Perdí la noción del tiempo, lo reconozco. Estoy completa e irrebocablemente perdida. La próxima vez me tragaré mi maldito orgullo.
Pero se me ocurrió algo. El móvil. Lo busqué desesperadamente en los bolsillos, y lo cogí.
Pero estaba sin batería.
Respiré hondo, me acerqué a un árbol y me senté, colocando la cabeza entre las rodillas. No pude evitar derramar alguna lágrima. Y de repente me vino un nombre.
"Damen". ¿Pero por qué él? Vale que es mi ángel, pero ahora mismo no es lo que buscaba... o quizá sí.
-Damen... -susurré-. Te necesito...
Sentí algo -no sabría explicarlo- delante mía. Pero no me molesté en alzar la cabeza. Yo seguía con los ojos cerrados, cuando le oí:
-Te lo dije. ¿Me necesitas, o no me necesitas?
Alcé rápidamente la cabeza, con los ojos llorosos.
Damen estaba acuclillado delante mía, sonriéndome con... ¿dulzura? ¿Ternura? ¿O quizá sólo fingía? Pero no lo parecía... Me dejó desconcertada, pero feliz.
Me tendió una mano, y yo sin pensar, se la tomé, y ambos nos levantamos.
Para mi sorpresa, me enjuagó las lágrimas, y me puso una mano en el hombro.
-¿Mejor? -asentí todavía aturdida-. Bien, pues vamos, que tus padres están como locos. Llamaron a la policía, los bomberos, los vecinos... Bueno, ya te puedes imaginar. Así que cuanto antes estés en casa, mejor, que por aquí puede que haya lobos, osos u otros depredadores. Y no me gustaría que después de todo te matara un cuadrúpedo con sierras en vez de dientes -sonrió-. ¿Vamos?
Empecé a temblar. Damen me cogió de la mano y ambos fuimos por un camino que no se me hubiera ocurrido ir. Me tropecé unas cuantas veces, pero al final llegamos.
Se escucharon ruidos, y sirenas, muchas sirenas.
Al final llegamos hasta dónde empezaba el bullicio y la gran masa de gente. Al verme aparecer, todos los vecinos, y por supuesto mis padres, se avalanzaron sobre mí.
-¡¡¡Elisa!!! ¡¿Pero dónde te habías metido?! -me preguntó mi madre sollozando.
¿Tan tarde era?
-Yo... perdonadme, es que me perdí. Pensé que recordaba el camino pero... parece que no es así. Perdonadme, de verdad... Emmm... no volverá a pasar.
-¡Hija, pero menudo susto que nos has dado! -gritó mi padre medio sonriendo, supongo, por verme.
Al final de todo, los vecinos se fueron a sus casas con el agradecimiento de mis padres, y como siempre, hice toda la rutina, pero antes de acostarme, les pregunté:
-Papá, mamá, ¿puedo ir al... esto...?
-Instituto... -me susurró Damen.
-Eso... instituto. ¿Puedo volver?
Mis padres se me quedaron mirando anonadados.
-¿Tú... quieres ir al instituto? ¿Tú, Elisa? -dijo mi padre.
-Emm... sí, eso he dicho. ¿Puedo?
-Oh, ¡pues claro! Algún día tendrías que volver allí, pero no veíamos el momento. Pero por supuesto, cariño, puedes volver. Mañana mismo vuelves. Llamaremos a recepción para que sepan que vuelves.
-Bien, ¡gracias!
Me despedí y subí a mi habitación. Damen cerró detrás de él la puerta, se sentó en el sofá al lado de la ventana y miró por ella. Suspiró. Fruncí el ceño. Nunca es tan... normal.
Me subí a la cama, me senté con las piernas cruzadas y le miré. Él se dio cuenta y me miró.
-¿Qué? Ya sé que soy guapo, pero si me haces una foto, te durará más.
No, era el Damen de siempre.
-Damen, ¿por qué me ayudaste? -pregunté con voz dulce.
Se lamió los labios resecos y volvió a mirar por la ventana, ignorando mi pregunta. Volví a probar.
-Damen... podías haberme dejado allí, porque sabías que la casa estaba cerca y que yo misma la encontraría, así que no estabas obligado a hacerlo. ¿Por qué?
-Ya somos dos los que nos hacemos esa estúpida pregunta -dijo todavía mirando hacia el cielo nocturno-. No lo sé. No tenía pensado ayudarte, pero... al ver que llorabas me entró un... no sé, es que odio ver a las chicas llorando. Es mi debilidad, supongo -miró hacia mí, volviendo a sonreír burlonamente-. Aunque tú prácticamente estabas perdida. Es lo que tiene tener amnesia, ¿verdad? No recordar ni el camino hacia tu casa.
Le miré entrecerrando los ojos. Le saqué la lengua sin poder evitarlo, a lo que sonrió todavía más. Apagué la luz y me acosté, pensando en como sería el día de mañana.