¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

martes, 16 de noviembre de 2010

Capítulo 60/61

Capítulo 60 (P)

Hacía poco que me había convertido en un ángel Dominio, junto con otro grupo. Durante el día nos volvíamos invisibles y nos entrenábamos. Por la noche quedábamos en un bar que había más o menos en el centro de la ciudad. Sin embargo, nunca entraban humanos, porque sencillamente lo repelían. Me habían explicado que ellos tenían un instinto que nosotros no teníamos, y era el de saber que puede haber problemas sencillamente sintiéndolo. Me parecía fascinante, pero nunca había hablado con ninguno.
Una noche, cuando llegamos al bar, me había sentado rápidamente en el taburete de la barra y pedí un simple agua. Normalmente tomaba licor, pero no me apetecía nada.
Derek, el dueño del lugar, otro ángel Dominio desde hace tres años, me la sirvió en un vaso alto, y sonrió.
-¿Qué tal, Penny? Veo que el entrenamiento ha sido muy duro –comentó mientras secaba una jarra con un paño-. Tienes mala cara.
Suspiré.
-Sí, bueno, la verdad es que son tantos…
James, un ángel guardián normal y corriente se acercó a mí en cuánto Derek fue a servir más copas. Se sentó a mi lado, y yo le sonreí.
-Qué. ¿Qué tal te fue con tu protegido?
-Es un puñetero crío que no sirve para nada. No sé por qué lo protejo, si de todos modos no va a servir al mundo –suspiró-. Pero bueno, es lo mismo. ¿Y tú? ¿Qué tal fue el entrenamiento?
Me encogí de hombros, y bebí un sorbo de agua.
-Como siempre. Lo que no entiendo es por qué nuestro líder no nos entrena él mismo. Sería más fácil.
-Ya sabes que el líder pasa de eso –dijo Brian, sentándose a mi izquierda-. Es un tipo bastante peculiar. No le gusta la gente. No es como el líder de los ángeles Poderes, de verdad. Todo lo contrario.
-¿Les has visto? A los dos líderes quiero decir –pregunté con las cejas alzadas.
Sólo unos pocos tenían la suerte de conocer a los líderes de los niveles.
-Al de los Poderes me contaron que era bonachón, pero al nuestro sí, y tiene muy mala hostia cuando le enfadas. Pero hace cosas increíbles. Si no fuera tan capullo, me gustaría tenerlo como jefe.
-¿Tan capullo? ¿Es que no…?
-No es mal tío, pero… Bueno, sin ir más lejos, el otro día por la mañana, cuando vino para ver qué trabajo habíamos hecho, se nos presentó conduciendo un Lamborghini negro con unas gafas de sol estilo aviador y un puro, y dijo que tendríamos que hacerlo mucho mejor si queríamos ser tan buenos como él.
Bufé. Odiaba ese tipo de hombres, los que se creían superiores a los demás.
-Sin embargo, también nos dijo: “Recordad que el espejo representa el alma de una mujer. La espada, el alma del guerrero. Así que no os durmáis, porque aquí también podéis cagarla y destrozar vuestras vidas por un simple fallo”.
-Bueno, no es tan idiota como pensaba –dije.
Brian se encogió de hombros, y bebió de su Coca-Cola.
-Es lo mismo. Lo peor es que luego desapareció, así, de repente, dejándonos con el marrón de encargarnos nosotros, unos novatos, de varios demonios. Y da un miedo… Es un cabrón.
-No, no lo es –dijo una voz detrás de nosotros.
Nos volvimos y nos encontramos a Jake con los brazos cruzados.
-¿Que no? ¡Pero que yo recuerde, a ti te dejó tirado luchando contra un demonio!
-Lo sé, pero el otro día estuve en su casa. Tiene novia. Y se preocupa muchísimo por ella.
-Ja, no parece de las típicas personas que velan por la seguridad de los demás. Aparte de protegerlos de los demonios, claro.
-Pues te equivocas. Ni os lo imagináis. Se le cae la baba con ella, tíos, en serio.
Se dio media vuelta y se fue. Sacudí débilmente la cabeza, y bajé del taburete.
-Bueno, chicos, yo me voy ya, que dentro de poco tengo entrenamiento.
-¿En plena noche?
-Sí –suspiré-. Pero qué le voy a hacer. Hasta luego.
-Chao.
Salí de allí, y me encaminé por las calles de la ciudad. Las luces alumbraban cerca y a lo lejos de mí.
Entonces sentí una presencia. Me volví, pero no vi nada. Hasta que me giré otra vez y me encontré con un hombre. El vello de los brazos se me puso de punta.
-¿Quién… quién eres? –balbuceé.
-Si no me dices qué eres tú, entonces yo seré tu peor pesadilla –tirité-. ¿Eres un Dominio?
Asentí despacio.
-Tu líder. Dime dónde vive.
-No… no lo sé, señor. No lo conozco.
Miró al cielo con aire pensativo.
-¿Vive aquí, en la ciudad?
-Me… me supongo que sí, señor, pero no estoy completamente segura…
-Bien –sonrió.
Entonces de repente algo, por detrás, me mordió el hombro. No pude ver qué ser era, ya que me caí al suelo desmayada. Veía sólo sombras… y después, oscuridad total.


