¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

lunes, 29 de marzo de 2010

Capíulo 28 (E)

Mientras corría como una posesa hacia la torre, me tropezaba a veces con el suelo, que estaba algo resbaladizo por causa de la lluvia de la noche anterior. Los ángeles, al verme pasar, se volteaban para ver quién era, pero ni les daba tiempo a verme la cara.
Al llegar a la torre, me paré delante de la puerta, dónde dos hombres fornidos vestidos de uniforme blanco me prohibían el paso.
-¿Y tú qué quieres? -preguntó el de la derecha.
-Emmm... tengo que ir. Es que... mi familia está ahí dentro.
-Mira, niña, ¿esa es la mejor excusa que se te ocurre? Muchos han... -me miró fijamente- un momento, ¿tú eres de aquí?
-Bueno... n... sí, soy de aquí.
-¿Estás segura? ¿Puedes demostrarlo?
Respiré hondo.
-Sí, puedo demostrarlo. Preguntad... lo que queráis.
-¿Cuántos años tienes? -me preguntó el de la derecha.
¿Y eso qué tenía que ver?
-Dieciséis... ¿por?
-¿Cómo que por? ¿Segura de que eres de Saints?
-¡Sí, estoy segura, es sólo que...! Bueno... ¿qué me iba a preguntar?
-¿En qué casa vives? ¿Y con quiénes la compartes?
-Pues... pues... -pensé rápido, algo que no ocurría muy seguido-. Vi-vivo en aquella casa -les señalé la casa de dónde acababa de salir-, con... con Damen, Andrew, eh... -vamos, recuerda, recuerda-, Jo-Jonan, Cecil, Jack y... y Brad.
Los hombres asintieron.
-Vaya, debe de ser muy duro que la Inquisición te pusiera con chicos. Bien, está bien. No nos fiamos un pelo de ti, pero pareces decir la verdad, así que... pasa.
Sonreí, y las puertas se abrieron al pisar la alfombrilla. Dentro del edificio, suspiré de alivio mientras cerraba los ojos. Qué porquería de seguridad. Al abrirlos, miré toda la planta.
Era enorme, dónde había gente que iban de aquí para allá con papeles o simplemente para pedirles a las secretarias o a los guardias dónde estaba cualquier sitio. Había un mostrador bastante largo que rodeaba una gran columna justo en el centro del lugar. Y muchas secretarias detrás de él, dónde me acerqué a una de ellas.
Al verme acercarme, me sonrió.
-Dime, ¿qué desea? –preguntó.
-Me gustaría saber en qué planta está el despacho del jefe de… esto… de este edificio, si me lo permite –no recordaba el nombre del lugar, y eso que se lo había escuchado alguna vez a Damen.
-Es el piso 87, el último. ¿Ha pedido cita?
-Sí, claro –mentí-. Si no me equivoco… -miré mi reloj- dentro de dos… minutos. Puede mirarlo si quiere –dije convencida.
Que no lo mire, que no lo mire, que no lo mire…
-Ah, bueno, si es así, pase.
-¿No lo va a comprobar? –pregunté sorprendida.
-No, me fío de su cara angelical –y se rió.
