Bajamos las escaleras, y salimos de la catedral. Kira vino hacia nosotros, pero no dijo nada. Nosotros tampoco.
Mientras caminábamos, Damen sacó de su bolsillo la carta que le trajo el hijo de… su madre –ejem-, que me llamó rellenita.
Mientras él la leía, frunciendo el ceño a veces y otras acariciándose el mentón pensativo, yo me fijaba en la poca gente que había en la calle vestida de abrigo, y ellos nos examinaban a nosotros por nuestra ropa. Siempre me había interesado por la historia, pero vivirla en primera persona era, sencillamente, emocionante.
Y sorprendida, miré a algunos ángeles guardianes hacer su trabajo, siguiendo a sus protegidos por la calle. Los ángeles de antaño.
-Hum… -me volví hacia Damen cuando oí su leve gruñido. Se volvió a guardar la carta y me miró-. Nada –sonrió.
Pero era una sonrisa falsa. En esa carta había algo malo, estaba segura, pero antes tenía más cuestiones que atender.
-Esto… ¿puedo preguntarte una cosa? –Asintió mientras guardaba las manos en los bolsillos de sus oscuros vaqueros-. ¿Cómo es que esa… cosa, o el hombre que vimos antes, o ese estúpido cartero, hablaban español y no francés?
-Magia. Nos adapté a los tres para que pudiéramos entenderlos y ser entendidos, pero en realidad ellos hablan francés. Un espejismo.
-Guau. ¿Puedo preguntar otra vez?
-Venga.
-¿Y cómo vamos a encontrar el lugar si no aparece en el mapa?
-No lo sé, buscando.
-Ah, y hum…
-Adelante…
-¿Cómo vamos a llegar a Inglaterra?
Se frenó, y Kira y yo con él. Miró al cielo.
-Pues…
-¿No puedes usar un Portal?
-No, aquí no… El único que se mueve mover por diferentes espacios tan rápido como el tiempo es Christopher, el ángel del espacio… Y obviamente no soy yo. Así que no.
-Hum.
Seguimos caminando hasta que Kira se soltó de un tirón de mi mano y salió escopeteada.
-¿Pero qué…? –dije-. ¡Kira!
Damen y yo nos volvimos hacia dónde había ido, y nos señaló con el dedo una estación de tren.
Alcé las cejas y sonreí. Miré a Damen, y éste había hecho lo mismo.
-Hum, bueno, quién lo diría. Al final me vais a hacer falta.
Asentí enérgicamente y seguimos a Kira hasta la estación. Entramos, y sorprendida me fijé en que había bastante gente. Pero claro, debía de salir al amanecer.
Miramos el reloj.
-Sale a las 7.45. –Informó Kira con los bracitos cruzados-. Y son las siete y media –miró a Damen interrogativa.
-Bueno, dado que en esta época todavía no se ha inventado el tren que pasa por el canal de la Mancha, tendremos que viajar en tren hasta la costa, ir en barco hasta Inglaterra, y viajar en tren hacia el norte –nos miró-. ¿Bien?
-Ajá –dije.
Después Damen sacó los billetes para sólo un viaje rápido, sin compartimento, y nos subimos al tren.
El viaje en total duró una hora y media más o menos. Pero no era el tren que buscábamos. Luego, como Damen dijo, cogimos el barco, en el puerto, en dirección a Inglaterra.
Pero ese fue el mayor error que pudimos cometer.
Los tres íbamos fuera, viendo las nubes y niebla que había a causa del temporal y la estación, y el mar y sus olas. Pero me entraron unas ganas terribles de ir al baño.
Aunque sea inmortal, tengo necesidades humanas, no es algo del otro mundo.
Así que les dije a Kira y Damen que me iba un momento al baño –desea que por favor lo hubiera-, y después de preguntar por ahí, descubrí que sí.
Entré, hice mis necesidades, luego me lavé las manos, y justo cuando salí, al otro lado de la puerta, vi a alguien…
Pero no puedo describir sus facciones porque me golpeó a la milésima de segundo la cabeza, y perdí el conocimiento.