¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capítulo 1

-¡Ay, Dios, no! –gritó Rubí al mirarse en el espejo de su habitación.
Se había acabado de levantar, tenía el pelo revuelto alrededor de la cabeza y todavía llevaba pijama. Pero no era eso lo que captaba su atención, sino el pequeño bulto rojo que le había salido en la punta de la nariz.
-No, no, no… ¡No!
-¡Cariño! ¿Qué pasa?
Su madre había entrado rápidamente en la habitación al escuchar los gritos de su hija. Ésta se volvió hacia la mujer señalándose la nariz.
-¡¡Mira!! ¡Me ha salido un grano enorme en la nariz! ¿Por qué? ¿Por qué a mí?
La mujer suspiró aliviada. Así que era sólo eso. Negó con la cabeza.
-No seas tonta.
-¡Pero es que hoy es el primer día de curso! ¡No puedo ir con esto así!
-Anda, ven, y no te lo exprimas, sino te quedará la marca.
-¡Pero…!
Genial, sus planes habían fallado. Josh se reiría de ella hasta hartarse, ya lo estaba viendo… Su madre le puso la pomada, y Rubí suspiró angustiada. Se puso el uniforme del colegio –una cosa horrible que constituía en una falda verde y gris a cuadros, con el polo blanco y la chaqueta verde oscuro-, se colocó la mochila al hombro y cogió una magdalena para desayunar. Sus dos hermanos mayores y su padre ya estaban en la mesa.
Harry, el mayor de todos, con veinte años y estudiando en la universidad, y Nick, el mediano, con dieciocho, y en el instituto. Ella era la pequeña, con diecisiete, en un curso menos que su hermano.
Al verla, los dos se echaron a reír.
-¿Pero qué te pasa en la cara? –soltó Nick.
-Nick, vamos, calla –masculló Harry dándole un codazo, pero también riendo entre dientes.
Rubí apretó los dientes y se fue ya al instituto, sin esperar por su hermano. ¿Por qué justo tuvo que salirle hoy ese grano horrendo?
Mierda de adolescencia, pensó ella mientras esperaba en la parada del autobús. Josh apareció corriendo a lo lejos y saludándola con la mano, con una sonrisa de oreja a oreja.
Se colocó a su lado, se inclinó un poco y le dio un beso en los labios.
-¡Tu primer día de bachillerato! ¿No estás emocionada, cariño?
-Sí, bueno… –Contestó Rubí abatida.
-¿Qué te pasa?
-¡Mira!
-¿Lo qué? ¿El grano que tienes en la nariz? Sí, lo he visto desde allá abajo.
Rubí se le quedó mirando, y luego giró la cara.
-Va, venga, que es broma…
Rubí puso los ojos en blanco. Y el autobús llegó por fin. Ambos se subieron.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Prólogo

-¡Por tus muertos, corre!
Los dos jóvenes se encaminaron por las calles de la ciudad, a medianoche, corriendo como alma que lleva el diablo, hacia un lugar seguro. Uno de ellos, la chica, llevaba escondida la llave maestra en su puño, húmedo por el sudor del esfuerzo y del miedo. Pero ellos no son los únicos que la quieren.
Tres hombres vestidos de negro les perseguían. Y por poco les alcanzan, pero los jóvenes estaban bien entrenados para ocasiones como esa.
El chico encontró una tienda con sólo un candado, perfecto para esconderse.
Alargó la mano, cogió el candado cerrado, y con un poco de esfuerzo con la mente, consiguió abrirlo. El objeto cayó al suelo con un pequeño estruendo. El joven abrió la puerta con rapidez, dejando pasar primero a su compañera, y entró después de ella. Sus respiraciones estaban agitadas por la carrera, y para empeorarlo, la tienda estaba completamente a oscuras. Pero olía a dulce.
-¿Dónde estamos? –preguntó ella.
-Parece… parece que estamos en una tienda de golosinas. Da igual –se giró hacia ella-. Venga, date prisa, teletraspórtanos a casa.
La chica asintió en la oscuridad, y abrió su puño. Las llaves brillaban con lucidez, dejándose ver entre la penumbra, creando sombras en las caras de ambos. Los ojos negros de él absorbieron los colores que desprendían, creando un efecto especial en ellos. Volvió a cerrar la mano, y la joven, antes de teletransportarse, abrió la caja de plástico de las llaves de golosina, dejando escapar algunas, rellenas completamente de azúcar, se las guardó en los bolsillos y tendió su mano hacia la de él, que la miraba con extrañeza, poniendo los ojos en blanco.
-¿En un momento como este y te pones a coger golosinas?
-Es que me entró el hambre…
El chico suspiró, ambos se cogieron las manos, y desaparecieron de la tienda.
Lo que no sabían era que las llaves especiales habían resbalado de la mano de la chica, quedándose encerrada en el cubículo de las golosinas…