Qué chistazo. Carraspeé, sonreí y asentí, antes de largarme de allí. Busqué las escaleras o un ascensor, y tuve la suerte de encontrarme uno, aunque había muchos más en varias esquinas. Le di al botón y esperé, y al llegar subí y le di al botón –entre otros muchos- ochenta y siete. El ascensor era de cristal, y se podía ver todo el exterior. Mientras ascendía, me quedé embobada mirando toda la ciudad y más allá, dónde había bosques, colinas, campos verdes con casas apartadas de aquí y demás. Pero algo –una intuición, quizá-, hizo que mirase abajo y me horroricé: Damen, Susan y los demás me estaban buscando. Se habían separado, y no es que éste estuviera lo que se dice contento…
Tragué saliva y miré hacia arriba, ya me quedaba poco para llegar a esa planta tan elevada. Cuando por fin estuve ya allí, salí del ascensor y entré en la planta. Era un pasillo largo. Caminé y caminé, hasta llegar a dos puertas. Peté, y la abrí al escuchar un fuerte “¡Pasa!” al otro lado. Era un despacho bastante bien proporcionado, con muchos libros en las estanterías de cristal y una mesa llena de papeles con un hombre sentado en un gran sillón de cuero negro y escribiendo detrás de ésta. Al sentirme, levantó la vista y sonrió, aunque no pude interpretar muy bien esa sonrisa…
-Vaya, ¿tú eres…? –preguntó el hombre.
-Soy Elisa, y… ¿fue usted quién…?
-¿Quién…?
-¿Quién me llamó para que viniera a por mi familia?
-¿Tu… familia? –se quedó pensativo, pero luego abrió mucho los ojos-. ¡Ah! Es verdad, encontramos a un hombre, su esposa y su hijo humanos perdidos en el bosque, y los trajimos aquí. ¿Pueden ser…?
-¡Sí! ¡Son ellos!
-Pero… si son tu familia y son humanos… eso quiere decir que tú también lo eres, y que no deberías estar aquí, ¿no crees? ¿Es que mentiste a los guardias de abajo?
Mierda, caí como idiota.
-Bueno, yo… es que… tenía que venir a por ellos.
-¿Y cómo sabías que estaban aquí?
Pregunta trampa. Pero esta vez no sería tan estúpida como para delatar a Damen y los demás.
-Pues… verá, vine aquí por un ángel que no conocía de nada y… bueno… hizo un portal y me metí, y luego encontré la ciudad y llegué hasta este edificio… y vi a mi hermano acompañado de un guardia…
-Ah, ya entiendo, está bien, te creo.
Pero su mirada le delataba: no se lo creía para nada, pero si era así, ¿por qué no me decía nada?
-Está bien, mira, ahora mismo no pueden ir contigo, pero si vuelves mañana por la mañana, podréis iros todos a casa. ¿Te parece?
-Sí… supongo que sí… -respondí sin mucho énfasis.
-Bien, entonces hasta mañana. Puedes irte.
Cabizbaja, volví al ascensor y bajé las plantas.
Al salir de él, me esperaba Damen. Empecé a temblar. La bronca que iba a recibir...

