Nos colocamos más o menos en el centro de la sala. Puse mis manos en sus hombros y él puso las suyas en mi cintura.
Yo procuraba mirar a otro lado.
-¿Te intimido?
Le miré.
-¿Perdona?
-Que si me tienes miedo.
-No, por supuesto que no.
-¿Entonces porque evitas mirarme? –me encogí de hombros. Si intentaba entablar una conversación, iba listo-. Mira, tú te casarás conmigo dentro de una semana, y si no te gusta, te aguantas.
-Ah, claro. Oye, sé perfectamente… Mira, olvídalo. Además, da igual. Porque pueden obligarme a vestirme de novia, pueden obligarme a ir a la iglesia, a ir hasta el altar, a decir los votos. Pero lo que no pueden obligarme a hacer es decir sí quiero.
Ralph apretó los dientes, y se acercó a mi oído.
-Como no lo hagas, me encargaré personalmente de que sufras por ello –me susurró. Luego se apartó y me miró-. ¿Te ha quedado claro?
Miró a nuestros padres y les sonrió encantadoramente, pero yo sabía que en realidad estaba fingiendo como un bellaco.
-Y luego me preguntas que por qué no te miro… -murmuré.
-¿Cómo?
-Nada.
Seguimos bailando a paso lento, y él me recorrió con la mirada.
-Bueno… en realidad eres guapa y tienes buena figura. A lo mejor casarme contigo no sea tan malo… -dijo.
Me contuve todo lo que pude para no darle una bofetada en la cara.
-Eres un ser despreciable, ¿lo sabías?
-Algo me han dicho. Pero veo que no soy el único.
Bofetada no, pero le propiné una patada en la espinilla.
-¡Ay! –exclamó.
Me soltó, se agachó y se frotó con cuidado por encima del tobillo.
-¡¿Pero tú eres tonta?! ¡¿Sabes a quién le acabas de golpear?!
Fingí quedar pensativa.
-Bueno… sí, a mi futuro esposo. Qué disfrutes de la fiesta, “querido”.
Me alejé de él y me senté en una silla que había por allí. Mis padres bailaban también, ajenos a lo que había hecho.
Y una figura un poco más baja que yo apareció delante de mí. Era el hermano pequeño de ese imbécil. Tomás.
-¿Te apetece bailar? Una chica tan guapa como tú debería estar bailando.
Sonreí. Al menos su hermano era un cielo.
-Claro que sí.
Me levanté y empecé a bailar con él, aunque le sacaba una cabeza.
-¿Y tú cómo aguantas a tu hermano?
-Normalmente no le hago caso. Es muy… egoísta, supongo. Hasta a veces parece que el pequeño es él. Espero que tengas suerte.
-Gracias. Eres muy amable. Debiste de quedarte con los genes buenos.
Me di cuenta de lo que había dicho cuando terminé de decirlo, y me asusté, pero Tomás rió.
Al final la noche había acabado bien. Mejor que bien.
¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*
domingo, 30 de mayo de 2010
domingo, 23 de mayo de 2010
Capítulo 3
Ya allí, nos bajamos y entramos. La música del piano, del violín y demás instrumentos se escuchaba desde fuera. Los padres de Ralph nos recibieron.
-¡Oh! ¡Ya habéis llegado! –Exclamó el hombre-. Os estábamos esperando –me miró-. Oh, ¡pero qué bella te has puesto, Raquel!
-Gracias, alteza –contesté secamente.
Un niño de unos doce años, rubio y de ojos verdes apareció entre los reyes.
-¡Madre, te estaba buscando!
Miró a mis padres sonrientes y luego a mí.
-Mira, cariño, ésta es Raquel, la futura esposa de tu hermano.
-Encantado, Raquel. Soy el príncipe Tomás –me dijo.
Me quedé con la boca abierta. Nunca había escuchado a un niño de doce años ser tan educado.
-Pero por favor, ¡pasad! No os quedéis ahí.
Mis padres asintieron y los reyes nos llevaron a la gran sala dónde se celebraba la fiesta. Estaba a rebosar de gente.
