¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo 53 (E)

Por la mañana, me desperté por los rayos de sol que se reflejaban por la ventana.
Pero no sólo con eso. Un suave pelaje me acarició la mejilla. Y el suave tintineo de un cascabel.
Abrí los ojos y me encontré con los ojos verdes de un gato negro…
¡¡Yin Yang!!
Me incorporé, y Yin Yang maulló.
-¡¡Yin Yang!! –Grité cogiéndolo en brazos-. ¿Pero qué haces tú aquí? ¡Cómo te echaba de menos!
Yin Yang ronroneó.
-Me alegro de que te guste la sorpresa.
Alcé la mirada y me encontré a Damen apoyado, con los brazos cruzados, en el marco de la puerta, sonriendo.
-Damen… -sonreí.
Se incorporó, se acercó a la cama y se sentó a mi lado. Acarició la cabeza de Yin Yang.
-¿Cómo lo has…? ¿Y por qué…?
-Hum… Supongo que esto es mi disculpa por lo de ayer.
-Pero Damen, fui yo la que…
Negó con la cabeza.
-Te grité y demás, y bueno… No quería… Ayer fue la primera vez en la vida que me viste acabar con tres vidas a sangre fría… -suspiró-. Quiero que lo olvides. Y con respecto a cómo lo traje… Adivina quién vino.
Le miré confusa. Por la puerta apareció un niño de doce años.
Abrí mucho los ojos.
-¡¿Tommy?! –grité dejando a Yin Yang en la cama y levantándome.
Tommy sonrió ampliamente y asintió.
-Dios mío… qué mayor estás –comenté incrédula. Hacía prácticamente cuatro años que no le veía, por el hecho de que ahora vivía muy lejos de casa y que mis padres se extrañarían de que siguiera teniendo la apariencia de una chica de diecisiete años, en vez de una de veintiuno.
Tommy vino corriendo hacia mí y me abrazó. Yo le besé en el pelo.
-Cómo te eché de menos… -susurró.
-Y yo a ti, pequeño.
-Bueno, aquí el gato y yo sobramos, así que nos vamos. Estaremos en el salón –dijo Damen mientras cogía a Yin Yang en brazos y se iba.
Tommy y yo nos separamos, y le revolví el pelo negro con cariño.
-¿Cómo es que estás aquí? –le pregunté.
-Pues verás. Cuando te fuiste empecé a jugar al tenis. ¡Y se me da tan bien que voy a campeonatos! Cuando me enteré que el próximo iba a ser aquí, me alegré tanto que le supliqué a mi entrenador que me dejara venir. Y a papá y mamá también.
-¿Qué tal están?
-¿Papá y mamá? Bueno… Todavía siguen queriendo que vuelvas a casa, y no se fían de Damen, pero por lo demás, bien.
-Hum… La verdad es que me siento fatal por ello… -suspiré.
-Tranquila –miró a su alrededor-. Y bueno, qué bien os lo montáis. ¿Y este apartamento? Parece una casa dentro de un edificio –me miró-. ¿Crees que hay un hueco para mí en eso de lo que hace Damen?
-Ni se te ocurra. Es muy peligroso.
-Lo sé… Era broma.
Sonreí no muy contenta por su comentario y nos fuimos hacia el salón. Nos encontramos con Damen apartando a Yin Yang con una mano en el sofá mientras con la otra sostenía su café.
-¡Aparta, bicho! ¡Lárgate! ¡Fus, vete!
Yin Yang lo ignoraba e intentaba llegar por todos los medios a la taza de café, así que Damen chasqueó los dedos y Yin Yang desapareció de repente.
Tommy y yo nos asustamos.
Damen bebió de su café recostado en el sofá, tan tranquilo.
-¡¿Qué has hecho con Yin Yang?! –le pregunté nerviosa.
Dio otro sorbo al café, y me miró. Se encogió de hombros.
-Digamos que ahora está en un lugar mejor.
-¡¿Lo has matado?! –gritó Tommy con ojos llorosos.
-¿Hum? Ah, no. Lo mandé a una perrera.
-Pero… en la perrera sólo hay perros…
-Por eso mismo.
Tommy abrió mucho los ojos y se fue por la puerta a buscar a Yin Yang. Me crucé de brazos y miré a Damen.
-¿Te parece bonito?
-Lo qué. ¿Mi reflejo? Precioso. Pero claro, más bonito que mi reflejo soy yo mismo –y sonrió.
Puse los ojos en blanco y me fui a la habitación.
-¡Pero oye, tranquila, que después de mí y mi reflejo, lo más bonito eres tú!
-¡Olvídame! –le grité desde allí.
Escuché su risa, pero de todos modos daba igual, era un pesado.
Pero sinceramente no sé lo que haría sin él.