sábado, 27 de marzo de 2010

Capítulo 27 (E)

*Oh, perdonad, esta cabeza mía... ^^ Si no fuera por Nina-rcc (te lo agradezco mucho ^^) no me habría dado cuenta. Ahora el vampire's black heart, como ya lo dejé claro allí, voy a poner la otra historia en el mismo blog, así que cambié el nombre. Ahora se llama así:
http://the-dreams-giver.blogspot.com/
¡Muchas gracias, y lo siento! :D

Después de que Susan me dejara otra vez sola en la habitación de Damen, éste y cuatro chicos más entraron. Ya no llevaba las gafas. Me los quedé mirando. Me parece que ya sé dónde se esconden los chicos guapos. Todos tenían... cara de ángel, ni más ni menos. Me quedé embobada.
-Elisa, estos son Andrew, Jonathan, Cecil -éste último lo dijo entre dientes-, y por supuesto, Jack.
-Todavía me recuerdas, ¿verdad? -preguntó mientras me tendía la mano, la tomé y me besó los nudillos en una reverencia antes de volver a soltarla.
-Por supuesto que sí -respondí algo aturdida.
-Bien, yo soy Jonathan, otro ángel como Damen y Jack, pero puedes llamarme Jonan -dijo el chico rubio de unos ojos verdes como la propia naturaleza-. Es un placer conocerte por fin, Elisa, aunque haya sido en estas circunstancias tan difíciles. Realmente espero que te pongas bien, aunque tu aspecto es inmejorable.
Me quedé sin palabras, y Jonathan sonrió por ello. Sin duda una sonrisa que te dejaba sin aliento. ¿Cómo podía haber chicos tan maravillosos como estos? ¿Y por qué justo me tuvo que tocar el más bastardo de todos?
Uno de pelo castaño claro con ojos marrones adelantó un paso.
-Bien, yo soy Andrew, y no soy exactamente un ángel.
-¿Qué? -pregunté confundida.
-Verás, aquí todos lo somos, pero no todos trabajan de eso.
Miré a Damen, que asintió.
-Sí, es verdad. Incluso se podría decir... que yo no lo soy en realidad.
-¿Cómo?
Bufó.
-Nunca creí que debería estar aquí, en el cielo -dijo casi como apenado.
-¡¿Cómo que no?! Vale que no eres el chico más dulce y encantador del mundo, ¡pero tampoco es para no entrar en el cielo! ¡¿Por qué crees eso?! -pregunté medio gritando.
-Porque es un enorme pecado estar tan bueno como yo -me soltó.
Los chicos rieron, aunque yo puse los ojos en blanco.
-Me reitero en lo dicho. Andrew, por favor, explícame.
-Bien, yo soy un ángel "DemonHunter" -me dijo-. Un cazador de demonios. Suele ser bastante útil, y muy divertido, aunque apenas puedo salir de Arglis, pero supongo que no pasa nada. Cualquiera daría su vida por hacer una visita a este maravilloso lugar. Un sueño hecho realidad, supongo.
-Bueno, y falto yo -dijo, si no me equivoco, Cecil, un chico de pelo negro como el azabache y de ojos negros-. Yo tampoco soy lo que se dice un verdadero ángel. Yo soy un ángel "DreamHunter".
-¿Cazador de sueños?
-Sí. Cuido los sueños de la gente que lo necesita.
Me quedé maravillada. ¿Quién lo hubiera dicho?
-Bueno, venga, largaos, que tiene que dormir -dijo de repente Damen.
Cecil le miró.
-Vaya, Damen, ¿desde cuando te preocupas por una chica? ¡Oh, ya sé, desde que K...!
Jack le tapó la boca con la mano, y Damen casi le propina un puñetazo en la cara, pero se contuvo. Carraspeó.
-Qué duermas bien, Elisa -me dijo.
Todos fueron saliendo, e iba a cerrar la puerta cuando dijo:
-Como hagas solamente una estupidez de las tuyas... de verdad que estás muerta.
Asentí con cuidado. Cerró la puerta. Chasqueé la lengua, me levanté de la cama y fui hacia la ventana. Ya era de día. La abrí y saqué la cabeza fuera, y lo que vi me iluminó la vista.
Era una ciudad realmente fantástica. Se parecía a la ciudad de Nueva York, por lo que vi en el Discovery Channel, pero casi todos los edificios eran como cristal, o diamantes. Los rayos del sol se reflejaban en los edificios, creando arcoiris por todas partes, y la gente... Los padres paseaban con sus hijos, pero al fijarme mejor vi que los niños tenían alas esponjosas en los omóplatos. Y algunos adultos también. Los ancianos también paseaban tranquilamente por la ciudad, entrando y saliendo de las tiendas, pero lo que más me llamaron la atención... fue un gran edificio totalmente de cristal en el centro de la ciudad, con muchas plantas, dónde podía acariciar las nubes. Y por último una torre, algo más pequeña, pero también de altura considerable, en el que ambos estaban protegidos por guardias. ¡Allí debía de estar mi familia! ¡No sabía si era intuición o algo, pero sabía que estaban ahí!
Me puse los tenis y la chaqueta y salí por la ventana, bajando gracias a una hilera que había al lado. Damen me mata, pero mi familia primero. ¡Y seguramente dentro de poco recuperaría mi memoria! ¡Estaba segura!

jueves, 25 de marzo de 2010

¡Premio!


