-Oye, Ralph…
-¿Cómo…?
-Perdón. Príncipe Ralph –dije entre dientes.
Le miré, y él sonrió triunfal.
-¿Sí?
-¿Has tenido que matar alguna vez?
-¡Buf! Sí. Muchísimas. ¿Por?
Le miré horrorizada.
-¿A cuántos más o menos?
-¿Te refieres a niños o adultos?
Vale, esto ya era demasiado.
-¡Para!
Frenó el caballo. Intenté como pude bajarme de él. Al final caí sentada. Él me miró con una ceja alzada desde el caballo, interrogante.
Me levanté y me limpié mi túnica.
-¿Qué te pasa ahora?
-¡No puedo ir en caballo con un hombre al que ha asesinado a niños! ¡Y aún por encima que lo disfruta!
-Yo no he dicho que me gustase… Bah, tienes razón. Me satisface mucho. Muchísimo. ¿Pero qué más te da a ti, si total no los conoces?
-¡¿Y eso qué tiene que ver?! –me crucé de brazos.
-Venga… sube al caballo.
-No quiero.
-O lo haces tú o lo hago yo.
Le di la espalda. Sentí cómo se bajaba del caballo, y me cogió por la cintura.
-¡Suéltame!
Forcejeé, pero él tenía fuerza, y me arrastró hasta colocarme otra vez encima del caballo.
Se montó también y lo espoleó. Empezamos a cabalgar.
-Ahora ya sabes.
Le miré.
-Seguro que estás deseando pegarme como a todas las que has…
-Eh, eh, tranquilízate, ¿vale? Estás muy alterada, y eso no es bueno.
-Eres del tipo de hombres que les gusta ver el miedo en los ojos de una mujer inocente. Se te nota.
-Vaya, ¿sí? No sé si tomármelo como un halago o simplemente ignorar tú estúpido comentario que ni siquiera te había pedido que dijeras.
Puse los ojos en blanco. Increíble.
*Siento haber tardado en subir, pero es que no tenía tiempo. Y como mi imaginación es infinita, acabo de crear otro blog. Es este: Storyteller
Si queréis, entrar, si no, pues nada. Gracias.