La reina se acercó a mí:
-Espera un poco, Ralph viene ahora.
-Está bien.
Por mí que tardara más de cuatro horas, que me daba igual.
La gente bailaba animadamente, con paso lento y a ritmo de la música, aunque no era mucha, ya que era muy suave.
Y de repente, en las enormes escaleras, apareció él.
Todos se volvieron, y sonreían, comentaban y demás.
El príncipe Ralph era de tez morena, de pelo rubio, pero a diferencia de su hermano, tenía los ojos azul oscuro. Supuestamente era apuesto, pero se notaba que también era muy serio.
Las personas le hacían alguna reverencia cuando pasaba por su lado, pero él ni se inmutaba.
Y mi odio hacia él se acrecentó.
Avistó a sus padres, y vino hacia ellos. Se colocó a su lado, con las manos detrás de la espalda y la cabeza altiva.
Empezamos bien.
-Hijo, esta es Raquel. Tu prometida.
Dios, qué asco me daba esa palabra en estos momentos. A él tampoco parecía agradarle mucho, pero sonrió con picardía.
-Así que ésta es mi futura esposa, ¿eh? Qué bien. Al menos tiene buen porte.
Capullo.
-Sí, lo mismo digo, “alteza” –comenté.
-¿No me vas a hacer ni siquiera una reverencia?
-¿Es que te hace falta? Porque yo creo que no.
Mis padres y los suyos me miraron con los ojos muy abiertos. Ralph sonrió divertido.
-Al menos sabes defenderte, lingüísticamente hablando.
-He tenido mucho tiempo para aprender durante todos estos años.
-¿Me concedes este baile? –me tendió la mano.
-Si no queda más remedio… -mi padre me miró serio. Carraspeé-. Esto… sí, por supuesto.
Le tomé la mano a regañadientes. Esta sería una noche horrible.
-¡Oh! ¡Ya habéis llegado! –Exclamó el hombre-. Os estábamos esperando –me miró-. Oh, ¡pero qué bella te has puesto, Raquel!
-Gracias, alteza –contesté secamente.
Un niño de unos doce años, rubio y de ojos verdes apareció entre los reyes.
-¡Madre, te estaba buscando!
Miró a mis padres sonrientes y luego a mí.
-Mira, cariño, ésta es Raquel, la futura esposa de tu hermano.
-Encantado, Raquel. Soy el príncipe Tomás –me dijo.
Me quedé con la boca abierta. Nunca había escuchado a un niño de doce años ser tan educado.
-Pero por favor, ¡pasad! No os quedéis ahí.
Mis padres asintieron y los reyes nos llevaron a la gran sala dónde se celebraba la fiesta. Estaba a rebosar de gente.
La reina se acercó a mí:
-Espera un poco, Ralph viene ahora.
-Está bien.
Por mí que tardara más de cuatro horas, que me daba igual.
La gente bailaba animadamente, con paso lento y a ritmo de la música, aunque no era mucha, ya que era muy suave.
Y de repente, en las enormes escaleras, apareció él.
Todos se volvieron, y sonreían, comentaban y demás.
El príncipe Ralph era de tez morena, de pelo rubio, pero a diferencia de su hermano, tenía los ojos azul oscuro. Supuestamente era apuesto, pero se notaba que también era muy serio.
Las personas le hacían alguna reverencia cuando pasaba por su lado, pero él ni se inmutaba.
Y mi odio hacia él se acrecentó.
Avistó a sus padres, y vino hacia ellos. Se colocó a su lado, con las manos detrás de la espalda y la cabeza altiva.
Empezamos bien.
-Hijo, esta es Raquel. Tu prometida.
Dios, qué asco me daba esa palabra en estos momentos. A él tampoco parecía agradarle mucho, pero sonrió con picardía.
-Así que ésta es mi futura esposa, ¿eh? Qué bien. Al menos tiene buen porte.
Capullo.
-Sí, lo mismo digo, “alteza” –comenté.
-¿No me vas a hacer ni siquiera una reverencia?