Esta entrada es para dedicarla a un gran blog, además de que me ha dado un premio que la verdad me hizo mucha ilusión ^^
http://aworldofchancesofficial.blogspot.com/
¡¡¡De verdad Marina que me hizo mucha ilusión!!!
¡Por favor, tenéis que visitar su blog, porque es increíble!
¡Y te vuelvo a dar las gracias, es que no me canso de dártelas! ^^

viernes, 19 de marzo de 2010

Capítulo 26 (E)

Me desperté, pero no abrí los ojos. Primero quería analizar la situación.
Un poco de viento entraba en el lugar, pero era una suave brisa, bastante relajante, que me acariciaba la cara. Y sin duda estaba en un lugar cálido, y estaba sobre algo bastante mullido y cómodo: una cama. Vale, bien. Después escuché algún ruido que me indicara dónde estaba, pero lo único que oí fue de vez en cuando un pasar de hojas de un libro. Al final abrí los ojos.
Estaba en una habitación de color azul relajante, de tamaño normal, dónde había una ventana abierta por dónde pasaba la brisa de antes, y en una esquina había alguien sentado en un sillón, leyendo un libro, pero no podía verle la cara, ya que el libro se la tapaba. Me incorporé poco a poco, pero al momento dejé de intentarlo: me dolía todo el cuerpo.
-Yo que tú ni lo intentaba, insensata -dijo la persona que estaba detrás del libro-. Por ser tan estúpida, este es tu castigo.
Sin duda, la voz era de Damen, y para mi sorpresa, era la que más deseaba escuchar. Volví a incorporarme, quedando sentada, y éste estaba con una pierna sobre la otra, sentado elegantemente sobre el sofá, y... llevaba gafas.
Me quedé sorprendida.
-¿Usas gafas? -pregunté antes de nada.
La verdad... es que me encantaba como le quedaban. Le favorecían.
Bajó el libro rápidamente y me escudriñó con los ojos.
-¿Algún problema? ¿Acaso es que en vez de ir por portales pintando la mona como tú sóla sabes hacer, te vas a meter con mi vista defectuosa? Ya sé que tengo una cara bonita y maravillosa, pero nadie es perfecto, y sí, si lo vas a preguntar, uso lentillas. Sufro miopía -y volvió a enfrascarse en la lectura.
-Lo... lo siento... -susurré. Bufó sin levantar la vista del libro-. Yo... es que... estaba... ¡es que no volvías! ¿Cómo pretendías que esperase sentada...?
De repente cerró el libro con fuerza, y me miró a través de los cristales, con el ceño fruncido.
-¡Pues haber esperado igual! ¡¿Pero tú en qué estabas pensando?! -se levantó, dejando las gafas en el sillón junto con el libro, y se fue acercando a mí-. ¡¿Es que tienes hueca la cabeza?! ¡No sólo se utiliza para peinarla, ¿sabes?! -miré hacia la colcha, y Damen respiró hondo-. ¡Es que no lo entiendo! ¡Y mírame cuándo te hablo!
-¡Ya lo hago, pero es que tú...!
-¿Te doy miedo? ¿Te intimido? ¡Tú, lo que deberías, es plantar cara, y la próxima vez no hacer actos tan estúpidos!
Se cruzó de brazos. Con lo tranquilo que parece siempre, nunca me lo habría imaginado enfadado, y mucho menos conmigo, ya que normalmente le resulto indiferente.
-¿Por qué te enfadas? -pregunté.
Mi pregunta le confundió, pero me respondió enseguida.
-¿Sabes por qué? Mira, te lo explicaré hipotéticamente. ¿Sabes por qué las personas se enfadan con otras por estupideces que han hecho? ¡¿Sabes por qué?! -gritó, y yo negué con la cabeza encogida-. Bueno, porque esas personas son especiales para ellas, por eso se enfadan. ¿Por qué un padre se enfada con su hijo pequeño cuando hace algo indebido como cruzar la carretera solo? Fácil, porque le importa su vida, porque tiene miedo de que le pase algo. Porque no quiere que eso vuelva a suceder. Porque si no ni se molestaría en enfadarse. Porque lo quiere.
