Damen se había sacado el carnet de conducir, y se había comprado un Lamborghini Diablo negro con dinero creado por él mismo. Vamos, un chollo.
Cuando me lo enseñó la primera vez, casi me da un ataque:
>Me había tapado los ojos y me llevaba afuera, en la calle.
-Espera, todavía no los abras –me dijo.
Me soltó, y después de unos segundos, los abrí. Me quedé con la boca abierta mirando ese pedazo coche. Damen lo miró orgulloso.
-¿Qué te parece?
-Que estás loco. Bueno, quizá más que eso.
Me sonrió encantado. A él le hacía feliz, así que…<
De eso había pasado más o menos siete meses. Y el coche seguía igual. Lo cuidaba mucho.
Mientras conducía, sacó el móvil, marcó y se lo acercó a la oreja izquierda, dónde, desde que se había hecho líder, se hizo un piercing, dónde lucía un pendiente pequeño, con la forma de un diamante, y transparente y brillante como tal. Eso sí que me había gustado.
-¿Cecil? –preguntó cuando le descolgaron-. ¡¿Yo qué te dije, pedazo de imbécil?! ¡Que te encargaras de ese novato! (…) ¡Sí, de Jake! Ayer estaba siendo atacado por un demonio. Pequeño, pero el chaval no sabía luchar. ¡¿Dónde estabas tú?! (…) Oh, ya claro, entiendo. Estar con una mujer que apenas conoces desde hace veinte minutos en la cama es mucho, pero que mucho más importante que tu responsabilidad. (…) Mira, olvídalo. Se lo encargaré a otro que tenga más cerebro que tú –y colgó.
Le miré con las cejas alzadas. Frenó en un semáforo en rojo, y me miró también. Parecía que se relajaba.
-Bueno… Esto ocurre a menudo, ya sabes.
-Sí, supongo –le sonreí.
Me parecía muy divertido verlo enfadado y hablando por teléfono.
Arrancó de nuevo cuando se puso en verde.
-Sigo sin entender por qué quieres que pasemos el día juntos.
-¿Es que no puedo tener algún detalle con mi niña?
Le miré con los ojos entrecerrados.
-No. Tú no sueles hacer esas cosas.
Suspiró.
-Es verdad, no suelo hacerlo. Por eso quiero que ahora… No lo estropees, ¿quieres?
Miré por la ventana sin decir nada. Llegamos a un centro comercial.
-¿El centro? ¿Por qué?
-¿No es el sueño de toda mujer quedarse encerrada en un centro comercial con todas las tiendas abiertas?
-Probablemente, pero no de todas.
-Bueno, da igual. Esto lo hago por ti.
Encontró un sitio y aparcó. Cuando salimos del coche y lo cerró, le contesté.
-No, perdona. Esto no lo haces por mí. Lo haces por ti.
Puso los ojos en blanco y me pasó un brazo por los hombros.
-Venga, no quiero discutir.
Una chica de quince años que iba con sus padres no era consciente de que tenía detrás a un ángel de la guarda. Éste, al ver a Damen, abrió mucho los ojos y sonrió débilmente. La chica también se le quedó mirando.
-Ay… -murmuró él-. Debe de ser horrible poder verme pero no poder tenerme… ¿No crees?
Sacudí la cabeza.
Ahora Damen podía hacerse visible e invisible cuando le diera la gana, cosa que cuando era un ángel normal no podía.
Luego pasamos al lado de un niño pequeño en brazos de su padre. Damen lo miró.
-¿Estás bien? –le pregunté preocupada.
-¿Hum? Sí. Sólo pensaba… De pequeño siempre quise ser como mi padre.
-¿En serio?
Realmente no me imaginaba a Damen… de esa manera.
-Sí.
-¿Y… se puede saber por qué?
-¿Cómo que por qué? ¿Acaso no es obvio? Para tener un hijo tan guapo e inteligente como yo.
Puse los ojos en blanco, y él se rió.
Al final pasamos todo el día sin separarnos. Aunque yo le decía que volviéramos pronto a casa porque tenía que terminar mi proyecto, él me ignoraba. Incluso me arrastró, literalmente, al cine y a un restaurante italiano. Casi me da algo.
Hasta que, ya por la noche -¡al fin!-, vimos algo muy curioso.
El parking del centro comercial era subterráneo, y sin embargo, no había nadie. Ni un alma. Sin pensar, me agarré al brazo de Damen. Éste sonrió satisfecho, pero también estaba segura de estaba preocupado por algo.
Entonces apareció. Delante de nosotros, a unos siete metros, un chico joven, de pelo negro y corto y vestido solamente con unos vaqueros negros. Y por supuesto, estaba segura de que eso no era nada, pero nada bueno…