¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

sábado, 6 de noviembre de 2010

Capítulo 58 (J)

Me llevé a Amanda a un café cerca de la torre de Pisa. Yo pedí un capuccino, y ella un descafeinado. Cuando la camarera hubo terminado de servirnos los cafés, ésta me miró concienzudamente y se mordió el labio inferior mientras se iba rápidamente a la barra.
Amanda me miró con una ceja alzada.
-Vaya, al parecer eres irresistible a cualquier mujer –comentó medio sonriente, medio algo más.
-Sí, bueno, suele pasarme. Lo que no quiero decir que yo sea un narcisista. Es sólo que…
-Es sólo que eres guapo, lo sabes y te aprovechas de ello –completó.
-Sí, exacto… -negué con la cabeza al darme cuenta de lo que había dicho-. No, no era eso lo que…
-No pasa nada. Conozco a la mayoría de los hombres como tú –se encogió de hombros-. Preferís a las mujeres que son guapas a que sean inteligentes –bebió un sorbo de su descafeinado, donde el vapor había empañado ligeramente sus gafas en un corto tiempo.
La miré de hito en hito.
-Yo las prefiero inteligentes –dije-. Y sobre todo si son inteligentes y guapas, como la que tengo delante.
Alzó rápidamente la mirada hacia mí. Me puse nervioso. ¿Y si me había precipitado? A lo mejor lo único que quería ella era que esta invitación se acabase de una vez y que no quisiera volverme a ver jamás. Pero me equivocaba.
Sonrió.
-Hum. Gracias, supongo, pero no me gustaría que te aprovecharas de esta guapa e inteligente chica –dijo sarcásticamente.
Ella no creía que fuera guapa e inteligente, pero se equivocaba. No tenía la menor idea del poder de seducción que poseía, y por eso, no sacaba provecho de ello.
Suspiré.
-Lo eres, créeme. Yo no miento nunca.
Debió de ver en mi cara que decía la verdad, porque apretó los labios y se ruborizó ligeramente, apartando la vista al suelo.
-Gracias –dijo ahora en serio.
Sonreí, y le miré las manos. Tenía unos dedos largos y delgados.
-Vaya, ¿tocas algún instrumento? –le pregunté maravillado.
-Bueno… sí, toco el piano.
-Hum –asentí-. Me lo imaginaba. Dos buenos amigos míos también lo tocan.
Por supuesto, me refería a Andrew y a Jonan. Incluso a veces, cuando vivíamos antiguamente en Saints, hacían dúos tocando. Daba gusto oírlos.
-No conozco a nadie que lo toque –comentó ella-. Por eso tampoco quería aprender, pero me obligaron a tomar clases.
-El sonido del piano es una melodía maravillosa. Tienes suerte de hacer tocar un gran instrumento que con sólo una ligera canción te hipnotiza.
Eso pareció gustarle, porque se ruborizó todavía más y se terminó su taza. Yo también.
Pedí la cuenta, pagué, y ambos nos levantamos.
-Bueno, espero sinceramente que volvamos a encontrarnos, Jack. Ha sido un placer.
-Lo mismo digo, bella dama –le sonreí.
Y ella a mí. Nos despedimos y cada uno se fue por su camino. Sin embargo, deseaba enormemente volver a verla...