Ahora sí que le miré, sorprendida.
-¿Qué... me estás intentando decir con eso?
Se acercó hasta mi lado, y se arrodilló en el suelo, con los que increíblemente quedamos a la misma altura, y me miró directamente a los ojos. Sentí como la sangre llegaba a mis mejillas.
-Elisa -me entró un escalofrío-. Sé que sabes lo de que debí irme de tu lado hace una semana. Te voy a dejar una cosa clara: antes te protegía porque estaba obligado a hacerlo, pero ahora te protejo porque me importas, y eres la primera chica desde... bueno, tú ya sabes, que... no sé, me caes bien. Por eso te ayudaré.
Sin duda era como un ángel.
Yo me había quedado colgada mirando sus ojos azules, el corazón se me aceleró, y me sonrió cuando se dio cuenta de ello. Se levantó, me remolinó el pelo con cariño y se metió las manos en los bolsillos del pantalón. Se dio media vuelta, cogió las gafas y se las puso, y el libro, y se fue hacia la puerta, pero antes de irse, sin mirarme y alzando el brazo y el dedo índice a la altura de la cabeza, dijo:
-Ah, por cierto, si vuelves a hacer una estupidez de las tuyas, estás muerta -se volvió hacia mí-. ¿Te quedó claro? -asentí, me había quedado sin habla-. Bien. Voy a avisar a la gótica, que parece un hámster en su jaula.
Desapareció por la puerta, y pude escuchar sus gritos:
-¡Hámster! ¡Tu novia se ha despertado!
Puse los ojos en blanco. El Damen de siempre ha vuelto, pero esta vez me reí de su estupidez, algo que no era normal.
-¡No somos lesbianas! -gritó Susan.
Me reí otra vez. De repente, ésta apareció por la puerta, y al verme más o menos bien, vino hacia mí con una sonrisa y se sentó a mi lado en la cama.
-¡Elisa! ¡Me habías asustado, no te despertabas! -Dijo-. Aunque bueno, Damen era el que estaba más asustado. Tenías que verle. Le volviste loco de preocupación, hasta su pelo plateado parecía blanco -alcé las cejas.
Vaya, al parecer decía la verdad.
-¿Sabes dónde estamos? -dije sin mucho ánimo, todavía algo conmocionada.
-En Saints. En casa de los chicos. Esta es la habitación de Damen.
Paseé la mirada por toda la estancia. La verdad no parecía una habitación típica de adolescente, pero lo más raro es que en las paredes había colgados cuadros hechos con piezas de puzles.
-No sabía que a Damen le gustara hacer puzles -comenté.
-Sí, me lo dijo una vez. Creo que le relaja, o algo así...
Qué cosas, pero yo seguía pensando en otra cosa, y Susan se dio cuenta.
-Elisa, ¿estás bien? ¿Quieres que llame...?
-¡No! No, gracias. Emmm... Susan... ¿puedo preguntarte algo?
-Claro.
-¿Tú has estado enamorada alguna vez?
-Uf, sí, bastantes veces, pero... nunca salió bien. Los hombres pueden ser bastantes traicioneros.
-¿Y cómo sabías que lo estabas?
-Bueno, cada vez que estaba cerca de él... me ponía completamente roja, tartamudeaba si estaba cerca, el corazón se me volvía loco...
-Ah -miré a la ventana.
-¿Por qué? ¿Ocurre algo?
-Eh... no, no, tranquila -le sonreí como si no pasara nada, pero en el fondo sabía algo me estaba ocurriendo con respecto a Damen, y esta vez no era odio lo que sentía...

martes, 16 de marzo de 2010

Capítulo 25 (E)---(D)

