(D)-Bien. Tú irás por el lado oeste. Vosotros dos por el sur. ¡Venga! –ordené.
Los Dominios asintieron y me obedecieron. Iba a irme a vigilar por el norte cuando me encontré con Jake. Seguramente querría preguntarme por alguna chorrada de las suyas, pero me miraba muy, muy preocupado y con miedo.
Entonces empecé a asustarme de verdad.
-Qué ocurre, Jake.
-Elisa… ¡Elisa no está en casa!
El corazón empezó a latirme frenético.
-¡¿Qué es eso de que no está en casa?!
-¡No, y no sé dónde está! ¡Hace una hora que no viene!
Tenía los ojos llorosos. Apreté la mandíbula.
-Jake, espero que esto sea una de estas estúpidas bromas tuyas y me estés tomando el pelo, por tus muertos.
El crío negó con la cabeza, tembloroso.
-Está bien. Vamos a llamar a los demás.
Salimos corriendo rápidamente de allí.
Tenía miedo de que le hubiera pasado algo. Muchísimo miedo.
(E)El rubio me agarró el brazo, y el moreno cogió una especie de navaja suiza y me la acercó al antebrazo. Temblé como una hoja.
Me hizo un corte en la muñeca, justo en una vena visible a través de la piel, que empezó a sangrar abundantemente. Entonces manchó su dedo índice con mi sangre y la probó.
-Hum. Tiene sangre de arcángel recorriéndole por las venas. Y está deliciosa –se volvió a manchar el dedo, y volvió a probarla.
Intenté apartar el brazo, pero el rubio me tenía bien agarrada.
Entonces apareció. No, aparecieron.
Detrás del nefilim moreno se acercaron dos ángeles Dominios. Los nefilim emitieron un gruñido, pero sonrieron.
-Bah. ¿Sólo dos? Podremos con ellos perfectamente.
Pero detrás del rubio aparecieron veinte más. Se fueron acercando poco a poco, y agarraron a los nefilim. Yo, por instinto, me llevé la mano izquierda a mi muñeca, intentando frenar la hemorragia. Pero me era imposible.
Entonces los Dominios se abrieron mecánicamente dejando paso a alguien.
A Damen.
Enfurecido, se acercó a los nefilim y creó, de la nada, dos cuchillos. Sin piedad, y con toda la furia contenida, se los clavó, a cada uno, en el corazón.
-Espero que os pudráis en el infierno –susurró.
Los nefilim cayeron al suelo, y se desintegraron.
Damen indicó con un movimiento de cabeza a los Dominios que se fueran. Miré a Jake detrás de él, que me miraba tímido y entristecido.
-Elisa, lo siento…
-No fue tu culpa Jake. No te preocupes –contesté con un hilo de voz.
-Lárgate –le dijo Damen sin mirarle.
Jake asintió y se fue corriendo. Damen se volvió hacia mí. Me miró inexpresivo, pero con un débil deje de pánico en los ojos. Y luego a mi herida. Se arrodilló a mi lado, ya que yo estaba sentada, pues me mareé tanto que no aguantaba de pie, y me cogió la muñeca.
Mientras examinaba la herida, habló.
-¿De verdad que siempre tengo que enfadarme contigo porque te escapas de casa? –dijo sin mirarme-. Porque si lo que buscas es una buena bronca, lo estás consiguiendo.
-Damen, lo siento. Pero es que me había quedado sin bolígrafos, y como mañana no abrían las tiendas…
Eso le enfadó, frunció el ceño y me miró.
-¿Unos bolígrafos, Elisa? ¡¿Unos puñeteros bolígrafos merecen arriesgar tu vida?!
-¡Sino mañana no podría terminar el trabajo!
-Elisabeth Katherine –soltó entre dientes, intentando controlarse.
Le miré. Sólo me llamaba por mi nombre completo cuando realmente estaba disgustado.
-Perdóname –susurré.
Sacudió la cabeza, y se levantó conmigo en brazos. Me llevó a casa, y me hizo sentar en el sofá. Se acuclilló en frente mía y volvió a examinar la herida.
-Hum… es un corte limpio, pero justamente te cortó en una arteria y una vena a la vez. Ese hijo de perra… -masculló.
Se llevó el dedo índice y corazón a los labios y luego los posó en la herida, que seguía sangrando sin control.
Como por arte de magia, la herida se fue cerrando hasta quedar solamente una ligera cicatriz.
Pero yo seguía mareada. Miré a mis pies. La alfombra se había manchado.
-Estás pálida –suspiró-. Has perdido mucha sangre. Espera.
Se levantó, y al cabo de un rato me trajo agua con azúcar. Me lo bebí, y Damen me llevó a la habitación y me tendió en la cama. Me dormí enseguida.