¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

jueves, 13 de mayo de 2010

Capítulo 2

Al día siguiente, por la mañana, con ayuda de algunas criadas me coloqué el vestido.
Me queda perfecto, pero por eso lo odiaba.
Me lo quité, y lo arrojé al suelo.
-Señorita, que va a arrugar el vestido… -me dijo Silvia, una de mis sirvientas, y con la que mejor me llevaba.
Me tiré encima de la cama.
-Me da igual.
Silvia suspiró, lo recogió y se sentó a mi lado.
-Cariño, dentro de unas horas conocerás al hombre que pasará el resto de tu vida contigo. Debes, como mínimo, gustarle.
-Pero es que no quiero…
-Nadie está satisfecho con lo que se tiene –alisó el vestido-. Pero al menos tú tienes una bonita casa, unos padres que te quieren…
-En eso discrepo.
-No digas sandeces. Te quieren, pero si no te casas con el príncipe Ralph… Además, tú no quieres a nadie más, así que… ¿qué más te da?
-¿Y tú cómo sabes que es así? Bueno, en realidad no sé. Aunque te parezca increíble… ¿Recuerdas aquel niño con el que jugaba yo siempre de pequeña?
Silvia se lo pensó unos momentos, y luego sonrió.
-Claro que sí.
-Pues… a lo mejor es mi imaginación, pero creo… que sigo enamorada de él. Aunque no sé ni cómo se llama, ni dónde está ahora, ni cómo es, pero…
La mujer sonrió todavía más.
-No lo recuerdo yo tampoco. Bueno, pero de todos modos, si lo vuelves a ver… Que tengas suerte.
Se levantó, dejó el vestido en el tocador y se fue. Yo me quedé pensativa.

Ya por la noche, mis criadas me estuvieron peinando, vistiendo y demás durante tres horas insufribles, y todo para una estupidez.
Mi padre me vino a buscar a mi habitación.
Yo estaba sentada delante del espejo, mirando cómo me quedaba. Mi padre se colocó detrás de mí y puso sus manos en mis hombros.
-Estás muy guapa, ¿sabías? Al príncipe Ralph le vas a encantar.
-A mí me parece que a ese hombre le gustan más otro tipo de mujeres.
-Raquel, por favor…
-¿Cuántos años tiene?
-Acaba de cumplir veintiuno. Sólo te lleva un año, cariño. Es perfecto para ti.
Suspiré.
-Venga, vamos, que llegamos tarde.
Me levanté y mis padres y yo nos subimos en el carruaje tirado por los caballos y nos encaminamos hacia el castillo.