¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

viernes, 19 de marzo de 2010

Capítulo 26 (E)

Me desperté, pero no abrí los ojos. Primero quería analizar la situación.
Un poco de viento entraba en el lugar, pero era una suave brisa, bastante relajante, que me acariciaba la cara. Y sin duda estaba en un lugar cálido, y estaba sobre algo bastante mullido y cómodo: una cama. Vale, bien. Después escuché algún ruido que me indicara dónde estaba, pero lo único que oí fue de vez en cuando un pasar de hojas de un libro. Al final abrí los ojos.
Estaba en una habitación de color azul relajante, de tamaño normal, dónde había una ventana abierta por dónde pasaba la brisa de antes, y en una esquina había alguien sentado en un sillón, leyendo un libro, pero no podía verle la cara, ya que el libro se la tapaba. Me incorporé poco a poco, pero al momento dejé de intentarlo: me dolía todo el cuerpo.
-Yo que tú ni lo intentaba, insensata -dijo la persona que estaba detrás del libro-. Por ser tan estúpida, este es tu castigo.
Sin duda, la voz era de Damen, y para mi sorpresa, era la que más deseaba escuchar. Volví a incorporarme, quedando sentada, y éste estaba con una pierna sobre la otra, sentado elegantemente sobre el sofá, y... llevaba gafas.
Me quedé sorprendida.
-¿Usas gafas? -pregunté antes de nada.
La verdad... es que me encantaba como le quedaban. Le favorecían.
Bajó el libro rápidamente y me escudriñó con los ojos.
-¿Algún problema? ¿Acaso es que en vez de ir por portales pintando la mona como tú sóla sabes hacer, te vas a meter con mi vista defectuosa? Ya sé que tengo una cara bonita y maravillosa, pero nadie es perfecto, y sí, si lo vas a preguntar, uso lentillas. Sufro miopía -y volvió a enfrascarse en la lectura.
-Lo... lo siento... -susurré. Bufó sin levantar la vista del libro-. Yo... es que... estaba... ¡es que no volvías! ¿Cómo pretendías que esperase sentada...?
De repente cerró el libro con fuerza, y me miró a través de los cristales, con el ceño fruncido.
-¡Pues haber esperado igual! ¡¿Pero tú en qué estabas pensando?! -se levantó, dejando las gafas en el sillón junto con el libro, y se fue acercando a mí-. ¡¿Es que tienes hueca la cabeza?! ¡No sólo se utiliza para peinarla, ¿sabes?! -miré hacia la colcha, y Damen respiró hondo-. ¡Es que no lo entiendo! ¡Y mírame cuándo te hablo!
-¡Ya lo hago, pero es que tú...!
-¿Te doy miedo? ¿Te intimido? ¡Tú, lo que deberías, es plantar cara, y la próxima vez no hacer actos tan estúpidos!
Se cruzó de brazos. Con lo tranquilo que parece siempre, nunca me lo habría imaginado enfadado, y mucho menos conmigo, ya que normalmente le resulto indiferente.
-¿Por qué te enfadas? -pregunté.
Mi pregunta le confundió, pero me respondió enseguida.
-¿Sabes por qué? Mira, te lo explicaré hipotéticamente. ¿Sabes por qué las personas se enfadan con otras por estupideces que han hecho? ¡¿Sabes por qué?! -gritó, y yo negué con la cabeza encogida-. Bueno, porque esas personas son especiales para ellas, por eso se enfadan. ¿Por qué un padre se enfada con su hijo pequeño cuando hace algo indebido como cruzar la carretera solo? Fácil, porque le importa su vida, porque tiene miedo de que le pase algo. Porque no quiere que eso vuelva a suceder. Porque si no ni se molestaría en enfadarse. Porque lo quiere.
Ahora sí que le miré, sorprendida.
-¿Qué... me estás intentando decir con eso?
Se acercó hasta mi lado, y se arrodilló en el suelo, con los que increíblemente quedamos a la misma altura, y me miró directamente a los ojos. Sentí como la sangre llegaba a mis mejillas.
-Elisa -me entró un escalofrío-. Sé que sabes lo de que debí irme de tu lado hace una semana. Te voy a dejar una cosa clara: antes te protegía porque estaba obligado a hacerlo, pero ahora te protejo porque me importas, y eres la primera chica desde... bueno, tú ya sabes, que... no sé, me caes bien. Por eso te ayudaré.
Sin duda era como un ángel.
Yo me había quedado colgada mirando sus ojos azules, el corazón se me aceleró, y me sonrió cuando se dio cuenta de ello. Se levantó, me remolinó el pelo con cariño y se metió las manos en los bolsillos del pantalón. Se dio media vuelta, cogió las gafas y se las puso, y el libro, y se fue hacia la puerta, pero antes de irse, sin mirarme y alzando el brazo y el dedo índice a la altura de la cabeza, dijo:
-Ah, por cierto, si vuelves a hacer una estupidez de las tuyas, estás muerta -se volvió hacia mí-. ¿Te quedó claro? -asentí, me había quedado sin habla-. Bien. Voy a avisar a la gótica, que parece un hámster en su jaula.
Desapareció por la puerta, y pude escuchar sus gritos:
-¡Hámster! ¡Tu novia se ha despertado!
Puse los ojos en blanco. El Damen de siempre ha vuelto, pero esta vez me reí de su estupidez, algo que no era normal.
-¡No somos lesbianas! -gritó Susan.
Me reí otra vez. De repente, ésta apareció por la puerta, y al verme más o menos bien, vino hacia mí con una sonrisa y se sentó a mi lado en la cama.
-¡Elisa! ¡Me habías asustado, no te despertabas! -Dijo-. Aunque bueno, Damen era el que estaba más asustado. Tenías que verle. Le volviste loco de preocupación, hasta su pelo plateado parecía blanco -alcé las cejas.
Vaya, al parecer decía la verdad.
-¿Sabes dónde estamos? -dije sin mucho ánimo, todavía algo conmocionada.
-En Saints. En casa de los chicos. Esta es la habitación de Damen.
Paseé la mirada por toda la estancia. La verdad no parecía una habitación típica de adolescente, pero lo más raro es que en las paredes había colgados cuadros hechos con piezas de puzles.
-No sabía que a Damen le gustara hacer puzles -comenté.
-Sí, me lo dijo una vez. Creo que le relaja, o algo así...
Qué cosas, pero yo seguía pensando en otra cosa, y Susan se dio cuenta.
-Elisa, ¿estás bien? ¿Quieres que llame...?
-¡No! No, gracias. Emmm... Susan... ¿puedo preguntarte algo?
-Claro.
-¿Tú has estado enamorada alguna vez?
-Uf, sí, bastantes veces, pero... nunca salió bien. Los hombres pueden ser bastantes traicioneros.
-¿Y cómo sabías que lo estabas?
-Bueno, cada vez que estaba cerca de él... me ponía completamente roja, tartamudeaba si estaba cerca, el corazón se me volvía loco...
-Ah -miré a la ventana.
-¿Por qué? ¿Ocurre algo?
-Eh... no, no, tranquila -le sonreí como si no pasara nada, pero en el fondo sabía algo me estaba ocurriendo con respecto a Damen, y esta vez no era odio lo que sentía...