente.
-¡Por supuesto! ¡Faltaría más! Propongo que la boda sea… ¡dentro de dos días!
-¡Pero eso es pasado mañana! –comenté nerviosa.
-Vaya, parece que sabes contar y llamar al recuento de días por un nombre objetivo. No lo parecía –dijo Ralph.
Apreté los dientes. Dejé la servilleta encima de la mesa, aparté la silla hacia atrás y me levanté.
-Si me disculpáis. No tengo hambre.
Y les dejé a todos allí, completamente desconcertados menos a ese imbécil.
Sobre el mediodía, había llegado alguien de visita. Supongo que comería con nosotros.
Y me horroricé cuando le vi en la puerta de mi casa, acompañado de sus padres, pero sin su hermano pequeño.
Mis padres los recibieron encantados. Yo maldecía por lo bajo.
-¡Bienvenidos! Por favor, sentíos como en vuestra propia casa.
“Y una porra”, pensé.
Ralph, al verme enfurruñada, sonrió divertido, se acercó a mí, me cogió la mano y me besó los nudillos. Yo hice una mueca de desagrado, pero no dije nada.
-Vaya, Raquel, al parecer cada día que pasa tu belleza crece –me soltó.
Nuestros padres sonrieron entusiasmados, y yo también sonreí, pero forzadamente.
-Y tú parece que cada día que pasa estás… esto… eres más educado.
Me contuve para no decirle una blasfemia.
Me sonrió con burla, y todos nos sentamos en la mesa.
Durante la comida, debo reconocer a mi pesar que Ralph tenía modales, pero aún así me parecía un maleducado.
-Bueno, Raquel –empezó el rey-, dime, ¿estás contenta con la propuesta de matrimonio?
-Sí, por supuesto, alteza, es… para mí todo un honor… casarme con…
“Este asqueroso individuo”.
-…con este maravilloso príncipe. No puedo esperar a la boda –y sonreí falsamente.
Miré a mis padres, que suspiraban aliviados, y luego a Ralph, que no podía aguantar la risa, pero se pudo contener. Carraspeó.
-Por supuesto, mi princesa, era prácticamente lo que esperaba de ti. Y es estupendo que no me hayas defraudado. Sobre todo ayer, ¿no? Pero bueno, no te preocupes, que si no puedes esperar, podemos adelantar la boda, ¿no es así, padre?
Miró hacia el rey, que sonrió y asintió enérgicamente.
-¡Por supuesto! ¡Faltaría más! Propongo que la boda sea… ¡dentro de dos días!
-¡Pero eso es pasado mañana! –comenté nerviosa.
-Vaya, parece que sabes contar y llamar al recuento de días por un nombre objetivo. No lo parecía –dijo Ralph.
Apreté los dientes. Dejé la servilleta encima de la mesa, aparté la silla hacia atrás y me levanté.
-Si me disculpáis. No tengo hambre.
Y les dejé a todos allí, completamente desconcertados menos a ese imbécil.
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