¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

domingo, 28 de febrero de 2010

Capítulo 23 (E)---(D)

(E)Por supuesto, lo peor de todo: caer.
Odiaba esa sensación, por ello nunca me montaba en las montañas rusas.
Y al momento, me vi en el suelo. Concretamente, en un césped. Me iba a incorporar, pero algo impactó contra mi estómago, que me dejó sin respiración durante unos segundos que fueron interminables. Y luego otro, más suave. Al abrir los ojos, miré que alguien estaba encima mía.
-Le... lev... -intenté decir.
La persona se incorporó al momento. Era Susan, y el otro impacto fue Yin Yang. Ahora sí que me incorporé, y ella también, quedándonos sentadas. Yin Yang vino hacia mí, y me lamió la mano. Le acaricié la cabeza.
-¡¿Pero tú en qué estabas pensando?! -me gritó Susan-. ¡Esto no es divertido!
-Yo no he dicho que lo fuera... -me di cuenta de algo-. ¿Brad te dejó pasar?
-No. Debe de estar volviéndose loco. Es que no... él estaba parado, sin hacer nada, y el portal se iba a cerrar, así que... el gato y yo pasamos.
Los tres miramos a nuestro alrededor, y nos quedamos congelados.
Era una selva. O un bosque enorme, no estábamos seguros.
-¿Dónde... estamos? -balbuceé-. Se suponía que tendríamos que estar en Arglis, en Saints.
-Ya estamos en Arglis, pero Saints es la ciudad capital.
-¿A qué te refieres?
-Pues que... Arglis es como si fuera un país, y Saints es la capital, como por ejemplo España y Madrid o Estados Unidos y Washington. Aunque claro... este lugar... es imposible saber en qué rincón del mundo está puesto. Y me parece que este lugar no es normal. La abuela, antes de que viniera Brad para ser mi ángel, me dijo que este lugar era sagrado. Hay de todo: desde criaturas mitológicas y magia hasta demonios, incluso seres de los cuentos de hadas y cosas así. Incluso los árboles tienen algo especial.
-¿Tipo Las Crónicas de Narnia?
-Sí, algo así -ambas reímos, pero Susan se puso seria-. Pero ahora en serio, tenemos que salir de este bosque. A saber qué nos podemos encontrar. Vamos.
Me encogí de hombros, nos levantamos y empezamos a caminar, con Yin Yang jugando con las hojas de los árboles caídas cada vez que avanzábamos. Aunque me preguntaba porqué no caímos directamente en Saints. Algo curioso.

(D)Había empezado a cansarme. Me parece que Elisa no va a tener suerte hoy. Decidí que sería mejor volver a casa de Adalia, y decirles que yo mismo iría a buscar a su familia, porque sabía perfectamente dónde estaban: en Arglis. Seguramente capturados.
Después de unos minutos, estaba ya en la puerta de la casa, desde dónde se escuchaban gritos.
-¡¡¡¿¿¿Pero en qué demonios estabas pensando, Brad???!!! ¡¡¿¿Cómo pudiste...??!! -gritaba Adalia.
Con el ceño fruncido, creé la llave de la puerta, la abrí y entré. Brad estaba sentado en la mesa de la cocina, con la cabeza enterrada entre las manos, y Adalia al lado, creo que llorando.
-Nunca había visto una vieja llorar de esa manera -exclamé-. ¿Qué pasa aquí? ¿Alguien se ha hecho pupa? Aunque seguro que querréis que os ayude... pero ya sabéis que yo no ayudo gratis...
-Damen, es Elisa.
Cuando alguien dice "es Elisa", significa que le pasó algo, ya sea grave o leve, pero le pasó algo, y esa noticia me sentó como un puñetazo en el estómago. Intentaba poner cara de que me daba igual, pero no era así. No era capaz, pero lo que mas me fastidia es que no es propio de mí preocuparme de los demás.
-¿Qué...? -intenté decir.
-Me engañó para que abriera un portal, y yo caí como un estúpido. Y... Susan y el gato fueron detrás de ella. ¡¿Y si les pasa algo qué?! ¡A mí por lo menos me matan! Qué suerte tienes, que si le pasa algo a Elisa, no te dirán nada... -dijo Brad.
-Si algo le pasa a Elisa, pasarán dos cosas -dije con voz fría-. Una, que te cortaré las orejas y las pondré como aperitivo en las fiestas de carnaval. Y dos... -respiré hondo, muy hondo, pero no me tranquilizaba- no sé qué haría en el dos, así que me largo.
-¿Cómo que te vas? ¿No vas a buscarla? -respondió Adalia.
Cogí el móvil y marqué un número, aunque me costaba porque tenía la mano temblorosa.
-Pues claro -dije mientras esperaba a que me contestaran-. ¿Te crees que soy estúpido? Porque te aseguro que no. -Descolgaron-. Jack, necesito que vengas a casa de Adalia. Te acuerdas, ¿verdad? ¡Pues ven cagando leches!
Colgué, y volví a llamar a otro, y así hasta que llamé a cuatro; no me hacían falta más.
Brad y yo salimos afuera, y de repente apareció un portal. De él salieron los ángeles.
-Aquí estamos -dijo Jack, el que los encabezaba.
Los demás -Andrew, Cecil y Jonathan- estaban detrás de él, pero igual de expectantes.
-Bien. Chicos, Brad y yo os necesitamos.
-Damen -dijo Cecil-, tú nunca has hecho nada por nosotros. ¿Y ahora nos pides ayuda?
Tan puñetero como siempre.
-Os he dado mi amor y amistad, ¿no os llega?
-¿Amor y amistad? Estás de coña, ¿verdad?
-¿Qué te esperabas? -repliqué.
-Espera -dijo Andrew-. Damen pidiendo ayuda. ¿Tenéis una cámara de vídeo para grabar este momento tan emocionante? Nunca creí que presenciaría esto.
-No estoy de broma. Os necesito. Jack -me miró-, recuerdas a Elisa, ¿verdad?
-Cómo olvidarla -puse los ojos en blanco.
-Bueno, pues ha ido a Arglis, a Saints.
-¡¿Qué?! -gritó-. ¡¿Cómo has sido tan irresponsable...?! ¡¿No ves que pueden descubrirla y...?!
-En realidad fui yo el que se descuidó -me defendió Brad-. Mi protegida también desapareció.
Los cuatro se quedaron pensativos.
-Bien, no pasa nada -dijo Jonathan-. Os ayudaremos. ¿Cómo son?
-Bueno -empezó Brad-. Susan tiene el pelo tipo cleopatra, negro teñido, ojos pintados de negro, labios pintados de negro, uñas pintadas de negro, maquillaje blanco, ropa toda negra...
-¿Pero qué pasa? ¿Tiene algún problema con los colores? ¿Es acaso daltónica?
-Sólo es gótica -respondió.
-Bueno, ¿y la tuya?
-Elisa también tiene el pelo tipo cleopatra, pero largo, y normalmente lleva sudaderas. Pelo oscuro, piel algo pálida, no va maquillada... ¿hace falta más?
-¿Algo característico? ¿Como un collar o algo así?
-Supongo que no, o quizá... si ese estúpido gato no está aquí significa que está con ellas, así que si véis a una chica con un gato negro, ya sabéis.
-Bien. Vamos a buscarlas -dijo Jack-. Como son humanas es imposible que hayan traspasado las barreras de Saints con un portal, por lo que deben de haber caído o en el lago, el bosque o la carretera. Hay que buscar bien.
Bueno, pues a buscar.