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Bueno, como los que ya me conocen sabrán... suelo cambiar de historia cuando me da la venada, así que... ya pasamos mucho tiempo con esta y la verdad.... ya es cansina, así que pondré otra historia más movidita y renovada ;)

lunes, 22 de agosto de 2011

Capítulo 92 (E)

Me quedé mirando al chico joven anonadada, al igual que Kira.
¿Ethan?
Cruzamos la pequeña carretera hacia él.
Cuando nuestra sombra se proyectó a sus pies, el chico alzó la mirada.
Sí, eran exactamente los mismos ojos color celeste de Damen. Y el pelo, también como el de éste, pero de un color negro prácticamente azulado. Pero los rasgos físicos eran casi idénticos, aunque más maduros.
Nos miró con indiferencia y vio hacia otro lado, pero al ver que no nos movíamos, volvió otra vez la cabeza hacia nosotras.
-¿Tengo monos en la cara o qué?
La misma arrogancia. Era obvio.
-¿Esperas a alguien? –pregunté.
-¿Importa mucho?
-Quizá, depende de quién seas.
Alzó las cejas sorprendido, se incorporó y se cruzó de brazos.
-Perdona, niña, vosotras habéis venido a molestarme con preguntas elocuentes sobre mi situación… ¿Acaso te he pedido algo?
-No, pero sé que en algún momento lo harás.
-Vale, eso sí que me acaba de acojonar. ¿Quién eres?
-¿Conoces a Damen?
-¿Cómo eres capaz de cambiar de tema casi al momento?
-¿Lo conoces o no?
-Depende de a qué Damen te refieras. Hay muchos en el mundo.
-Un chico con tus ojos, y de un extraño pelo plateado…
-Entonces quizá sí. ¿Y tú quién…?
-Soy su novia. Y ella es Kira, su demonio –Kira sonrió y saludó con la mano-. ¿No me recuerdas, Ethan?
El chico nos miró alternativamente con los ojos muy abiertos.
-Esto… a riesgo de meter la pata hasta el mismísimo fondo… Por casualidad, ¿tú no serás Kate?
Sonreí ampliamente y asentí. Por primera vez, el hermano de Damen también sonrió.
-Vaya, vaya, quién lo hubiera dicho. La verdad te recordaba como una niña regordeta de diez años que le faltaban algunos dientes, pero veo… -me miró de arriba abajo-. Hum, veo que te has vuelto una mujer bastante guapa…
-Esto… gracias, supongo.
La verdad es que me incomodaba recibir cumplidos de otra gente que no fuera Damen o mis padres, y mucho menos del hermano de mi novio.
-¿Y a qué esperas? –preguntó Kira.
-Bueno… a que abra la tienda. Pensaba darle una sorpresa a mi hermanito pequeño, pero esta cosa no abre. Y ya son las once de la mañana.
-Pero Ethan… -repliqué-. ¿No te has preguntado antes de hablar contigo, por qué te estábamos mirando?
-¿Qué quieres decir?
-A ver… Los ángeles son invisibles…
-¡Ja! Ay, Kate, claro, perdona. No recordaba que hacía muchísimo tiempo que no hablábamos. No soy un ángel corriente. Soy un ángel Poder desde hace algún tiempo. Concretamente soy el jefe de los ángeles Poderes.
Me quedé con la boca abierta. Sabía que Damen y Ethan siempre habían rivalizado como los hermanos que eran, pero es que esto… esto superaba los límites.
-¿Es porque Damen lo es de los Dominios?
-¿Qué Damen es qué? –preguntó confuso.
De modo que no era rivalidad, sino una jugarreta del destino. Curioso.
-Hum, bueno, da igual. Ahora mismo Damen está durmiendo, pero si quieres venir con Kira y conmigo a dar una vuelta…
-Aceptaré gustoso tu oferta –y sonrió ampliamente.
Le devolví la sonrisa y los tres empezamos a andar.

