Me levanté del sofá al terminar el café, lo dejé en el fregadero y me fui a la habitación. Elisa había terminado justo de hacer la cama.
Me acerqué y le abracé la cintura por detrás, susurrándole al oído:
-¿Sabes que con un chasquido de dedos habría podido hacer yo la cama?
-Pero prefiero hacerla yo por mí misma, gracias.
-No entiendo por qué.
Suspiró, e intentó deshacer mi abrazo, pero yo no la dejé. Al contrario, la apreté más contra mí, y le besé un hombro desnudo, ya que la parte de arriba de su pijama era de asas.
-¿Estás enfadada?
-¿Por qué siempre me preguntas eso?
-Porque me interesa saberlo.
-Pensaba que lo único que te interesaba era tu propia felicidad y tu aspecto –me replicó.
Dejé caer los brazos a los costados, y ella se volvió hacia mí. Fruncí el ceño.
-¿Por qué crees eso?
-¿Por qué crees tú que yo creo eso?
-Sabes que bromeo.
-A veces no lo parece.
-Si hago eso es porque… Bueno –suspiré-. Elisa, últimamente no hacemos más que discutir.
-Eso es lo que haces con todos.
-Con todos menos tú. Y no me gusta nada discutir contigo.
-¿Tú… tú me quieres de verdad?
-¿Qué pregunta estúpida es esa? ¿Acaso no te acuerdas lo que te dije ayer en el coche?
-Sí, pero eso es el pasado. Lo que me importa es el futuro. Ambos sabemos que el amor eterno no existe, Damen.
-Lo que te debe importar ahora es el presente. Y… te aseguro que existe. Te lo demostraré.
-Eso es imposible. ¿Cómo vas…?
-El tiempo es el único aliado que me queda para demostrártelo.
Me miró de hito en hito, pero finalmente asintió.
-¿Me crees? –pregunté un poco sorprendido.
Sinceramente pensé que me mandaría a la mierda automáticamente.
-Te creo –se acercó a mí y me abrazó-. Siento ser tan… irritable, pero es que con la presión de todo en general… Me está matando –le devolví el abrazo, y le besé el pelo.
-No te preocupes, mi vida. Yo estaré contigo todo el tiempo.
Le cogí el rostro entre mis manos y la besé en los labios apasionadamente, pero el timbre nos interrumpió.
Gruñí disgustado, y Elisa sonrió.
-Debe de ser Tommy –dijo.
-Debí mandar a ese maldito gato más lejos –murmuré.
Posé mi frente en la suya y suspiré.
-Nunca dudes de lo que siento por ti –le susurré, y me dirigí a la puerta.
La abrí, y en efecto, me encontré con la cara roja de Tommy y su gato en brazos. Respiraba rápido, y me miró con el ceño fruncido.
-Pasa, anda –le apremié, dejándole sitio.
Él, con la cabeza alta, muy digno –reprimí una sonrisa-, entró, y Elisa apareció vestida con sus típicos vaqueros pitillo y su sudadera con capucha, y abrazó a Tommy.
Algún día le pediría que se vistiera una minifalda y una camiseta corta. Sonreí ante ese pensamiento.
-¿Estás bien? –Le preguntó a su hermano-. ¿Te costó mucho encontrarlo?
-No, qué va. Yin Yang estaba en la perrera más alejada de todas y dentro de la jaula de tres perros Doberman hambrientos. Pero por lo demás, bien.
Elisa suspiró y me miró. Yo me encogí de hombros.
-Que no me hubiera molestado –dije, y miré la hora-. Bueno, yo me piro vampiro, que tengo cosas que hacer.
-Bien –miró a Tommy-. Pasaremos el día juntos.
Éste asintió feliz, y yo me crucé de brazos.
-Ah, claro. Para pasar el día con él no tienes que terminar tu proyecto, ¿verdad? –dije medio en broma, medio serio. Aunque no quería decirlo, me molestaba un poco.
Pero que quede claro que yo no soy celoso.
Elisa puso los ojos en blanco, se acercó a mí y me dio un fugaz beso en los labios.
-Ya sabes que hace mucho tiempo que no le veo, y a ti te veo todos los días. Bueno, quizá casi todos, pero es prácticamente lo mismo. Así que no te quejes.
Suspiré, pero luego sonreí. Me dirigí a Tommy.
-Bueno, chaval. Me parece que no nos volveremos a ver en un tiempo, así que… Chao, y hasta pronto –él asintió, y miré al gato-. Y la próxima vez que vengas no traigas a ese bicho contigo.
Yin Yang sacó las pequeñas garras de sus patas, pero no le hice caso. Me despedí y me fui.