jueves, 25 de febrero de 2010

Capítulo 22 (E)

Me volví a sentar en el sillón, con el gato en brazos. Adalia, Susan y Brad me miraban estupefactos.
-Guau... ¿acaba de pasar lo que creo que acaba de pasar? -preguntó Susan-. Nunca en la vida había visto a Damen... hacer algo cariñoso. Hasta creí que no tenía sentimientos. Ahora creo que ya sé por qué te ayuda -y sonrió burlonamente.
No la entendí, pero no me hizo gracia.
-Él sólo me ayuda porque es su obligación -señalé-. Cuando deje de ser mi ángel se marchará y ya no nos volveremos a ver. Listo.
Los tres se miraron confusos, pero luego sonrieron.
-¿Quién te dijo eso? -preguntó Brad.
-Él. Me dijo que sólo nos quedaban dos semanas. ¿Por...?
-Me parece que tu ángel no te ha dicho toda la verdad -comentó Adalia-. Ya sabes que él es muy mentiroso y convincente cuando se lo propone.
-¿Qué quieres decir?
-Bueno... ¿has contado bien, querida? ¿Seguro que son dos semanas?
Empecé a contar con los dedos, porque con los nervios no me concentraba bien. Y tenía razón: no nos quedaban dos semanas, sino que ya había pasado cinco días desde que debía irse.
-¡¿Cinco días?! -grité-. ¡¿Se ha quedado cinco días conmigo porque sí?!
-No creo que sea porque sí -respondió Brad-. A lo mejor es que te está cogiendo afecto, Elisa. Aprovéchalo: él nunca ha demostrado cariño con nadie, ni siquiera con sus padres.
-¿Y con sus ligues?
Brad bufó.
-No seas ridícula. Él lo único que hacía era aprovecharse de ellas hasta que las pobres se enamoraran de él y luega las dejaba. ¿Dónde ves un atisbo de amor en eso?
-Oh... bueno, ya... -intenté decir, pero me había quedado sin palabras.
En los dos siguientes días, Susan y yo fuimos como siempre al colegio, pero en la tarde de éste último, en la que estaba viendo la televisión con Susan, me sonó el móvil. Me disculpé y salí afuera, al jardín, dónde había un pequeño estanque lleno de peces japoneses y de colores. Después de buscarlo desesperadamente en mis bolsillos, los encontré, y en la pantalla me aparecía un número privado. Descolgué.
-¿Sí?
-¿Elisa? -preguntó una voz fría y grave.
-S... sí, soy yo.
-Bien. Voy a ir directamente al grano. Tu familia está conmigo. Si quieres salvarlos, debes venir a Saints, en Arglis.
-¿Saints? ¿Qué...?
Entonces recordé.
-La ciudad de la que me hablaba Damen... -murmuré.
-Exacto. Cada día tu familia está más cerca de la muerte, así que si no te das prisa, podría ser su fin. Suerte.
-¡Espera! ¡¿Y como pretendes que vaya hasta...?! -pero ya había colgado.
Los peces se asustaron con mis gritos, pero es que estaba muy nerviosa. Y se me ocurrió algo.
Entré rápidamente en casa de Adalia, y fui junto a Brad, que estaba en la cocina haciendo un sudoku. Al verme entrar, sonrió.
-Mira quién está aquí...
-Brad, necesito que me ayudes.
-¿Qué ocurre? -preguntó algo alarmado. Se levantó-. ¿Has visto algo raro? Porque si es así debes avisarme cuanto...
-Tú también puedes hacer portales, ¿verdad?
-¿Portales? Por supuesto -se cruzó de brazos-. Es lo mejor que se me da. Pero tengo prohibido hacerlos en casa de Adalia en su ausencia, así que no.
-¡Pero...!
-No -me crucé de brazos, e inventé algo.
-Oh, ya entiendo. Lo que pasa es que no sabes hacer eso tan fácil. ¿No te da vergüenza? Pero bueno, da igual. Ya sabía yo que Damen era el único capaz.
Se enfureció.
-¡Claro que soy capaz! ¡Te lo demostraré!
Ay... el poder de la psicología inversa.
Se acercó a la pared y dibujó con la mano un círculo, dónde parpadeaba fuego verde. De repente apareció una especie de agujero del mismo color, que desprendía energía.
-¿Y sabes como se utiliza? -le pregunté mientras terminaba.
-Claro. Para poder ir adónde quieras, sólo tienes que pensar el nombre del lugar al que quieres, y el portal entra en tus ondas cerebrales para poder interpretar el mismo sitio. Casi nunca se equivoca -asentí-. Bueno, lo cerraré ya, ¿vale?
Iba a cerrarlo, pero le cogí del brazo. Me miró confuso.
-Brad, quiero que le digas a Damen cuando venga que ha sido un gran amigo para mí, y que deje de buscar ya.
-¿A qué...?
Le sonreí, y Susan, con Yin Yang en brazos, aparecieron de repente por la puerta, mirando con terror.
-¡¿Pero qué...?! ¡Brad, sabes que tienes prohibido...!
-Susan, es culpa mía. Os echaré de menos -dije.
-¿Eh? ¿Qué...?
Pero ya no les di tiempo. Iba a saltar.
-¡¡No!! ¡¡Brad, frénala!!
Pero ya había entrado, pensando sólo en el nombre de Saints.