-¿Es que te hace falta? Porque yo creo que no.
Mis padres y los suyos me miraron con los ojos muy abiertos. Ralph sonrió divertido.
-Al menos sabes defenderte, lingüísticamente hablando.
-He tenido mucho tiempo para aprender durante todos estos años.
-¿Me concedes este baile? –me tendió la mano.
-Si no queda más remedio… -mi padre me miró serio. Carraspeé-. Esto… sí, por supuesto.
Le tomé la mano a regañadientes. Esta sería una noche horrible.
jueves, 13 de mayo de 2010
Capítulo 2
Al día siguiente, por la mañana, con ayuda de algunas criadas me coloqué el vestido.
Me queda perfecto, pero por eso lo odiaba.
Me lo quité, y lo arrojé al suelo.
-Señorita, que va a arrugar el vestido… -me dijo Silvia, una de mis sirvientas, y con la que mejor me llevaba.
Me tiré encima de la cama.
-Me da igual.
Silvia suspiró, lo recogió y se sentó a mi lado.
-Cariño, dentro de unas horas conocerás al hombre que pasará el resto de tu vida contigo. Debes, como mínimo, gustarle.
-Pero es que no quiero…
-Nadie está satisfecho con lo que se tiene –alisó el vestido-. Pero al menos tú tienes una bonita casa, unos padres que te quieren…
-En eso discrepo.
-No digas sandeces. Te quieren, pero si no te casas con el príncipe Ralph… Además, tú no quieres a nadie más, así que… ¿qué más te da?
-¿Y tú cómo sabes que es así? Bueno, en realidad no sé. Aunque te parezca increíble… ¿Recuerdas aquel niño con el que jugaba yo siempre de pequeña?
Silvia se lo pensó unos momentos, y luego sonrió.
-Claro que sí.
-Pues… a lo mejor es mi imaginación, pero creo… que sigo enamorada de él. Aunque no sé ni cómo se llama, ni dónde está ahora, ni cómo es, pero…
La mujer sonrió todavía más.
-No lo recuerdo yo tampoco. Bueno, pero de todos modos, si lo vuelves a ver… Que tengas suerte.
Se levantó, dejó el vestido en el tocador y se fue. Yo me quedé pensativa.
Ya por la noche, mis criadas me estuvieron peinando, vistiendo y demás durante tres horas insufribles, y todo para una estupidez.
Mi padre me vino a buscar a mi habitación.
Yo estaba sentada delante del espejo, mirando cómo me quedaba. Mi padre se colocó detrás de mí y puso sus manos en mis hombros.
-Estás muy guapa, ¿sabías? Al príncipe Ralph le vas a encantar.
-A mí me parece que a ese hombre le gustan más otro tipo de mujeres.
-Raquel, por favor…
-¿Cuántos años tiene?
-Acaba de cumplir veintiuno. Sólo te lleva un año, cariño. Es perfecto para ti.
Suspiré.
-Venga, vamos, que llegamos tarde.
Me levanté y mis padres y yo nos subimos en el carruaje tirado por los caballos y nos encaminamos hacia el castillo.
Me queda perfecto, pero por eso lo odiaba.
Me lo quité, y lo arrojé al suelo.
-Señorita, que va a arrugar el vestido… -me dijo Silvia, una de mis sirvientas, y con la que mejor me llevaba.
Me tiré encima de la cama.
-Me da igual.
Silvia suspiró, lo recogió y se sentó a mi lado.
-Cariño, dentro de unas horas conocerás al hombre que pasará el resto de tu vida contigo. Debes, como mínimo, gustarle.
-Pero es que no quiero…
-Nadie está satisfecho con lo que se tiene –alisó el vestido-. Pero al menos tú tienes una bonita casa, unos padres que te quieren…
-En eso discrepo.
-No digas sandeces. Te quieren, pero si no te casas con el príncipe Ralph… Además, tú no quieres a nadie más, así que… ¿qué más te da?
