Al llegar al comedor, nos paramos. Era enorme, con una gran mesa larga que ocupaba el centro de éste, y muchas sillas a los lados. Y en la cabeza de la mesa, se encontraba un chico joven y rubio. Alzó la mirada, y miró a Damen. Sonrió con una sonrisa torcida.
-Bueno, bueno, bueno. ¿A quién tenemos aquí? Mi querido amigo Damen.
-Tú eres Keiran.
-Sí, en efecto.
-Y sabes que pagarás por lo que le hiciste a mi amigo, ¿verdad?
El chico soltó una carcajada.
-Claro. Pero vamos, sentaos. Aunque la venganza se sirve mejor fría, también es bueno que se haga con el estómago lleno, ¿no crees?
Damen apretó la mandíbula, y ambos nos sentamos en nuestras respectivas sillas.
-Hum, qué raro. ¿Dónde está el hombre gallito del que tanto he oído hablar? –dijo Keiran.
-Dónde está Elisa.
-¡Pero bueno! ¿Por qué crees que está aquí?
-Me tomas el pelo. Hay que ser completamente retrasado mental para no darse cuenta de lo que está pasando.
-Hum. ¿Y no es mejor que primero cenes y luego la veas?
-¡No quiero comer nada! –Damen golpeó la mesa con el puño y se levantó de su asiento, tirando la silla hacia atrás-. ¡Dónde está!
Keiran cerró los ojos y alzó su copa. Bebió un sorbo y la volvió a dejar en la mesa. Sonrió otra vez. Eso me ponía el vello de punta.
-¿Quieres verla? ¿Estás seguro?
-¡Sí, claro que lo estoy!
-Muy bien.
Keiran le hizo un gesto de asentimiento al hombre pálido, y éste salió de la sala.
Después de unos pocos segundos, Elisa apareció por la puerta. Llevaba puesto un vestido blanco de asas que le llegaba hasta las rodillas, con el pelo negro ondulado, y los brazos detrás de la espalda. Iba descalza, como si estuviera en su propia casa. Con ese aspecto parecía una niña pequeña…
(D)Cuando la vi aparecer por la puerta, el corazón se me disparó. Pensé que se me iba a salir del pecho. Estaba guapísima, pero lo que no entendía era por qué Keiran la había vestido y peinado así. Me miraba con esos ojos oscuros llenos de inocencia, como los de una niña.
Luego miró a Keiran, y fue hacia él hasta ponerse a su lado, todavía con las manos detrás de la espalda. Keiran se levantó de su silla.
-Keiran, ¿querías verme? –dijo ella.
-Sí, querida. Quería que conocieras a este chico.
-¡Elisa! –dije sin poderlo evitar-. ¡Elisa, amor, estás bien!
Elisa me miró confusa, y frunció el ceño. Un ligero rubor se expandió por sus mejillas. Estaba… estaba tan hermosa…
-¿Por qué me llama “amor”? ¿Quién es?
Tragué saliva del miedo y el terror que sentía en esos momentos. Una enorme sensación de desasosiego me inundó la espalda, el estómago, las rodillas… Notaba que estaba al borde de las lágrimas.
No, no, no. Por favor, no. Otra vez no. ¡Otra vez no!
-¡¿No me recuerdas?! ¡Elisa, ¿no me recuerdas?! –pregunté con desesperación en la voz. No lo podía evitar.
Que te lo hicieran una vez podía ser soportable, pero dos veces… Era demasiado.
Me acerqué a ella y la agarré por los hombros.
-¡Elisa, soy yo, Damen! ¡Tu Damen! ¡Elisa, por favor!
Me entraron unas ganas irreparables de echarme llorar allí mismo, pero no. No me haría el débil delante de ese malnacido.
Elisa se sacudió mis manos de encima y retrocedió hasta colocarse detrás de Keiran.
Unos celos furiosos aparecieron en mi interior.
-¡No sé quién eres! ¡Déjame! –lloriqueó-. ¡Keiran! ¿Quién es? ¿Por qué me grita?
-Tranquila, cielo. Está bien –le contestó.
Kira se levantó de su silla, y se colocó a mi lado.
-Keiran, no puedes hacerme esto. Primero me quitas a mi mejor amigo, y luego al amor de mi vida. ¡¿Qué te hice yo para que me hagas todo esto?! -Pregunté desesperado.
-¿Qué qué me hiciste? ¡¿Qué qué me hiciste?! ¡Acabar con todo lo que yo quería, eso hiciste!
Así que ya sabes, ojo por ojo. Tú me quitaste a mi amor, yo te quito el tuyo.
-Déjala.
-¿Y qué vas a hacer si no lo hago?... Hum. Espera –miró a Elisa, y luego a mí con una sonrisa diabólica-. Le devolveré sus recuerdos y no la mataré… si te arrodillas.
-Si me arrodillo –repetí anonadado.
Solté una carcajada, y me crucé de brazos, sonriendo con burla.
Lo que me faltaba en esos momentos.