sábado, 20 de febrero de 2010

Capítulo 21 (E)

Yo seguía sentada, llorando en silencio, y Damen estaba apoyado contra la pared, con los ojos cerrados, supongo que pensando en qué debíamos hacer.
Y de repente apareció un bicho de cuatro patas.
Asustada, lancé un grito pequeño, pero lo dejé cuando vi que no era un bicho, era el gato Yin Yang, del que me habló mi hermano pequeño en una ocasión. Era un gato negro excepto las patas y la punta de la cola, que eran blancos. Se acercó a mí, le acaricié la cabeza y ronroneó.
Damen bufó.
-¿No... te gustan los gatos? -le pregunté todavía con lágrimas en las mejillas, algo temblorosa.
-No, los odio. Me parecen seres estúpidos, y los perros también.
Al gato se le erizó el pelo.
-¿Y qué hacemos ahora? -pregunté, volviendo a llorar-. Yo... quiero ir junto con mi familia.
-Es obvio que quieres ir, pero no puedes. Mira, te ayudaré, pero no me molestes. ¿No tienes amigos o amigas con los que alojarte?
-Bueno, estaba ese chico del instituto...
Damen se enfadó.
-No, chico no.
-¿Por qué? ¿No es lo mismo que...?
-¡No, no es lo mismo! -gritó.
Ambos nos quedamos anonadados. Ni yo sabía porque se había puesto así, ni él tampoco parecía saberlo. Carraspeó.
-No... es lo mismo porque... él... ¡n-no sabe de nuestra existencia! Te irás con Susan, la chica que conociste ayer. La que también tiene un ángel.
-¡Pero...!
-Mira, la abuela de Susan me debe un favor, y estoy a punto de gastar ese favor contigo, así que ni se te ocurra quejarte.
Asentí despacio. Damen me cogió del brazo y me levantó bruscamente.
-¡Ay! -me quejé.
Chasqueó la lengua, y me soltó. Ambos íbamos por la puerta cuando el gato Yin Yang fue detrás mía. Me puse de cuclillas y le acaricié la cabeza. Volvió a ronronear.
-No, bonito, tú debes quedarte aquí -pero el gato no se iba.
-A ver, estúpido felino -reprimió Damen-. ¿Te crees que tenemos tiempo para tus estupideces gatunas? Yo creo que no, así que o te largas o te doy una pedazo patada en el culo que te va a llevar al Machu Pichu, ¿te ha quedado claro?
El gato tembló, como si hubiera entendido, pero no se despegaba de mí. Me encogí de hombros y me levanté con el gato en brazos.
-Bueno, así tendré compañía. En parte este gato me recuerda a ti -alzó una ceja.
-¿Que... te recuerda a mí? ¿Acaso me ves bigotes blancos en mi maravillosa cara, pelo negro, una cola asquerosamente larga y pelo por todo mi cuerpo? No, ¿verdad? Pues eso -y empezó a andar, dejándonos atrás.
Miré al gato y suspiré.
-¿Ves lo que tengo que aguantar todos los días? Pero bueno, contigo bonito, estaré mucho mejor que con ese imbécil -acaricié su mejilla con la mía, y éste volvió a ronronear.
-¡¡¡A ver, idiota, o mueves tu enorme culo del sitio o voy yo y te traigo aquí a patadas!!! -gritó Damen desde mucho más adelante.
Puse los ojos en blanco, dejé a Yin Yang en el suelo y ambos corrimos hasta Damen.
En una hora, estábamos en la tienda de la señora Adalia, la abuela de Susan y la que me había advertido de Damen en el pasado leyendo por cartas. Pero estaba cerrado. Aunque era obvio, porque todavía eran las siete u ocho de la mañana.
-¿Tenemos que esperar? -pregunté mientras daba ligeros saltitos con las manos en los bolsillos de la chaqueta.
-Pues... -miró hacia mí, y sonrió-. ¿Qué te pasa? ¿Tienes ganas de ir al baño?
-No, es que tengo frío.
Se rió, se acercó a mí y me pasó una mano por el hombro, pero yo me aparté. Me miró confuso.
-Baja esos humos, Don Juan, que ya tengo al gato para abrazar a alguien.
Se encogió de hombros, y nos fuimos a una casa apartada del lugar, con un césped delantero bastante verde, se notaba que lo cuidaban. Damen llamó al timbre.
Increíblemente, en una hora, me vi sentada en un sillón con un poco de café en la mano y rodeada por un ángel egocéntrico, una señora que leía el futuro en una simple baraja, una chica gótica y otro ángel demasiado curioso.
Me hizo sonreír. Damen estaba apoyado al lado de mi sofá, y el gato en mis rodillas, mientras Adalia y Susan intentaban entender.
-A ver, a ver -dijo Adalia-. Lo que quieres es que cuidemos de Elisa mientras estás fuera -Damen asintió serio-. ¿Y cuánto tardarás? No lo digo porque nos moleste cuidarla, al contrario, pero a lo mejor te echará de menos.
-Ya tengo al gato para sustituír su compañía, gracias -murmuré.
-¿Ves? Estará bien. Tardaré... nah, uno o dos días, pero no tiene a nadie más que sepa de nuestra existencia, así que...
-Vale, está bien -dijeron Susan y Adalia a la vez, sonrientes.
Me estremecí, y Brad, el ángel de Susan, rió.
-Ahora vas a saber qué es vivir en esta casa.
Reí. Damen se acercó a la puerta, y al abrirla, me entró una descarga por toda la espalda.
-Bueno, pues hasta pronto...
-¡¡Espera!! -le interrumpí mientras me levantaba con rapidez.
Todos se me quedaron mirando.
-¿Qué quieres ahora? -dijo impacientemente.
-Yo... no te irás, ¿verdad? Quiero decir... volverás pronto, ¿no? ¿Seguro que en uno o dos días?
Sonrió. Pero no de ese tipo de sonrisas burlonas o de satisfacción suyas, sino una verdadera. Se acercó a mí y me puso una en el hombro. Esta vez no me aparté.
-Sí, te lo prometo. No te dejaría sola en esto, ya lo sabes.
E hizo algo que no esperaba. Me besó en la frente. Fue rápido, pero cálido.
Y se fue. Me dejó un vacío en el pecho. ¿Añoranza? Puede, pero lo que más me preocupaba en ese momento es que me daba la impresión de que no le volvería a ver, y por ello una lágrima me resbaló por la mejilla, pero intenté que nadie se diera cuenta.

