¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

domingo, 30 de mayo de 2010

Capítulo 4

Nos colocamos más o menos en el centro de la sala. Puse mis manos en sus hombros y él puso las suyas en mi cintura.
Yo procuraba mirar a otro lado.
-¿Te intimido?
Le miré.
-¿Perdona?
-Que si me tienes miedo.
-No, por supuesto que no.
-¿Entonces porque evitas mirarme? –me encogí de hombros. Si intentaba entablar una conversación, iba listo-. Mira, tú te casarás conmigo dentro de una semana, y si no te gusta, te aguantas.
-Ah, claro. Oye, sé perfectamente… Mira, olvídalo. Además, da igual. Porque pueden obligarme a vestirme de novia, pueden obligarme a ir a la iglesia, a ir hasta el altar, a decir los votos. Pero lo que no pueden obligarme a hacer es decir sí quiero.
Ralph apretó los dientes, y se acercó a mi oído.
-Como no lo hagas, me encargaré personalmente de que sufras por ello –me susurró. Luego se apartó y me miró-. ¿Te ha quedado claro?
Miró a nuestros padres y les sonrió encantadoramente, pero yo sabía que en realidad estaba fingiendo como un bellaco.
-Y luego me preguntas que por qué no te miro… -murmuré.
-¿Cómo?
-Nada.
Seguimos bailando a paso lento, y él me recorrió con la mirada.
-Bueno… en realidad eres guapa y tienes buena figura. A lo mejor casarme contigo no sea tan malo… -dijo.
Me contuve todo lo que pude para no darle una bofetada en la cara.
-Eres un ser despreciable, ¿lo sabías?
-Algo me han dicho. Pero veo que no soy el único.
Bofetada no, pero le propiné una patada en la espinilla.
-¡Ay! –exclamó.
Me soltó, se agachó y se frotó con cuidado por encima del tobillo.
-¡¿Pero tú eres tonta?! ¡¿Sabes a quién le acabas de golpear?!
Fingí quedar pensativa.
-Bueno… sí, a mi futuro esposo. Qué disfrutes de la fiesta, “querido”.
Me alejé de él y me senté en una silla que había por allí. Mis padres bailaban también, ajenos a lo que había hecho.
Y una figura un poco más baja que yo apareció delante de mí. Era el hermano pequeño de ese imbécil. Tomás.
-¿Te apetece bailar? Una chica tan guapa como tú debería estar bailando.
Sonreí. Al menos su hermano era un cielo.
-Claro que sí.
Me levanté y empecé a bailar con él, aunque le sacaba una cabeza.
-¿Y tú cómo aguantas a tu hermano?
-Normalmente no le hago caso. Es muy… egoísta, supongo. Hasta a veces parece que el pequeño es él. Espero que tengas suerte.
-Gracias. Eres muy amable. Debiste de quedarte con los genes buenos.
Me di cuenta de lo que había dicho cuando terminé de decirlo, y me asusté, pero Tomás rió.
Al final la noche había acabado bien. Mejor que bien.