Damen se recostó sobre la pared, como si se aburriera, y eso que acabamos de salir. Me di la vuelta y le miré con el ceño fruncido.
-Mira, no te voy a gritar, porque ya estoy harta.
Alzó las cejas con falsa sorpresa.
-Vaya, ¿no vas a gritar? Bueno, al menos sé que al final no me quedaré sordo -y me sonrió.
Puse los ojos en blanco.
-¿Quién era esa chica y el ángel? ¿Por qué me señalaste? -se rió-. No tiene gracia, Damen, en serio.
-En realidad sí, sólo que tú le quitas el lado divertido a todo -respiré hondo-. Bueno... Brad es el ángel de Susan, la chica de antes. Y ahora te estás preguntando, ¿y como me puede ver? Bueno, fácil. Porque alguien le dijo que existíamos, como tú se lo dijiste a tu estúpido hermano.
Abrí la boca para replicarle, pero lo que dijo me llamó la atención.
-¿Porque alguien le dijo que existíais?
-Sí, ¿no recuerdas, idiota? Ah, qué casualidad. ¿Es que ser amnésica también implica que te olvides las cosas cuando te las acaban de decir? -le ignoré, así que prosiguió, después de un suspiro-. Tú y tu hermano nos podéis ver porque sabéis la verdad de lo que veis, y a ella le pasa igual. Salvo que tú sigues siendo diferente. A ti no te lo dijo nadie. Pero bueno, a lo que íbamos...
-¿Quién se lo dijo?
Sonrió pícaramente.
-¿A que no lo adivinas? Anda, qué casualidad, hasta te lo acabo de decir.
-¿Qué...? -caí en la cuenta-. ¿Adivinas? ¿La adivina se lo dijo? ¿La bruja que vimos el otro día, que ella te conocía porque...? ¿La misma que me leyó el futuro y...? -asintió-. ¿Pero por qué? ¿La conoce?
-Es su abuela.
Me quedé a cuadros. ¡Por eso le conocía!
-Tú ya fuiste el ángel de esa señora, ¿no? Por eso Susan te conoce...
-Exacto.
De repente, la puerta de la clase se abrió, y aparecieron por ella el ángel y Susan, que me miraban con curiosidad.
-¿Tú eres... la chica especial? -preguntaron los dos a la vez.
-Eh... sí, supongo que sí.
-¡Vaya! -sonrieron-. Damen nos habló mucho de ti. Teníamos ganas de conocerte -dijo Brad.
Por primera vez en la vida, vi a Damen ruborizarse, y apartó la mirada, pero le dio un puñetazo en el hombro a Brad.
-Calla imbécil -murmuró. Brad rió, y Susan también.
Al final entramos las dos en la clase, y éstuvimos juntas durante todo el día. En realidad me caía muy bien.
Por la noche, cené, me despedí de todos, y entré con Damen dentro. Me senté en la cama, y él en su respectivo sofá. Ya me acostumbré hace mucho a esto.
-¿Sabes... -empezó mientras miraba por la ventana- que sólo faltan tres semanas para que me vaya? -se volvió hacia mí sonriendo, pero se notaba que era una sonrisa forzada.
Yo ni siquiera sonreí. Como siempre, no podía.
-Nunca me has dicho porqué... te obligaron a protegerme.
-Es que no lo sé. Se supone que protegemos a la gente de algo malo que les va a pasar -me horroricé, pero él alzó una mano para que me calmase-. No te va a pasar nada. Sólo que hay veces que... los ángeles fallan, y la gente protegida muere en el acto -miró al suelo.
-Y... ¿eso te pasó a ti alguna vez?
-Emmm...bueno, en realidad sí que perdí a alguien, pero no como imaginas. Ya te he hablado de ella.
-Kate, ¿no? -asintió con pesar.
-Ojalá... si sólo me hubiera esforzado un poco más... ahora mismo podría tenerla a mi lado, abrazarla... -se dio cuenta de lo que decía, y carraspeó-. Bueno, no, quiero decir... -suspiró-. Quiero decir que ojalá no la hubiera perdido. Emmm... pero bueno, da igual.
-¿Te has... enamorado alguna otra vez de otra chica? -pregunté con voz dulce. No quería herirle.
-No -dijo mientras negaba con la cabeza-. Normalmente son ellas las que se enamoran de mí, pero yo... no soy capaz -chasqueó la lengua con rabia-. Ni siquiera sé porqué te estoy diciendo esto. No es de tu incumbencia, idiota.
Bufé.
-Pues vale. Dios, no me extraña que ella se fuera. ¡No te aguanta ni tu madre! -me acosté en la cama, y apagué la luz-. ¡Buenas noches!
Él no respondió. En realidad, nunca le había visto así, e incluso me daba un poco de lástima. A través de la luz de la luna que entraba por la ventana y bañaba su pelo, juraría haber visto una lágrima... pero no, era imposible.