jueves, 18 de febrero de 2010

Capítulo 20 (E)

Al momento de subirme a su lomo, sus alas doradas aletearon rápidamente y empezamos a volar. Personalmente, esto me da daba un poco de pánico, quizá porque... ¿tengo vértigo? Eso no lo recordaba... pero cada vez que miro abajo, el estómago se me revuelve, así que cerré los ojos para evitarlo.
-Y... dime... -intenté decir entre bocanadas de aire-. ¿Por qué viniste? ¿Qué pasa?
"Cuando te dignes a mirar hacia atrás, hablamos" -me respondió.
Tan borde como siempre, pero despacio, me volví y los miré: esas especies de murciélagos y lagartijas que le perseguían la vez anterior.
"Y para que lo sepas... ahora vienen a por ti, así que hazme el favor de agarrarte bien"
-¡¿A por mí?! ¡Pero si yo no hice nada! ¡¿Por qué...?!
"¡¿Te crees que estaría aquí pintando la mona si fuera adivino?! Porque si lo crees así, entonces es que debería estar apostando en los caballos, ¿no crees, idiota?"
-¡Oye, que yo no te insulté! ¡Y tú eres estúpido!
"¡Tonta!"
-¡Egocéntrico!
"¡Ignorante!"
-¡Hipócrita!
"¡Dime que no me has llamado eso! ¡¿Con que esas tenemos, eh?! Te vas a enterar..."
Quizá no era momento para hacer estas estupideces de críos, pero ambos estábamos tan enfadados que no nos dábamos cuenta de que unos 67 bichos híbridos con sierras en vez de dientes nos seguían, así que Damen giró sobre sí mismo, aterrándome como nunca. Cerré los ojos y me agarré mejor.
"¿Qué, satisfecha? ¿Eh?"
No le respondí. Lanzó un breve gruñido de satisfacción y escapamos de los bichos, escondiéndonos entre los edificios de la ciudad, y al despistarlos, nos fuimos hacia la famosa plaza. Aterrizó al lado de la fuente, y yo me bajé.
Y caí sentada y aturdida al suelo. Damen se sentó como un perro o un gato, jugando con su blanquezina cola.
"¿Mejor?" -preguntó.
No le respondí. Lanzó una especie de suspiro hastiado, y me miró. Yo miraba al suelo, y una lágrima que no pude evitar derramar resbaló por mi mejilla. Damen se quedó congelado.
"¿Estás llorando? -seguía sin decir nada-. Hey, Elisa, no llores. Oye, perdona... No pretendía... pensé que no tenías miedo a las alturas... Agh, ni siquiera sé que hago yo disculpándome. ¡Yo, que nunca digo ni gracias ni por favor!"
-Cállate -dije, y por primera vez desde que desperté del hospital, sonreí.
"¿Estás sonriendo? -asentí-. Nunca te había visto sonreír"
Pero de repente oímos a los bichos, que se acercaban hacia nosotros. Ambos nos quedamos paralizados, y Damen profirió unas palabrotas. Cada vez estaban más cerca, hasta que se quedaron parados a unos tres metros de nosotros. Le miré.
-¡Pero haz algo! -grité.
"¿Y qué pretendes que haga, genio?"
-¡¡Ataca!!
Se me quedó mirando.
"¿Qué te crees que soy? ¿Un pokémon? -me encogí de hombros- ¡Déjame pensar!"
-¡Un portal! ¡Haz un portal de los que haces tú! -dije.
"¡Pero no te voy a llevar a mi tierra! ¡No seas estúpida!"
-¡No! ¡Me refiero a que uses uno de esos para llevarnos a mi casa! -lo pensó.
"Bueno, al fin y al cabo no eres tan idiota como creía que eras"
Hizo algo raro delante de la fuente con una garra dorada, y apareció un portal del mismo color que cuando apareció Jack en mi habitación. Me subí a su lomo y entramos.
Y fue lo peor que se me habría podido ocurrir. Era una sensación horrible, como cuando caes en la primera caída de una montaña rusa, pero sin cinturón de seguridad y sin poder agarrarte a nada. Sólo esperé a que se acabara, y de hecho, fue rápido. Al momento me vi tendida en el césped de mi casa. Me levanté dolorida, y vi a Damen, con su forma humana, apoyado en la pared del porche, con los brazos cruzados, y el ceño fruncido.
Me acerqué a él.
-¿Ves? Te dije que funcionaría. Y...
-Elisa. Ten cuidado.
-¿Perdona?
-Ven.
Ambos entramos dentro de la casa, y mientras subíamos las escaleras, empezó:
-Siento algo raro. Así que ten cuidado. No vaya ser que después de todo lo que he hecho para que siguieras con vida fuera en vano -dijo fríamente.
Como un gato, se fue acercando a mi habitación, abrió la puerta y entró, pero luego salió.
-Vale, aquí no hay nada. ¿Oyes eso? -me quedé escuchando, pero no oía nada.
-No escucho nada.
-Exacto. Silencio, y eso es malo. Ve a la habitación de tu hermano, yo iré a la de tus padres.
Asentí, y me acerqué poco a poco a la habitación de Tommy, y abrí la puerta.
Y lo que vi no me gustó nada.
La habitación estaba revuelta, todos los juguetes tirados en el suelo, y las demás cosas igual. Y ni rastro de Tommy.
Retrocedí poco a poco paralizada, y me choqué con Damen. Le miré con lágrimas en los ojos. Echó una mirada a la habitación y frunció el ceño.
-Ya. La habitación de tus padres está mucho peor, pero tampoco están allí. Creo que esos bichos lo único que querían era distraernos para poder coger a tu familia -se cruzó de brazos pensativo-. Aunque no veo el motivo.
Yo ya no le escuchaba. Los oídos se me taponaron, y veía borroso a causa de las lágrimas. Me senté en el suelo, enterrando la cabeza entre las manos.

domingo, 14 de febrero de 2010

Capítulo 19 (D)

*Como puse en los otros blogs, Rockstar y yo hicimos un nuevo blog. Todavía no está terminado, pero por si queréis pasaros, aquí está:
http://unidosporeldestino.blogspot.com/
Muchísimas gracias, de verdad ^^

Y aquí va el capítulo:

Esa noche tocaba mi transformación. Mientras iba sobrevolando la gran ciudad con mis alas doradas, no podía dejar de pensar en lo que Elisa me dijo.
"No me extraña que ella se fuera".
Por más que intentaba no pensar en eso, la cabeza me daba vueltas. Sólo podía pensar en Kate. ¿Qué hubiera sido de nosotros si ella todavía estuviera a mi lado? Aunque también podría ir a buscarla. De todos modos, seguramente ya me habrá olvidado... Ella era la única con la que no podía enfadarme por más que quisiera, la única que... me hacía sonreír como...
"Como lo hace Elisa".
No, imposible. Es... esto es sólo un pequeño shock que tengo. ¡¿Pero desde cuando me comporto yo así?!
Con cuidado, aterricé en un césped de alguna casa. Ya me cansé de volar, y por qué no reconocerlo, estaba destrozado. A la cabeza sólo me venía Kate, y con ella, un gran dolor en el pecho. Cuando sonreía, cuando nos peleábamos de broma, cuando lloró hasta más no poder cuando se cayó del columpio y que nadie era capaz de consolarla excepto yo, cuando me dijo por primera vez "te quiero...", nuestro primer beso... Cuando...

"-Damen, dime -empezó Kate-. ¿Tú... me quieres?
Yo miraba hacia el lago, por lo que no pude verle la cara.
-No -respondí fríamente.
Oí un pequeño gruñido que procedía de ella, pero no desistió.
-Ah, y... tú... ¿llorarías si... me fuera de tu lado?
-No -volví a responder malamente.
Sentí sus lloros, y como se daba la vuelta mientras se iba. Pero me volví y la seguí, la cogí de la mano y la obligué a mirarme. Ella lloraba.
-No te quiero -dije- sino que te amo con toda mi alma, y si te fueras de mi lado no lloraría, sino que simplemente me moriría. Kate, yo sin ti no soy nada -dejó de llorar y sonrió con felicidad..."

