-Damen –Susurró Elisa-. ¡Damen!
Soltó la espada, que cayó al suelo en un golpe sordo, y empezó a temblar violentamente.
Me asusté. Pensé que le había pasado algo bastante grave.
-Elisa, ¿estás… estás bien?
-Estuve… estuve a punto de… de matarte… -balbuceó.
La cogí de un brazo y la atraje hacia mí, presionándola contra mi pecho con fuerza. Temía que se desvaneciera… o algo. Ella empezó a llorar.
-Ssshh… Va, venga, tranquila, ya está –la consolé.
-¡Casi te mato! –dijo desesperada y con voz temblorosa.
-Ya pasó, amor –murmuré.
Kira consiguió soltarse del hombre que la tenía agarrada y corrió hacia nosotros.
-¡Damen, Elisa!
La miramos, y la abrazamos también, colocándola entre nosotros.
Entonces recordé a Kerian.
-Cógela –le susurré a Elisa, refiriéndome a Kira.
Ella asintió y la cogió en brazos, mientras yo me separaba de ellas. Cogí la espada del suelo y me acerqué a esa asquerosa rata.
Él retrocedió hasta chocar contra la pared, sin quitar el ojo de la espada.
-Hum… Damen, podemos hablar, ya sabes –al ver que yo no reaccionaba, empezó a gritar-. ¡Chicos, cogedle!
Pero ninguno se movió. Estaban paralizados por mí.
-No pueden moverse, Keiran. Y ahora vas a saber lo que es la venganza fría de verdad –le agarré del cuello-. Hum, y tranquilo, le diré a tu hermana que le mandas recuerdos.
Él tragó saliva.
-Da igual. Devon acabará contigo tarde o temprano.
Alcé una ceja ante la mención de Devon, pero le atravesé la hoja por el corazón.
Me aparté casi enseguida de él, y cayó al suelo, ya muerto.
Era demasiado débil. No podía haber hecho todo lo que hizo él solo.
Y sabía perfectamente quién le había ayudado.
-Damen…
Me volví al escuchar la voz de Elisa.
Estaba tapando los ojos de Kira con una mano, para que no viera la escena. Mejor.
Me acerqué a ellas, y le di un beso a Elisa. Al momento hice que le aparecieran unas bailarinas blancas en los pies.
-Vamos, salgamos de aquí.
Según mis cálculos, nos quedaba medio día para que Alex volviera a por nosotros.