(E)-¡¡He dicho que te sientes, leñe!! -exclamó Susan.
Me sentó a la fuerza a los pies de un árbol que había en la esquina derecha de la carretera, con ayuda de Yin Yang. Intenté levantarme, pero no me dejó.
-Que estoy... bien... -dije con un hilo de voz.
La verdad es que no lo estaba. Sentía como la noche daba vueltas, y tenía mucho, mucho calor, a pesar de que estaba lloviendo, y el viento venía del norte. Estaba sudando.
-No, no estás bien. Siéntate y espera.
-No, tengo que... ir a... por mi... fam...
-¡¡Que sí, pesada!! ¡Pero después, cuando estés mejor! ¡Ahora señorita, te quedas dónde estás!
-Susan, por... por... -sentía como se me iba la cabeza.
Tenía un sueño increíble, pero temía quedarme otra vez inconsciente y que algo pasara. El rostro mojado de Susan me escuadriñaba en la oscuridad, apretando los dientes.
-Como no te quedes dónde estás, ¡no seré responsable de mis actos! -intenté otra vez levantarme, y Susan iba a oponerse, pero no le hizo falta, no podía ya ni con mis fuerzas-. Elisa, por favor...
¿Susan suplicando? Se sentó a mi lado, apartando a Yin Yang, que se puso a mi otro lado. Le toqué la cabeza mojada.
-Mira, es... es la primera vez... jo, no puedo creer que vaya a decir esto -hizo una pausa, y suspiró-. Es la primera vez que tengo una amiga de mi edad. Normalmente me llevo bien con los chicos, porque a veces siento que soy como... ellos, pero tú... no sé, eres diferente a las demás. Por eso me caes bien. Que no haya tenido una amiga nunca no significa que no pueda tener una ahora, así que si te pasara algo... me dolería mucho.
La miré, y le sonreí. Era la primera vez que alguien me decía algo tan bonito desde que me desperté.
-Gracias -dijimos al unísono. Reímos, pero lo dejé enseguida, me dolía todo.
Susan alzó la mano a mi frente, y la apartó enseguida.
-Elisa, estás hirviendo -dijo asustada.

(D)Los seis salimos a la carretera. Ahora sí que nos mojábamos. Algunos dragones surcaban los cielos amenazantes, pero por suerte con la oscuridad no parecían ver bien, por lo que no nos distinguieron.
-¿Y si no las encontramos? -preguntó Brad preocupado-. ¡¿Y si les ha pasado algo?! ¡¿Qué haremos?!
-Joer, ¡¿quieres callarte ya?! -grité-. Deja de quejarte.
-Por favor, -dijo Jack- callaos los dos.
Seguimos caminando, y entre la oscuridad y la poca luz que transmitían las estrellas, vimos a lo lejos dos figuras sentadas debajo de un árbol, a la lluvia. El corazón se me aceleró por los nervios.
-¡Vamos! -gritó Andrew.
Nos encaminamos carretera arriba hasta llegar. Eran ellas. Me quedé mirando a Elisa, que estaba contra el árbol, y yo todavía de pie, con los ojos entrecerrados.
-¡¡Susan, Elisa!! -gritó Brad-. ¡Estáis...! -se interrumpió-. ¿Elisa? ¿Estás bien?
Su tono de voz me llamó la atención. Por la lluvia y la oscuridad no le veía bien la cara, así que con el ceño fruncido me acerqué a ella y me arrodillé.
Y me quedé paralizado.
Tenía las mejillas rojas como un tomate, y no exageraba, y el resto de la cara la tenía alarmantemente pálida. Y estaba inconsciente.
Le toqué la frente mojada, que estaba hirviendo. Miré a Susan.
-Íbamos caminando cuando se desmayó. Le dije que se sentara, pero no quería, y al final... se quedó dormida. No sé qué le pasa... -dijo esto último con voz rota, entre algún que otro sollozo.
Volví a mirar a Elisa sin decir nada. Tragué saliva, respiré hondo para calmarme -de verdad que entre la preocupación y los nervios, me están matando-, y la cogí en brazos. Me levanté.
-Elisa. ¡Elisa, despierta! -dije-. ¡Despierta, idiota! -pero seguía sin abrir los ojos.
-Hay que llevarla a casa, Damen -dijo Jonathan.
-Sí, me temo que en este estado... le puede pasar cualquier cosa -le siguió Jack-. Así que démonos prisa.
-Pero... ¿y si las descubren? -preguntó Brad-. ¿Qué hacemos?
-No lo harán -dije todavía mirando el rostro pálido y rojizo de Elisa.
La seguridad de mi voz les convenció. Asintieron y nos encaminamos a la ciudad de Saints.
Antes creía que el miedo era irracional, que no servía para nada, y que por eso yo no lo sentía. Pero desde que conocía a Kate, empecé a sentir miedo de perderla, o de que le pasara algo y yo no pudiera hacer nada para remediarlo. Y cuando se fue, no volví a sentirlo.
Pero me parece que ahora... he vuelto a tenerlo, y estoy más aterrorizado que nunca.