martes, 12 de julio de 2011

Capítulo 91 (D)---(E)

Me ocultaba algo. Lo percibía en todos mis sentidos. Pero estaba seguro que no me lo iba a decir. Entonces debía de ser grave. Pero confiaba ciegamente en ella.
Después de desayunar los tres en la mesa y darle la comida al gato peludo, me acosté en cama.
La verdad es que el cansancio podía conmigo.

(E)Damen tenía unas ojeras horribles del cansancio. El pobre debía de estar pasándolo fatal, y más a mi favor para no decirle lo del bebé y preocuparle el doble.
Estaba sentada en el sofá, con mi portátil en las rodillas, cuando Kira se colocó a mi lado. Todavía estaba en su forma humana.
-Elisa… ¿estás bien? –me preguntó preocupada. La miré.
-¿Yo? ¿Por qué me lo preguntas?
-Últimamente estás muy rara. Damen lo nota. Y yo también.
Me había pillado. Suspiré. Quizá con sólo decírselo a Kira no pasaría nada.
Dejé el ordenador a un lado.
-Está bien, pero prométeme que no se lo dirás a Damen, por favor.
-Promesa de meñique –alzó el dedo meñique, y yo sonreí. La imité, y entrelazamos los dedos.
-Bien, Kira… Estoy… hum… embarazada.
Se me quedó mirando con los ojos muy abiertos. Pero luego sonrió abiertamente.
-¡¿De verdad?! –asentí-. ¡¡Bien!! ¡Un niño!
-Ssshh… ¡Kira, no grites tanto! –susurré-. Ya sabes…
-Ya, no te preocupes. Yo, calladita –me miró la barriga-. ¿Puedo oírle?
-Hum, no sé si se escuchará mucho, pero puedes probar.
Pegó la oreja en mi estómago, y cerró los ojos.
-Percibo… una débil vitalidad –murmuró-. Y me gusta.
Sonreí.
-Kira, ¿te apetece ir a dar una vuelta? Aunque sea domingo y no haya nada abierto, podemos ir a tomar el aire.
-¡Sí!
Ambas nos levantamos, cogimos las chaquetas y nos fuimos. Hacía, la verdad, un frío horrible en la calle propia del invierno.
Kira se entretuvo persiguiendo a una paloma blanca que andaba por el suelo, pero al ver a la niña, el ave alzó el vuelo.
-Oh –murmuró Kira.
Sonreí. Entonces, miré hacia otro lado. Mis ojos se encontraron con una persona apoyada en la pared de una tienda, mirando constantemente el reloj, como si esperase a alguien, o esperando a que la tienda se abriese. El problema era su físico…
-¿Pero qué…? –susurré. Kira lo miró también, y se le desencajó la mandíbula. Lo señaló con un dedo tembloroso.
No podía ser. Simplemente…

sábado, 11 de junio de 2011

Capítulo 90 (E)

