Después de preparar una pequeña bolsa con algunos objetos valiosos, esperé hasta medianoche. No creo que nadie sospechase nada. Siempre fui muy buena.
A las doce, me puse un vestido cómodo, una capa con capucha roja, un calzado también cómodo, hice una cuerda enorme con las sábanas y la tiré por la ventana, atando el extremo a los pies de la cama.
Me acerqué al marco de la ventana. Saqué la cabeza, y tragué saliva por el miedo, pero lo conseguiría.
Me senté en el marco, me agarré a las sábanas y bajé poco a poco.
Al llegar abajo, me levanté, y sonreí. ¡Lo había conseguido!
Me volví y me dirigí al pequeño camino que daba a la colina. Aunque fuera muy alta, a lo mejor podría bajar por ella…
Allí, avancé hasta estar justo en el extremo, me arrodillé y miré. La ciudad era muy bonita, sin duda, pero el bosque que había antes era bastante tétrico de noche…
¿Pero qué había más tétrico que tener como esposo a ese monstruo?
Pero también podría haber proscritos esperando para robarme… o algo peor…
Me levanté, y respiré hondo antes de escuchar un trotar de caballo. Me volví poco a poco, y vi a Ralph y su caballo frenarse delante de mí. ¡¿Cómo sabía que estaba aquí?!
Se bajó.
-¡¿Qué pretendes hacer, insensata?! ¡¿Acaso estás mal de la cabeza?!
-No… pero ya ves que prefiero tirarme de una colina antes que casarme contigo…
-¿Tanto me odias?
-Odiar es una cosa… pero yo lo que siento hacia ti es más bien repugnancia.
Alzó las cejas, pero luego frunció el ceño.
-Me da igual. Tú te vienes conmigo.
-No puedes obligarme.
-Oh, sí que puedo.
Se acercó a mí, y me cogió del brazo.
-¡Suéltame! ¡No me toques!
-¡No seas ridícula! ¡Si te tiras, seguramente te matarás!
-¡No me importa!
Forcejeé hacia atrás, y él también, hasta que tropecé y resbalé. Y caí por la colina.
Y arrastré a Ralph conmigo.