sábado, 6 de marzo de 2010

Capítulo 24 (E)---(D)

*Antes de nada, siento molestaros, pero me gustaría que pasaráis por el blog de mi primo ^^
http://barsajenios.blogspot.com/ Es nuevo, y como ya dice el título, va sobre el equipo del Barsa. ¡Muchas gracias! :D


(E)Seguíamos caminando, pero... volvimos al mismo sitio.
Susan estalló en un ataque de nervios:
-¡¿Pero es que en este estúpido bosque no hay salida?!
-¿Sabes? Me parece que lo de venir aquí fue una mala idea... -murmuré.
Yin Yang y ella se volvieron despacio hacia mí y me fulminaron con la mirada, enseñando los dientes:
-Elisa... -dijo con voz temblorosa-. He ido desde mi casa hasta este bosque por ese portal. He caído en este suelo, me hizo mucho daño y arrastré conmigo a un gato negro, sólo para venir a por ti. Hemos caminado durante dos horas rodeando el bosque, y hemos vuelto al principio. Y todo esto... ¡¿SÓLO PARA QUE AHORA, DESPUÉS DE TODO LO QUE HEMOS PASADO, ME DICES QUE FUE UNA MALA IDEA VENIR AQUÍ?! ¡¡¡¡¿¿¿¿PERO TÚ EN QUÉ PUÑETAS ESTABAS PENSANDO????!!!!
Tragué saliva.
-Pues... en... mi familia... -susurré.
Respiró hondo, puso los ojos en blanco y alzó las manos con impaciencia infinita.
-¡Vamos! Y cómo ahora me digas que no estás segura de seguir cuando no podemos volver a casa, ¡te capo!
-Va... vale...
Seguimos caminando, pero en vez de esta vez por el camino de siempre, nos desviamos gracias a Yin Yang. Y fue nuestra salvación. Llegamos a una carretera. Pero no pasaban coches. Bueno, a lo mejor era porque ya era de noche. Alcé la muñeca izquierda, dónde tenía el reloj, pero... no funcionaba. Le di unos toquecitos al cristal, pero fue inútil. No iba. Susan me miró de reojo.
-¿Qué pasa?
-Que el reloj no va.
Susan cogió su móvil del bolsillo, y se quedó parada.
-El móvil no funciona. Vale, esto es raro. Y aún por encima estamos perdidas, sin noción del tiempo y sin poder comunicarnos con nadie. Este día no puede ir peor.
Iba a advertirle de que no fuera gafe, pero demasiado tarde. Empezó a llover. Yin Yang se cubrió entre nosotras.
-Que no puede ir peor, ¿eh? -dije-. Si no hubieras hablado...
-¡¿Que si no hubiera hablado?! ¡Pero...!
Un estruendo enorme en el cielo la interrumpió. Un ser enorme pasó volando por encima de nuestras cabezas. Era un dragón, pero no tan bonito como Damen, sino que en vez de pelo tenía escamas, la cola acababa en punta, y era totalmente negro, con alas de murciélago. Desapareció al momento. Susan y yo nos abrazamos.
-¿Y... y... y ahora qué...? -tartamudeé por el frío y la lluvia.
-Pues no lo sé. ¿Por qué tartamudeas? ¿Estás bien?
Estornudé. Empecé a toser, y tuve sueño.
-Elisa, te estás poniendo roja. Elisa... ¡Elisa!
Pero ya no la oí. Me desmayé.