Por la mañana, fui hacia el salón dónde Jack y su mujer, Amanda, esperaban sentados, junto con sus dos mellizos.
Jack nos contó que se habían conocido en Italia, y se habían casado hace dos años. Damen, por ayudar a su amigo, había hecho inmortal a Amanda dándole de beber su sangre, para que pasara toda la eternidad al lado de Jack. Desde entonces, el líder había mandado a otros Dominios a Italia y Jack se trasladó aquí. Y nos habían dado una gratificante noticia: Amanda estuvo embarazada hace un año. Damen estaba asustado porque no sabía cómo serían éstos: era la primera vez que un Dominio tenía hijos. Pero para la sorpresa de todos, los mellizos eran completamente humanos, normales y corrientes, pero con sangre de ángel en las venas. Tenían un niño, de pelo marrón chocolate como la madre y ojos verdes, y una niña rubita como Jack con los mismos ojos de su hermano y su padre.
Debía decir que últimamente yo no me encontraba bien, y sabía perfectamente por qué, también.
Cuando les llevé los cafés, con Yin Yang –ya bastante viejo- detrás de mí siguiéndome, y me iba a sentar, me entraron arcadas.
-Perdonadme –exclamé mientras iba al baño.
Cuando terminé de revolver, con cuidado me limpié bien y volví al salón.
Jack y Amanda me miraban preocupados. Los mellizos fueron hacia Yin Yang y jugaron con él. Me senté con un suspiro.
-Elisa… -susurró Jack.
-Si me vas a repetir que se lo diga a Damen, lo haré. Pero en otro momento.
Ambos se cruzaron de brazos y fruncieron el ceño. Volví a suspirar.
-¿No crees que se dará cuenta tarde o temprano? –Preguntó Amanda, y me puso una mano en el hombro-. Elisa, no podrás esconderlo siempre.
-Lo sé, Amanda, pero es que tengo miedo de… No sé cómo se lo tomará. No le gustan los niños. ¿Y si no quiere tenerlo? ¿Con que cara le digo que vamos a tener uno?
No dijeron nada. Yin Yang corrió por el salón intentando escapar de los dos monstruitos de un año que le seguían.
-Vamos… prométenos que se lo dirás. O lo haces tú, o lo hago yo.
-Jack, no me hagas esto.
-Tú eliges. ¿Cómo crees que se lo tomará mejor? ¿De ti o de mí?
Apreté los dientes, pero asentí.
-Vale, cuando vuelva, se lo digo.
-Muy bien.
Para mi malísima suerte, oímos el tintineo de unas llaves en la cerradura de la puerta. Ésta se abrió, dejando pasar a Damen y a Kira en su forma de demonio.
Al ver a los niños, Kira se transformó con cuidado, haciendo desaparecer sus alas y cola, pues nadie quería que los mellizos supieran sobre el mundo fantástico en el que estaban metidos.
Cerraron la puerta detrás de ellos.
-¡Hola! –saludaron Jack y Amanda.
Damen sonrió, y les saludó con la cabeza. Los mellizos, al verle, fueron a sus brazos.
-¡Tío Damen! –gritaron.
Éste les dio un breve abrazo y les revolvió el pelo con cariño, mirándome de reojo de vez en cuando. Luego jugaron con Kira. Miré a Jack; éste me indicaba disimuladamente que se lo dijera. Respiré hondo.
-¿Ocurre algo? –Preguntó Damen con el ceño fruncido-. ¿Por qué estáis todos tan callados?
-Damen… tengo que decirte algo –murmuré.
Se cruzó de brazos y respiró hondo. Me hizo una señal con la cabeza para que empezara, pero me paralicé. Alzó una ceja.
-Estoy esperando.
-Yo… hum…
Jack se levantó del sofá.
-Damen, tienes que saber que…
Corrí hacia él y le tapé la boca.
-Tienes que saber que… que… que te tienes… ¡Que te tienes que cortar el pelo! Damen, por favor, pareces un hippie…
Me miró interrogativo. En realidad tenía el pelo perfectamente cortado. Ejem.
Suspiró, y puso los ojos en blanco. Amanda se levantó.
-Bueno, Jack y yo tenemos que irnos ya… ¡Niños! –los mellizos corrieron hacia su madre. Se me hizo un nudo en el estómago-. Hasta mañana, chicos.
Jack me lanzó una última mirada, y los cuatro se fueron.

