Edward y yo nos sentamos en un banco de piedra al lado de la iglesia, y me contó su historia.
-Verás, no soy de aquí. Nací en Francia. Durante mi niñez estuve viajando de un lugar a otro, pasando por Italia, Alemania, España… Viví en Santiago de Compostela y Toledo durante diez años. Pero cuando cumplí veintidós años quise independizarme, y me vine a Inglaterra. Ya puedes ver que no he sido bien recibido –rió un poco, pero luego sus ojos se entristecieron-. Me acusaron injustamente, estuve prisionero durante unos meses y hoy era la fecha de mi muerte, pero al parecer Dios ha mandado un ángel precioso para protegerme.
Me mordí el labio inferior. El corazón me latía rápidamente. Edward se acercó un poco más a mí, y fue acercando despacio su cara hacia la mía…
Hasta que oímos un molesto carraspeo.
Avergonzados, nos separamos enseguida, y alcé la mirada. Era Ralph.
-Ejem. Siento molestar –dijo irritado-. Pero he encontrado a alguien que quizá pueda ayudarnos.
Un hombre de mediana edad apareció detrás de él.
-Éste es el prior Tom.
Me levanté, y le hice una rápida reverencia.
-Es un placer conocerle, prior.
-Lo mismo digo, muchacha. El príncipe me ha contado vuestra dura situación.
-¿Prí… príncipe? –balbuceó Edward.
Miré hacia él, y le sonreí.
-Sí, es el príncipe Ralph. ¿No te lo habías imaginado ya?
Para la sorpresa de todos, Edward se levantó de un salto y le propinó un puñetazo a Ralph en la mejilla. Éste también se defendió, devolviéndoselo, y ambos cayeron al suelo. Varios guardias les separaron.
-¡¡Tú!! –gritó Edward-. ¡Tú mataste a mi hermano!
-¿Qué yo qué? ¡Ni siquiera…! –Pareció caer en la cuenta-. Ah… sí, sí que lo maté –dijo finalmente orgulloso y sonriente.
Edward forcejeó para volver a pegarle, pero los guardias lo tenían bien amarrado.
-Por eso me sonabas. Pero de todos modos ya está muerto, así que, ¿qué más da?
-¡¡Cómo te atreves a decir eso!! -parecía que iba a echarse a llorar-. ¡¡Eres un ser despreciable!!
-¡Ah, claro! Ahora el malo soy yo. Fue acusado, y yo lo maté porque me lo pidieron, nada más.
-¡¡Maldito hijo de…!!
-Eh, cuidado con lo que dices –los guardias soltaron a Ralph.
Yo sólo estaba paralizada y con la boca abierta.
-Lo llevaremos a prisión.
-¡No! –corrí junto a Ralph-. ¡Haz algo!
-¿Cómo? ¿Aún por encima? Merece pudrirse en ese lugar.
Empecé a llorar. Ralph me miró y puso los ojos en blanco.
-Ay, no. Ni se te ocurra. Para. ¡Para de llorar de una vez! –Yo seguí llorando-. ¡Vale, vale! ¡Eh!
Los guardias se volvieron hacia él.
-Está bien, soltadlo, ¡pero no quiero que se vuelva a acercar a mí!
Los guardias, algo confusos, soltaron a Edward. Éste se frotó la cara en el lugar dónde Ralph le había devuelto el puñetazo.
El prior Tom se acercó.
-Bueno, al parecer esto ha sido un incidente fortuito. Edward, escúchame. Sé que ahora no tienes adónde ir, así que me gustaría mucho que te hicieses monje.
-¡Monje! ¿En serio?
-Completamente. No tendrías ningún problema, te sobraría comida todos los días y tendrás refugio. ¿Te gustaría?
Edward miró hacia mí, y yo asentí. Eso sería lo mejor para él. Volvió a mirar a Tom.
-Está bien. Lo haré.
-Bien. Y vos, príncipe Ralph, podréis ir junto al conde. Sin duda os reconocerá.
-¿Con que el conde vive por aquí? Menuda suerte. Perfecto.
-Sí, si pasáis el bosque hasta el próximo pueblo enseguida llegaréis.
-Bien. Venga, vamos.
Me cogió del brazo, pero yo me solté.
-Déjame por lo menos despedirme de Edward.
Ralph lanzó un suspiro hastiado.
-Vale. Pero que sea rápido.
Edward me cogió de la mano y me llevó al otro lado de la iglesia, dónde no había nadie.
-Raquel, lo siento mucho. Muchísimo. Nunca creí que tú vendrías y… yo…
Me tocó la mejilla con la mano, y yo cerré los ojos.
-Te echaré muchísimo de menos… Apenas acabo de conocerte, pero puedo asegurarte de que… no sé, te amo. Te amo con todo mi corazón. Te amo muchísimo. Supongo que a esto se le llama amor a primera vista.
Entonces se inclinó y rozó brevemente sus labios con los míos. Era un beso cálido.
-Yo también te quiero… -le susurré contra su boca.
Podía sentir su corazón desbocado, al igual que al mío.
-La canción que te canté antes… quiero que la recuerdes para siempre. Es tuya.
Nos dimos un último abrazo, y escuchamos los gritos de Ralph al otro lado de la iglesia.
-¡¡¡¡Raquel, mueve tu maldito culo hasta aquí ahora mismo!!!! ¡¡No pienso esperar ni un minuto más!!
Suspiré fastidiada y miré a los ojos a Edward.
-Te prometo que volveré a por ti.
-Y yo te esperaré.
Le di un último beso y me fui de allí.
*Bien, puede que sea un poco confusa la entrada, pero ya lo entenderéis más adelante. Y quería decir con este mensaje que cuando termine con esta historia, seguiré con la de Night of Angels. Os explicaré todo en otro momento. Gracias ^^