-¿Y tú cómo sabes que es así? Bueno, en realidad no sé. Aunque te parezca increíble… ¿Recuerdas aquel niño con el que jugaba yo siempre de pequeña?
Silvia se lo pensó unos momentos, y luego sonrió.
-Claro que sí.
-Pues… a lo mejor es mi imaginación, pero creo… que sigo enamorada de él. Aunque no sé ni cómo se llama, ni dónde está ahora, ni cómo es, pero…
La mujer sonrió todavía más.
-No lo recuerdo yo tampoco. Bueno, pero de todos modos, si lo vuelves a ver… Que tengas suerte.
Se levantó, dejó el vestido en el tocador y se fue. Yo me quedé pensativa.
Ya por la noche, mis criadas me estuvieron peinando, vistiendo y demás durante tres horas insufribles, y todo para una estupidez.
Mi padre me vino a buscar a mi habitación.
Yo estaba sentada delante del espejo, mirando cómo me quedaba. Mi padre se colocó detrás de mí y puso sus manos en mis hombros.
-Estás muy guapa, ¿sabías? Al príncipe Ralph le vas a encantar.
-A mí me parece que a ese hombre le gustan más otro tipo de mujeres.
-Raquel, por favor…
-¿Cuántos años tiene?
-Acaba de cumplir veintiuno. Sólo te lleva un año, cariño. Es perfecto para ti.
Suspiré.
-Venga, vamos, que llegamos tarde.
Me levanté y mis padres y yo nos subimos en el carruaje tirado por los caballos y nos encaminamos hacia el castillo.
domingo, 9 de mayo de 2010
Capítulo 1
*Bueno, pues empezamos de nuevo. A ver si os gusta esta historia, y si no, pues la borro, y listo ^^
Espero que os guste:
-Cariño, ya sabes lo que te toca.
Mi padre me lo repetía cada vez que yo me negaba. Estábamos en el año 1365 d.C. Yo había nacido en el seno de una familia noble.
Y estaba prometida.
¿Lo peor? Que no sabía ni quién era mi prometido ni tampoco quería saberlo.
De pequeña había jugado y pasado un gran tiempo con un niño con el que siempre creí que estaría, pero no fue así. Se fue hace muchísimo tiempo. Y era el único con el que quería casarme, aunque en realidad no le recordaba. Ni siquiera su nombre.
Mi prometido era el príncipe Ralph, y no es que hubiera escuchado cosas buenas de él en realidad. Era malvado, cruel, implausible. No era muy querido, vaya.
¡Y yo no quería pasar el resto de mi vida con él!
Apreté los dientes y fulminé con la mirada a mis padres:
-¡No quiero!
-Da igual si quieres o no. Tienes que hacerlo. ¿Tú sabes lo bien que nos haría que te casases con un príncipe?
-Vale, ¡pero quiero otro, no este! Padre, este hombre es cruel, ¡no me podéis hacer esto!
-¡A callar! –Replicó mi madre-. Tú harás lo que nosotros te digamos, y listo.
Con rabia, salí de allí y subí a mi habitación. Me eché a llorar encima de mi cama.
¿Por qué me hacían esto? ¡No quería acabar como mi hermana mayor! También se había casado con un noble por obligación. Alguien a quién no amaba. Y yo no quería lo mismo para mi vida.
De repente petaron en la puerta.
-¡Vete! –grité.
Pero abrieron igual. Era mi madre, y traía un vestido azul de seda. Fruncí el ceño.
-Bien, cariño, aquí tienes.
Me levanté y lo miré.
-Qué es esto.
-Un vestido. ¿No lo ves?
-No, digo para qué lo quiero.
-Oh, bueno, conocerás al príncipe Ralph mañana por la noche, en una fiesta. Y quiero que lo impresiones. Así que te pondrás esto.
-Yo no voy.
-Oh, sí que irás.
-¡Que no! ¡No puedes obligarme! ¡Sólo porque tú seas una amargada sin escrúpulos no significa que quieras también destrozar mi vida!
Y por esto recibí un bofetón en plena cara. Unas lágrimas me resbalaron por las mejillas.