Entre mi ensoñación, vi una figura en el porche de la casa. Una niña de unos cinco años, rubia con ojos negros vaciló para acercarse.
-Hola -dijo con su vocecita mientras me saludaba enérgicamente con la mano-. ¿Y tú quién eres?
"¿Yo? Un simple idio... soy un ángel, sólo que ahora me ves con forma de dragón. ¿Y tú, pequeña?", dije pensando.
Se llevó las manos a su cabeza, ya que había oído mis pensamientos. Carraspeó y se acercó a mí.
-Yo soy Gina. Y tengo toooodos estos -se señaló con la mano derecha su izquierda, en la que tenía la mano abierta-. ¿Y tú como te llamas?
"Yo Damen. Mira, niña..."
-Gina -replicó.
"Eso. Mira, quiero que me prometas una cosa -asintió con energía-. No le cuentes a nadie que me has visto. Si no voy a tener problemas. ¿Vale?"
-Sí. ¿Sabes que eres muuuy bonito? ¿Puedo acariciarte la cabecita?
Sonreí un poco y bajé mi cabeza. Me acarició el hocico.
-Eres muy suave.
De repente oí algo, y la niña también. Esos bichos que había visto la última vez sobrevolaban el cielo, pero esta vez no venían hacia mí, sino que iban hacia...
"Elisa", pensé.
-No, yo soy Gina. Mira, di, Gi-na... -dijo mirándome.
"Perdona, Gina. Pero una chica un poco tonta está en peligro, y yo tengo que salvarla"
Me erguí rápidamente y aleteé mis alas, preparado para volar.
"Que te lo pases bien. A ver si nos vemos en alguna otra ocasión" -le dije mientras empezaba a volar.
Al momento ya estaba en el aire, y seguía a los bichos eses, aunque cogí un atajo para ir antes. Al llegar a la ventana de Elisa, me apoyé en su tejado, al lado de la ventana de su habitación, y con una garra dorada peté en la ventana. Abrió los ojos, y luego miró hacia mí.
Primero, se volvió a acostar, pero luego se dio cuenta. Se levantó rápidamente y vino hacia mí, abriendo la ventana.
-¡¿Damen?! ¡¿Pero qué...?!
"Elisa, por favor, tienes que venir. Si quieres después me echas tu clásica bronca, pero ahora tienes que venir. Súbete a mi espalda"
-¿Con pijama? ¿No puedes esperar a que me vista?
"¡No! ¡No puedo esperar! ¡Así que mueve tu enorme culo si no quieres que derribe la ventana!"
Se me quedó mirando, pero al final desistió, salió por la ventana, y con esfuerzo se subió. Empecé a volar, y noté como Elisa se agarraba fuertemente a mi pelaje.
Y... lo que me pregunto es: ¿la ayudo porque me mandaron ayudarla... o la ayudo porque me preocupo por ella? No, definitivamente es lo primero. ¿O no?

viernes, 12 de febrero de 2010

Capítulo 18 (E)

