¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

lunes, 1 de noviembre de 2010

Capítulo 57 (E)---(D)

* Aviso, capítulo no apto para menores de 12.
xD No, es coña, pero vamos, al que le parezca demasiado... raro, que no lea el final. Pero que quede claro que tienen que hacer esto por algo...


(E) Al salir del Portal, me encontré con un túnel hecho de hojas del bosque y ramas. Era bastante largo, pero lo recorrí sin problemas. Al llegar al final, no me creía lo que veían mis ojos.
Sencillamente no podía.
Era un pequeño campo de reluciente hierba, dónde al fondo había una gran cascada que caía sobre un lago. Y el suelo también estaba lleno de velas y rosas rojas.
Y en el centro de esta maravilla de, quizá, la naturaleza, aunque lo dudaba bastante, estaba Damen, con los brazos detrás de la espalda y sonriendo de esa forma tan poco usual. Sonriendo de verdad, sin sarcasmo ni burla.
-Damen… -susurré mientras avanzaba despacio, mirando a mi alrededor, los árboles, que estaban tan bien cuidados que parecían irreales, sin ninguna imperfección, a lo mismo que el cielo, lleno de estrellas y la luna, que reflejaba su luz entre el lago y el césped, bañando las flores y tornándolas plateadas.
Damen me tendió una mano. Me acerqué a él, y sin pensarlo dos veces, se la cogí.
-Esto… es un regalo para ti. Por todo mi, supongo, egocentrismo, y bueno, mis bromas pesadas… y mi falta de demostración de cariño hacia ti, a pesar de que te quiera más que a mi propia vida.
-Damen, sabes que no hacía falta. Yo ya sé que me quieres, y no tienes por qué molestarte en hacer todo esto, porque el tenerte a mi lado ya es suficiente demostración de amor por tu parte.
Me miró con ternura, y me besó brevemente.
-Lo sé, pero es que tengo miedo de perderte. Otra vez. Ahora… ahora que vuelvo a saber cómo son tus besos, no me conformaría con sólo besarte en mis sueños.
Le rodeé el cuello con los brazos y le besé con toda pasión posible.
Luego Damen me soltó a regañadientes, porque yo quería ver otra vez el pequeño paisaje.
-¿Cómo…?
-Este siempre ha sido mi lugar favorito para pasar el rato. Lo creé yo con, bueno, supongo que magia. Hace dos años más o menos. Quería esperar a una ocasión especial para enseñártelo.
-Gracias... No siempre alguien te muestra su único lugar en el que se siente de verdad estar en el paraíso.
-Elisa, mientras estés a mi lado, cualquier lugar me hace sentir como el paraíso.
Le miré. Nunca en la vida me había dicho palabras tan bonitas como las de hoy. Y él se había dado cuenta de lo que estaba pensando. Sonrió todavía más, me agarró con fuerza, aunque no mucha, la muñeca, y me llevó hasta la orilla del lago. El agua era cristalina, completamente pura y limpia. Parecía irreal, como los árboles. En realidad, como todo lo que me rodeaba.
-¿Cómo pude llegar a esto? –murmuré.
Damen frunció el ceño.
-No… no te comprendo.
-Todo. No… no sé qué hice en mi vida para ser… tan afortunada. El… el tenerte a ti, los seres fantásticos, este tipo de paisajes increíbles que parecen sacados de un cuadro…
Sonrió aliviado.
-Pues simplemente ser tu misma. Aunque bueno, a alguna le tenía que tocar, ¿no?
Le sonreí. Y le tiré al agua.

(D) Inesperadamente, mientras Elisa sonreía y yo le miraba embobado, me tiró al lago. Al volver a subir a la superficie, solté agua de mi boca y sacudí la cabeza, dejando caer gotas cristalinas por el aire de mi pelo ahora mojado. Le miré sonriendo y con el ceño fruncido. Me crucé de brazos.
-¿Sabes que ahora voy a tardar en secarme?
-Algo sí sabía –y se rió con dulzura desde el césped.
Suspiré débilmente por ella, sin que se notase demasiado, y con una rapidez sobrehumana, la cogí de la mano y la arrastré al agua conmigo.
Cuando subió también a la superficie, se frotó los ojos y me miró con ellos, entrecerrados, pero sonriendo.
-¡Ahora yo sí que voy a tardar en secarme! –dijo.
-Ah, no es mi culpa. Si no me hubieras empujado…
La voz se me fue apagando a medida que la veía mejor. Las gotas del agua cristalina se le resbalaban por su precioso y brillante pelo, cayéndole también por el rostro y el cuello. Tragué saliva de los nervios.
¿Pero por qué estaba nervioso?
Ella también se me había quedado mirando.
Sin saber siquiera lo que hacía, como si estuviera hechizado por ella, por sus ojos de color chocolate con los que podía perderme durante infinitas horas sin siquiera darme cuenta, alcé la mano hacia su mejilla y la acaricié despacio, para dejarla resbalar por su cuello hasta su chaqueta. Le bajé la cremallera con cuidado de poder hacer algo mal, y se la quité despacio, dejándola en el césped, en la orilla del lago.
Debía de reconocer que me había acostado con muchísimas chicas, pero esta era la única vez en la que me sentía nervioso de verdad. Ellas no me importaban; Elisa sí, y si le hiciera daño por alguna cosa, nunca me lo perdonaría.
Le quité la camiseta y el pantalón hasta dejarla en ropa interior. Ella se había ruborizado ligeramente.
Bañada bajo la luz de la luna, dentro del lago, parecía la criatura más perfecta que había visto en la vida.
Le acaricié la piel desnuda del brazo hasta llegar al hombro, y ya de ahí seguimos quitándonos la ropa hasta que, entre las suaves caricias, los besos apasionados en la piel mojada por el agua, la belleza del paisaje y la luz plateada de la luna, la hice completamente mía.