(D)Abrí un portal, y caímos cada uno en una fila, casi una caída perfecta, en el bosque. Había empezado a llover, pero los árboles frenaban las gotas.
Cada uno se fue por un lado, hasta que Andrew gritó:
-¡Aquí hay pisadas!
Todos fuimos hacia él. Las pisadas seguían por un perdido sendero, pero las seguimos. Pero de repente, las pisadas se volvieron en dos filas, siguiendo el mismo camino y las otras desviándose.
-¿Cuál seguimos? -preguntó Jack.
-Por supuesto, seguimos el camino -dijo Cecil-. ¿No véis que se ve perfectamente que las pisadas son recientes? Si nos desviamos, podremos ir a cualquier sitio, así que...
-¿Estás totalmente seguro? -pregunté entre dientes. Sinceramente, no me cae bien, aunque en realidad, no me cae bien casi nadie, pero a él le tengo cierta manía.
-Pues claro -dijo convencido-. ¿Crees que soy estúpido?
-¿Tengo que responder a eso? Porque...
-¡Bueno, parad ya! -gritó Jonathan-. ¡Vamos o no!
Los dos pusimos los ojos en blanco y seguimos el camino, peeero... volvimos al principio.
Puse las manos detrás de la espalda y me acerqué a Cecil, mirándole con sorna:
-Vaya, vaya, vaya... -murmuré-. Con que... ¿No véis perfectamente que las pisadas son recientes? Si nos desviamos podemos ir a cualquier otro sitio, así que... -le imité con voz burlona-. Así que tú eres extremadamente imbécil, chaval. Qué pasa, ¿es que tus padres son hermanos?
Cecil apretó los dientes.
-Bueno, normal, los pobres deben de estar decepcionados por tener un hijo tan estúpido y...
-¡Bueno, ya está! -Cecil se me lanzó encima, y empezamos a pelear.
Pero Jonathan, Brad, Jack y Andrew nos aguaron la fiesta, como siempre. Nos separaron a ambos. Me sacudí la camisa del polvo.
-Oye, que es de Calvin Klein... no me la manches -exclamé.
-Con que te gusta la ropa de marca, ¿eh? -gruñó Cecil.
-Bueno, en realidad me lo compré en las rebajas de invierno -y susurré-, ya sabes, con la crisis y tal -le dediqué una sonrisa con burla.
-¿Y si te gustan tanto -dijo con infinita paciencia-, por qué no te hiciste modelo de sus calzoncillos? Oh, ya sé, porque no eras suficiente para ellos, ¿verdad?
-En realidad me lo propusieron, pero las tallas más grandes... me quedaban pequeñas -y le sonreí burlonamente. Me gruñó a lo bestia.
-¡¿No véis que ahora mismo Elisa y Susan deben de estar llorando perdidas?! ¡¿Y si un demonio o algo las han cogido o...?! ¡O peor! ¡Que los ángeles las hayan cazado! -gritó Jack enfadado.
¿Elisa... llorando? No, por favor, otra vez no. Odio cuando las mujeres lloran... Miré a Brad, que se mordía los uñas nervioso. Debía de estar preocupado por Susan.
Empecé a caminar.
-¿Adónde vas? -gritó Andrew.
-¿Tú que crees idiota? ¡Voy a por Elisa! Quedándome en el suelo no voy a conseguir nada.
Los demás me siguieron. Sería difícil, pero la encontraría.