Damen se recostó sobre la pared, como si se aburriera, y eso que acabamos de salir. Me di la vuelta y le miré con el ceño fruncido.
-Mira, no te voy a gritar, porque ya estoy harta.
Alzó las cejas con falsa sorpresa.
-Vaya, ¿no vas a gritar? Bueno, al menos sé que al final no me quedaré sordo -y me sonrió.
Puse los ojos en blanco.
-¿Quién era esa chica y el ángel? ¿Por qué me señalaste? -se rió-. No tiene gracia, Damen, en serio.
-En realidad sí, sólo que tú le quitas el lado divertido a todo -respiré hondo-. Bueno... Brad es el ángel de Susan, la chica de antes. Y ahora te estás preguntando, ¿y como me puede ver? Bueno, fácil. Porque alguien le dijo que existíamos, como tú se lo dijiste a tu estúpido hermano.
Abrí la boca para replicarle, pero lo que dijo me llamó la atención.
-¿Porque alguien le dijo que existíais?
-Sí, ¿no recuerdas, idiota? Ah, qué casualidad. ¿Es que ser amnésica también implica que te olvides las cosas cuando te las acaban de decir? -le ignoré, así que prosiguió, después de un suspiro-. Tú y tu hermano nos podéis ver porque sabéis la verdad de lo que veis, y a ella le pasa igual. Salvo que tú sigues siendo diferente. A ti no te lo dijo nadie. Pero bueno, a lo que íbamos...
-¿Quién se lo dijo?
Sonrió pícaramente.
-¿A que no lo adivinas? Anda, qué casualidad, hasta te lo acabo de decir.
-¿Qué...? -caí en la cuenta-. ¿Adivinas? ¿La adivina se lo dijo? ¿La bruja que vimos el otro día, que ella te conocía porque...? ¿La misma que me leyó el futuro y...? -asintió-. ¿Pero por qué? ¿La conoce?
-Es su abuela.
Me quedé a cuadros. ¡Por eso le conocía!
-Tú ya fuiste el ángel de esa señora, ¿no? Por eso Susan te conoce...
-Exacto.
De repente, la puerta de la clase se abrió, y aparecieron por ella el ángel y Susan, que me miraban con curiosidad.
-¿Tú eres... la chica especial? -preguntaron los dos a la vez.
-Eh... sí, supongo que sí.
-¡Vaya! -sonrieron-. Damen nos habló mucho de ti. Teníamos ganas de conocerte -dijo Brad.
Por primera vez en la vida, vi a Damen ruborizarse, y apartó la mirada, pero le dio un puñetazo en el hombro a Brad.
-Calla imbécil -murmuró. Brad rió, y Susan también.
Al final entramos las dos en la clase, y éstuvimos juntas durante todo el día. En realidad me caía muy bien.
Por la noche, cené, me despedí de todos, y entré con Damen dentro. Me senté en la cama, y él en su respectivo sofá. Ya me acostumbré hace mucho a esto.
-¿Sabes... -empezó mientras miraba por la ventana- que sólo faltan tres semanas para que me vaya? -se volvió hacia mí sonriendo, pero se notaba que era una sonrisa forzada.
Yo ni siquiera sonreí. Como siempre, no podía.
-Nunca me has dicho porqué... te obligaron a protegerme.
-Es que no lo sé. Se supone que protegemos a la gente de algo malo que les va a pasar -me horroricé, pero él alzó una mano para que me calmase-. No te va a pasar nada. Sólo que hay veces que... los ángeles fallan, y la gente protegida muere en el acto -miró al suelo.
-Y... ¿eso te pasó a ti alguna vez?
-Emmm...bueno, en realidad sí que perdí a alguien, pero no como imaginas. Ya te he hablado de ella.
-Kate, ¿no? -asintió con pesar.
-Ojalá... si sólo me hubiera esforzado un poco más... ahora mismo podría tenerla a mi lado, abrazarla... -se dio cuenta de lo que decía, y carraspeó-. Bueno, no, quiero decir... -suspiró-. Quiero decir que ojalá no la hubiera perdido. Emmm... pero bueno, da igual.
-¿Te has... enamorado alguna otra vez de otra chica? -pregunté con voz dulce. No quería herirle.
-No -dijo mientras negaba con la cabeza-. Normalmente son ellas las que se enamoran de mí, pero yo... no soy capaz -chasqueó la lengua con rabia-. Ni siquiera sé porqué te estoy diciendo esto. No es de tu incumbencia, idiota.
Bufé.
-Pues vale. Dios, no me extraña que ella se fuera. ¡No te aguanta ni tu madre! -me acosté en la cama, y apagué la luz-. ¡Buenas noches!
Él no respondió. En realidad, nunca le había visto así, e incluso me daba un poco de lástima. A través de la luz de la luna que entraba por la ventana y bañaba su pelo, juraría haber visto una lágrima... pero no, era imposible.

martes, 9 de febrero de 2010

Capítulo 17(E)

-¡¡Aaaaaaahhhhhh!! -grité.
¿La razón? Bueno, pues porque mi querido amigo Damen me puso los cascos del mp3 en el oído y a todo volumen. Por eso grité.
