Sinceramente pensé que iba a morirme del dolor. Era insoportable. El hombro me dolía horrorosamente, e intentaba no quejarme, pero me era imposible. Tenía miedo, muchísimo miedo.
Los demás ángeles, guardianes y Dominios, me rodeaban preocupados. Me preguntaban qué tal estaba, si me dolía y más evidencias, hasta que volví a desmayarme.
Cuando abrí los ojos, no había nadie ya dentro de mi habitación. Pero me equivocaba.
Un chico muy guapo de facciones jóvenes, pero maduro, estaba sentado en una silla, casi al lado de mi cama, con los pies apoyados en ésta y los tobillos cruzados, leyendo un cómic manga.
Era la perfecta imagen de la despreocupación.
Pero había algo raro a su alrededor. Emanaba un enorme poder, que hacía que el aire crepitara en la habitación.
Lancé un débil gruñido de dolor, y ese chico alzó la mirada rápidamente. Me encontré con unos grandes ojos color turquesa.
-Hum. Mira quién ha despertado –dijo con una sonrisa burlona, y pasó una página.
Me incorporé débilmente, y fruncí el ceño.
-¿Quién…?
Se encogió de hombros, dejó el cómic cerrado sobre la mesita de noche al lado de la cama y bajó los pies de ella. Se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre las rodillas.
-No intentes hacerte la dura conmigo, niña. Sé que esto puede ser terriblemente doloroso. Y ahora cuéntame quién te lo hizo.
-¿Pero quién eres tú?
-Soy el único que puede aliviar el dolor de tu herida.
-¡Entonces acaba con él de una vez! –sollocé.
Negó con la cabeza, y dejó de sonreír.
-Nada de premios hasta que no me digas lo que quiero.
Apreté los dientes, y una lágrima me resbaló por la mejilla.
-Vamos. Cuanto antes me lo cuentes, antes se irá el dolor. Créeme –se incorporó y se recostó en la silla, cruzándose de brazos.
Le miré con ojos llorosos. Me sorprendí. Aparte de sus brillantes ojos, tenía un pelo plateado que parecía casi irreal y que destacaba sobre su piel ligeramente tostada. Debajo de la luz de la lámpara, en su pelo se reflejaban varios colores…
-¿Vas a hacerme caso? –asentí débilmente.
-Iba… por la calle, por la noche, y me encontré con un hombre… de mediana edad, más o menos. Pelo castaño oscuro, corto, muy alto y delgado…
-¿Te dijo su nombre?
-No, pero me preguntó por el líder de los Dominios.
Eso llamó su atención. Un brillo astuto surcó sus ojos.
-¿Ah, sí? ¿Y tú qué le dijiste?
-Que no sabía dónde vivía ni nada. Pero que quizá estaba en la ciudad, aunque me dio la impresión de que eso ya lo sabía, y cuando supo que no podía aportarle más información, algo me mordió en el hombro y me desmayé. Luego desperté aquí.
Asintió pensativo, y se levantó. Se acercó a mí –no pude evitar sonrojarme un poco-, puso su mano en mi hombro herido, y el dolor se pasó, así, de repente. Cuando apartó la mano, lo moví, pero no me dolía. Sonreí y suspiré aliviada. Luego miré al chico con el ceño fruncido, ya que éste se iba hacia la puerta de la habitación. Cuando puso la mano en el pomo para marcharse, le llamé.
-¡Espera! ¿Puedo… puedo saber tu nombre?
Se volvió y me sonrió.
-Soy Damen, el líder al que casi delatas.
Me quedé con cara de póker. Él me guiñó un ojo y se fue, cerrando la puerta.
Me sentía como una estúpida. Tuve delante al hombre al que yo prácticamente consideraba un dios, y yo sólo me quejé del dolor. Me acosté en la cama, apretando los dientes con fuerza.
Pero la puerta se volvió a abrir. Era Damen, que entró en la habitación, fue hacia la mesita de noche y cogió el cómic manga.
-Es que si no lo termino no puedo dormir por la noche. Ah, y la próxima vez que te intenten matar, no me pidas ayuda, que para algo entrenas, ¿sí? –sonrió con sorna.
Dio media vuelta y se fue.