sábado, 4 de junio de 2011

Night of Angels: T3 Capítulo 89 (D)

Me escondí en las sombras. Corrí de un lado para otro, asustando a mi presa.
Notaba su miedo y ansiedad, y aunque parezca raro, me gustaba esa sensación. Que me temieran.
Después de todos los seres con los que hemos eliminado yo y mis ángeles, por fin han empezado a acojonarse de verdad. Y cada vez éramos más.
El demonio, que tenía forma de persona normal pero con el pelo teñido de rosa fucsia, corrió por el callejón, persiguiendo a una chica joven.
Cuando ya la tenía acorralada, se abalanzó sobre ella, y justo cuando iba a hacerle daño de verdad, le cogí el cuello del jersey y le estampé contra la pared.
-¿Qué…? –murmuró mirándome con los ojos dilatados del miedo.
Sonreí tétricamente.
-¿No sabes que no se le hace daño a las personas? Porque deberías –lo tiré al suelo de un golpe.
Me acerqué a él y le puse un pie sobre el pecho, impidiéndole incorporarse y respirar. Gimió de dolor.
-¡Basta, por favor! ¡Te juro que…!
De la nada, creé un puñal y se lo clavé en el corazón, sin dejarle explicarse. Ya me conocía demasiado sus trucos. Se desintegró en polvo. Me volví hacia la chica, que estaba encogida en la pared.
-No voy a hacerte daño, pero piénsatelo dos veces antes de ir por callejones oscuros de noche –dije.
-Tú… ¿cómo…? ¿Has… cómo hiciste lo del cuchillo? ¿Qué eres?
-Créeme, no te gustaría saberlo. Y ahora estate quietecita.
Me remangué las mangas de la camisa hasta los codos, le toqué la frente y absorbí sus recuerdos de estos últimos cinco minutos. Luego me largué de allí.
Mientras iba por la calle ausente de personas e iluminada por las farolas, decidí que sería mejor sacar a mi demonio de su sueño. Frené el paso, y cogí el colgante que colgaba de mi cuello.
-Kira, sal –susurré.
El colgante se tornó de un azul cielo y una especie de espíritu salió de él, hasta caer al suelo y convertirse en una niña de diez años con alas de murciélago y cola acabada en flecha.
Me miró con ojos soñolientos, y bostezó, estirándose todo lo que pudo.
-Damen –murmuró-. Ya era hora. Estaba muy aburrida…
Había pasado ya dos años desde que Kira había decidido ser nuestra demonio por voluntad propia, y siempre me ayudaba en las peleas.
-Lo siento, tuve que ocuparme de un asunto.
Empecé a andar otra vez, y Kira me siguió con los brazos cruzados detrás de la espalda, sonriendo ampliamente.
-No se te ve muy contento –dijo al cabo de unos segundos.
Guardé las manos en los bolsillos del pantalón y me encogí de hombros.
-Es por Elisa, ¿verdad?
Suspiré, y asentí.
-Damen, ya sabes que a lo mejor sólo está pasando por un período complicado para ella. Eso que tienen las humanas cada mes… -me reí, y Kira me miró con el ceño fruncido-. No entiendo cómo puede tenerlo si es tan inmortal como nosotros… -se cruzó de brazos, y suspiró.
-No es tan inmortal como nosotros, Kira. Ella sigue siendo una humana normal y corriente, sólo que no envejece.
-Ah.
La miré. Ella también estaba preocupada por Elisa.
Yo lo único que quería era volver a casa. El cansancio me estaba matando.