Y cómo no, mi madre apareció por la puerta. Pensé rápido.
-¡Elisa! ¿Qué...? -preguntó asustada.
-Una pesadilla -dije tan rápido que ni yo misma me entendí-. Una... pequeña pesadilla, pero no es nada, en serio. Estoy bien -sonreí.
-Está bien... Vamos, prepárate, que si no llegarás tarde -dijo con voz dulce.
Volví a asentir, y ella se fue. Lentamente, me volví hacia Damen, que estaba saltando en el sofá sonriendo burlonamente, pero para mí sonreía como un imbécil.
Le miré entrecerrando los ojos.
-¡¿Pero tú en qué estabas pensando?! -grité no muy alto.
-¿Yo? En despertarte. Bueno, me voy.
-¡Vale, pues lárgate de una vez, pero déjame tranquila!
Antes de desaparecer por la ventana, a la que me asomé por si se había caído, pero no vi nadie en el césped, seguía sonriendo. Lo dejé pasar, me vestí, hice toda la rutina, y bajé. Mi padre y Tommy estaban abajo. Éste último llevaba una mochila a la espalda, y papá tenía una más grande en la mano, que parecía que pesaba. ¿Pero una mochila para qué?
-Oh, Elisa. Toma -me la tendió, y yo la cogí, examinando lo que tenía dentro. Libros. Les miré interrogante-. Tienes que llevar los libros para ir allí.
-Ah, está bien. ¿Y dónde está ese sitio?
-Bueno, Tommy te llevará, ya que vuestro colegio está dividido en dos edificios. El colegio de primaria y el instituto de secundaria y bachillerato.
-Yo voy al segundo, ¿no? -asintió-. Bien, vale -me puse la mochila.
Tommy se acercó a mí, me cogió de una mano y me llevó a la puerta.
-Venga, vamos, que llegamos tarde.
Los dos nos fuimos. En el camino, hablamos.
-¿Y Damen? -preguntó.
-Se fue. No le apetecía venir. Ya sabes como es.
Después, llegamos. Tommy se fue al colegio. Me encontré con Sally y Thais afuera. Y más chicos y chicas que venían hacia mí como locos. Me saludaron, me preguntaron qué tal, que me echaban de menos Y demás cosas. Me volvían loca, así que sonreí e iba a entrar en el recinto cuando vi a una chica sola en una esquina del edificio, pero juraría que vi a alguien más seguirla... aunque sería mi imaginación. Sonó un timbre, y a mí me dio un vuelco el corazón. Menudo susto. Todo el mundo entró, y yo vi mi ficha que me había enseñado anteriormente mi padre. Entré en la clase que me tocaba, y me senté en una ficha. El profesor me había sonreído y que se alegraba también de verme, como todos.
Pero, en la puerta, vi a la chica de antes. Se sentó a mi lado derecho, en la última fila. No parecía querer hablar con nadie.
Después de unos minutos en el que el profesor empezaba a hablar, la puerta se abrió, y un chico con cara de ángel, pelo totalmente negro y ojos claros apareció por ella, pero había una cosa: se vestía como Damen. La blusa blanca y los pantalones negros, y el tatuaje. Era un ángel. El profesor fue hacia la puerta y la cerró, pensando que la abrió el viento, pero me parece que yo era la única que lo sabía.
O no. La chica de antes parecía hacer señas disimuladamente al ángel, que negaba con la cabeza mientras sonreía. Parecía estar buscando algo.
-¡Brad, ven aquí! -susurró.
El ángel seguía buscando. Nadie se daba cuenta de su presencia. La chica se volvió hacia mí, fulminándome con los ojos. Aparté la mirada hacia el profesor.
Pero la puerta se volvió a abrir. Y esta vez no era cualquiera, era Damen.
-Este viento... -masculló el profesor-, tienen que cambiar la cerradura.
La chica se puso nerviosa, ya que Damen saludó al otro y ahora le llamaba...
-¡¡Damen, Brad, parad quietos!! -susurró un poco más fuerte, pero nadie se dio cuenta. ¡¿Le conocía?!
Intenté taparme con una libreta, un libro, una carpeta... algo, para que Damen no me reconociera, pero sólo le bastó unos segundos para verme.
-¡¡¡Elisa!!! ¡Aquí! -gritó.
Parecía increíble que entre las explicación del profesor, los alumnos ni se inmutaran con la mención de mi nombre en boca de Damen.
-Sí, es ésa -me señaló, enseñándome a Brad.
La chica me miraba con la boca abierta, y con los ojos asustados. Tragué saliva, y me levanté.
-Tú... -empezó, pero la interrumpí.
-Emmm... ¿puedo salir un momento?
-¿Perdona? -dijo el profesor-. Claro que no. No puedes...
-Por favor, es que me encuentro mal... -pareció recordar lo de mi amnesia.
-Oh, bueno, adelante.
Y salí de allí rápidamente, con Damen siguiéndome. La bronca que iba a recibir...