Capítulo 61 (D)

Me desperté por culpa del estúpido despertador. Alargué la mano y le di un golpe para que parara. Abrí los ojos y me encontré con Elisa apoyada en mi pecho, cubierta sólo por la sábana, durmiendo plácidamente. Sonreí, y miré la hora. Las siete y media. Suspiré. No me apetecía nada levantarme, y despertar a Elisa menos, pero llegaría tarde a la universidad.
Le acaricié el pelo con suavidad.
-Elisa… Cariño, despierta –lanzó un débil gruñido, y se revolvió un poco, pero no abrió los ojos-. Elisa. ¡Elisa, despierta!
Ahora sí que los abrió, con el ceño fruncido, y me miró.
-¿Qué? ¿Pasa algo?
-Sí, cielo. Que si no te levantas ahora, todo lo que tienes estudiado de la carrera se irá rápidamente a la mierda. Que por cierto, no es poco. Así que yo me pensaría…
Pero no me dejó terminar mi réplica. Se levantó de la cama, se vistió y se fue hacia la cocina.
Alcé las cejas sorprendido. Vaya.
Yo también me levanté, me puse el pantalón del pijama y la seguí. Cogió una magdalena, su mochila y me miró.
-Eh… ¿tú estás bien? –pregunté parpadeando-. Tienes tiempo de sobra…
-¡No, no tengo tiempo! Se suponía que debía estar un cuarto de hora antes en clase para poder preguntarle cosas al profesor sobre uno de mis muchos trabajos y coger el mejor sitio para la clase…
Me acerqué a ella y le besé suavemente los labios.
Me miró sorprendida.
-Relájate. Estás muy estresada. Y eso no es bueno. Todavía te queda un cuarto de hora para llegar a tiempo a todas esas cosas que tú dices.
-Claro: ése es el tiempo que tengo para ir de aquí a la universidad, así que me voy.
Se dio la vuelta, pero yo la cogí del brazo y la atraje hacia mí.
-Te llevaré en un Portal, pero por favor, siéntate a desayunar.
Apretó los labios, y suspiró. Dejó la mochila en el suelo, la magdalena encima de la mesa y se sentó en la silla. Le preparé un café y desayunamos. Luego la llevé, como prometí, por un Portal hasta la universidad, y volví al apartamento. Esta vez sí que me vestí, y me senté un poco en el sofá. La verdad no me apetecía hacer nada. Hasta que alguien llamó al timbre de la puerta. Lancé un suspiro hastiado, me levanté y la abrí. Eran Jake y otro chaval, de pelo cobrizo y la cara salpicada de pecas, y me miraban con ojos asustados. Me crucé de brazos.
-¿Algún buen motivo para interrumpir mi sesión de ver la tele en el sofá?
-Señor… Uno de nosotros está gravemente herido.
Me apoyé contra el marco de la puerta, y puse los ojos en blanco.
-¿Y cuando no hay heridos? No puedo encargarme de todos. Que cada uno se cuide de sí mismo, que para algo os elegí.
-Pero es que este ataque es especial.
-Por qué. ¿Por qué es vuestro amiguito el herido?
-Aparte de eso, señor, el ataque no es frecuente.
Alcé una ceja, y me incorporé. Eso llamó mi atención.
-¿No es… frecuente?
-No. No es un ataque normal. Por favor… ayúdela…
Ah, una chica. Suspiré, cogí las llaves de casa y cerré la puerta por fuera.
-Decidme dónde está.