-No vuelvas a hablarme así otra vez. Soy tu madre y tengo derecho a dirigir el rumbo de tu vida. Y este es el que vas a seguir. Toma –me tendió el vestido, y yo, temblando, lo cogí- Pruébatelo. Si no te queda bien, me avisas y lo cambiamos.
Y se fue sin decir nada más. Tiré el vestido al suelo y me tiré encima de la cama.
Menuda suerte la mía.
*Ah, y por último. Acabo de hacer un nuevo blog, un poco especial y diferente, ya veréis a qué me refiero. Es aquí: The Stories Hunter
Y también me gustaría mucho que pasaseis por el blog de Ariana: digo te odio pero te amo
¡¡Os lo agradecería mucho, porque Ariana tiene mucho talento y querría que más gente la leyese!! ¡Gracias! ^^
Espero que os guste:
-Cariño, ya sabes lo que te toca.
Mi padre me lo repetía cada vez que yo me negaba. Estábamos en el año 1365 d.C. Yo había nacido en el seno de una familia noble.
Y estaba prometida.
¿Lo peor? Que no sabía ni quién era mi prometido ni tampoco quería saberlo.
De pequeña había jugado y pasado un gran tiempo con un niño con el que siempre creí que estaría, pero no fue así. Se fue hace muchísimo tiempo. Y era el único con el que quería casarme, aunque en realidad no le recordaba. Ni siquiera su nombre.
Mi prometido era el príncipe Ralph, y no es que hubiera escuchado cosas buenas de él en realidad. Era malvado, cruel, implausible. No era muy querido, vaya.
¡Y yo no quería pasar el resto de mi vida con él!
Apreté los dientes y fulminé con la mirada a mis padres:
-¡No quiero!
-Da igual si quieres o no. Tienes que hacerlo. ¿Tú sabes lo bien que nos haría que te casases con un príncipe?
-Vale, ¡pero quiero otro, no este! Padre, este hombre es cruel, ¡no me podéis hacer esto!
-¡A callar! –Replicó mi madre-. Tú harás lo que nosotros te digamos, y listo.
Con rabia, salí de allí y subí a mi habitación. Me eché a llorar encima de mi cama.
¿Por qué me hacían esto? ¡No quería acabar como mi hermana mayor! También se había casado con un noble por obligación. Alguien a quién no amaba. Y yo no quería lo mismo para mi vida.
De repente petaron en la puerta.
-¡Vete! –grité.
Pero abrieron igual. Era mi madre, y traía un vestido azul de seda. Fruncí el ceño.
-Bien, cariño, aquí tienes.
Me levanté y lo miré.
-Qué es esto.
-Un vestido. ¿No lo ves?
-No, digo para qué lo quiero.
-Oh, bueno, conocerás al príncipe Ralph mañana por la noche, en una fiesta. Y quiero que lo impresiones. Así que te pondrás esto.
-Yo no voy.
-Oh, sí que irás.
-¡Que no! ¡No puedes obligarme! ¡Sólo porque tú seas una amargada sin escrúpulos no significa que quieras también destrozar mi vida!
Y por esto recibí un bofetón en plena cara. Unas lágrimas me resbalaron por las mejillas.
-No vuelvas a hablarme así otra vez. Soy tu madre y tengo derecho a dirigir el rumbo de tu vida. Y este es el que vas a seguir. Toma –me tendió el vestido, y yo, temblando, lo cogí- Pruébatelo. Si no te queda bien, me avisas y lo cambiamos.
Y se fue sin decir nada más. Tiré el vestido al suelo y me tiré encima de la cama.
Menuda suerte la mía.
*Ah, y por último. Acabo de hacer un nuevo blog, un poco especial y diferente, ya veréis a qué me refiero. Es aquí: The Stories Hunter
Y también me gustaría mucho que pasaseis por el blog de Ariana: digo te odio pero te amo
¡¡Os lo agradecería mucho, porque Ariana tiene mucho talento y querría que más gente la leyese!! ¡Gracias! ^^
Suscribirse a:
Entradas (Atom)