Al momento de subirme a su lomo, sus alas doradas aletearon rápidamente y empezamos a volar. Personalmente, esto me da daba un poco de pánico, quizá porque... ¿tengo vértigo? Eso no lo recordaba... pero cada vez que miro abajo, el estómago se me revuelve, así que cerré los ojos para evitarlo.
-Y... dime... -intenté decir entre bocanadas de aire-. ¿Por qué viniste? ¿Qué pasa?
"Cuando te dignes a mirar hacia atrás, hablamos" -me respondió.
Tan borde como siempre, pero despacio, me volví y los miré: esas especies de murciélagos y lagartijas que le perseguían la vez anterior.
"Y para que lo sepas... ahora vienen a por ti, así que hazme el favor de agarrarte bien"
-¡¿A por mí?! ¡Pero si yo no hice nada! ¡¿Por qué...?!
"¡¿Te crees que estaría aquí pintando la mona si fuera adivino?! Porque si lo crees así, entonces es que debería estar apostando en los caballos, ¿no crees, idiota?"
-¡Oye, que yo no te insulté! ¡Y tú eres estúpido!
"¡Tonta!"
-¡Egocéntrico!
"¡Ignorante!"
-¡Hipócrita!
"¡Dime que no me has llamado eso! ¡¿Con que esas tenemos, eh?! Te vas a enterar..."
Quizá no era momento para hacer estas estupideces de críos, pero ambos estábamos tan enfadados que no nos dábamos cuenta de que unos 67 bichos híbridos con sierras en vez de dientes nos seguían, así que Damen giró sobre sí mismo, aterrándome como nunca. Cerré los ojos y me agarré mejor.
"¿Qué, satisfecha? ¿Eh?"
No le respondí. Lanzó un breve gruñido de satisfacción y escapamos de los bichos, escondiéndonos entre los edificios de la ciudad, y al despistarlos, nos fuimos hacia la famosa plaza. Aterrizó al lado de la fuente, y yo me bajé.
Y caí sentada y aturdida al suelo. Damen se sentó como un perro o un gato, jugando con su blanquezina cola.
"¿Mejor?" -preguntó.
No le respondí. Lanzó una especie de suspiro hastiado, y me miró. Yo miraba al suelo, y una lágrima que no pude evitar derramar resbaló por mi mejilla. Damen se quedó congelado.
"¿Estás llorando? -seguía sin decir nada-. Hey, Elisa, no llores. Oye, perdona... No pretendía... pensé que no tenías miedo a las alturas... Agh, ni siquiera sé que hago yo disculpándome. ¡Yo, que nunca digo ni gracias ni por favor!"
-Cállate -dije, y por primera vez desde que desperté del hospital, sonreí.
"¿Estás sonriendo? -asentí-. Nunca te había visto sonreír"
Pero de repente oímos a los bichos, que se acercaban hacia nosotros. Ambos nos quedamos paralizados, y Damen profirió unas palabrotas. Cada vez estaban más cerca, hasta que se quedaron parados a unos tres metros de nosotros. Le miré.
-¡Pero haz algo! -grité.
"¿Y qué pretendes que haga, genio?"
-¡¡Ataca!!
Se me quedó mirando.
"¿Qué te crees que soy? ¿Un pokémon? -me encogí de hombros- ¡Déjame pensar!"
-¡Un portal! ¡Haz un portal de los que haces tú! -dije.
"¡Pero no te voy a llevar a mi tierra! ¡No seas estúpida!"
-¡No! ¡Me refiero a que uses uno de esos para llevarnos a mi casa! -lo pensó.
"Bueno, al fin y al cabo no eres tan idiota como creía que eras"
Hizo algo raro delante de la fuente con una garra dorada, y apareció un portal del mismo color que cuando apareció Jack en mi habitación. Me subí a su lomo y entramos.
Y fue lo peor que se me habría podido ocurrir. Era una sensación horrible, como cuando caes en la primera caída de una montaña rusa, pero sin cinturón de seguridad y sin poder agarrarte a nada. Sólo esperé a que se acabara, y de hecho, fue rápido. Al momento me vi tendida en el césped de mi casa. Me levanté dolorida, y vi a Damen, con su forma humana, apoyado en la pared del porche, con los brazos cruzados, y el ceño fruncido.
Me acerqué a él.
-¿Ves? Te dije que funcionaría. Y...
-Elisa. Ten cuidado.
-¿Perdona?
-Ven.
Ambos entramos dentro de la casa, y mientras subíamos las escaleras, empezó:
-Siento algo raro. Así que ten cuidado. No vaya ser que después de todo lo que he hecho para que siguieras con vida fuera en vano -dijo fríamente.
Como un gato, se fue acercando a mi habitación, abrió la puerta y entró, pero luego salió.
-Vale, aquí no hay nada. ¿Oyes eso? -me quedé escuchando, pero no oía nada.
-No escucho nada.
-Exacto. Silencio, y eso es malo. Ve a la habitación de tu hermano, yo iré a la de tus padres.
Asentí, y me acerqué poco a poco a la habitación de Tommy, y abrí la puerta.
Y lo que vi no me gustó nada.
La habitación estaba revuelta, todos los juguetes tirados en el suelo, y las demás cosas igual. Y ni rastro de Tommy.
Retrocedí poco a poco paralizada, y me choqué con Damen. Le miré con lágrimas en los ojos. Echó una mirada a la habitación y frunció el ceño.
-Ya. La habitación de tus padres está mucho peor, pero tampoco están allí. Creo que esos bichos lo único que querían era distraernos para poder coger a tu familia -se cruzó de brazos pensativo-. Aunque no veo el motivo.
Yo ya no le escuchaba. Los oídos se me taponaron, y veía borroso a causa de las lágrimas. Me senté en el suelo, enterrando la cabeza entre las manos.