viernes, 5 de febrero de 2010

Capítulo 16 (E)

Perdí la noción del tiempo, lo reconozco. Estoy completa e irrebocablemente perdida. La próxima vez me tragaré mi maldito orgullo.
Pero se me ocurrió algo. El móvil. Lo busqué desesperadamente en los bolsillos, y lo cogí.
Pero estaba sin batería.
Respiré hondo, me acerqué a un árbol y me senté, colocando la cabeza entre las rodillas. No pude evitar derramar alguna lágrima. Y de repente me vino un nombre.
"Damen". ¿Pero por qué él? Vale que es mi ángel, pero ahora mismo no es lo que buscaba... o quizá sí.
-Damen... -susurré-. Te necesito...
Sentí algo -no sabría explicarlo- delante mía. Pero no me molesté en alzar la cabeza. Yo seguía con los ojos cerrados, cuando le oí:
-Te lo dije. ¿Me necesitas, o no me necesitas?
Alcé rápidamente la cabeza, con los ojos llorosos.
Damen estaba acuclillado delante mía, sonriéndome con... ¿dulzura? ¿Ternura? ¿O quizá sólo fingía? Pero no lo parecía... Me dejó desconcertada, pero feliz.
Me tendió una mano, y yo sin pensar, se la tomé, y ambos nos levantamos.
Para mi sorpresa, me enjuagó las lágrimas, y me puso una mano en el hombro.
-¿Mejor? -asentí todavía aturdida-. Bien, pues vamos, que tus padres están como locos. Llamaron a la policía, los bomberos, los vecinos... Bueno, ya te puedes imaginar. Así que cuanto antes estés en casa, mejor, que por aquí puede que haya lobos, osos u otros depredadores. Y no me gustaría que después de todo te matara un cuadrúpedo con sierras en vez de dientes -sonrió-. ¿Vamos?
Empecé a temblar. Damen me cogió de la mano y ambos fuimos por un camino que no se me hubiera ocurrido ir. Me tropecé unas cuantas veces, pero al final llegamos.
Se escucharon ruidos, y sirenas, muchas sirenas.
Al final llegamos hasta dónde empezaba el bullicio y la gran masa de gente. Al verme aparecer, todos los vecinos, y por supuesto mis padres, se avalanzaron sobre mí.
-¡¡¡Elisa!!! ¡¿Pero dónde te habías metido?! -me preguntó mi madre sollozando.
¿Tan tarde era?
-Yo... perdonadme, es que me perdí. Pensé que recordaba el camino pero... parece que no es así. Perdonadme, de verdad... Emmm... no volverá a pasar.
-¡Hija, pero menudo susto que nos has dado! -gritó mi padre medio sonriendo, supongo, por verme.
Al final de todo, los vecinos se fueron a sus casas con el agradecimiento de mis padres, y como siempre, hice toda la rutina, pero antes de acostarme, les pregunté:
-Papá, mamá, ¿puedo ir al... esto...?
-Instituto... -me susurró Damen.
-Eso... instituto. ¿Puedo volver?
Mis padres se me quedaron mirando anonadados.
-¿Tú... quieres ir al instituto? ¿Tú, Elisa? -dijo mi padre.
-Emm... sí, eso he dicho. ¿Puedo?
-Oh, ¡pues claro! Algún día tendrías que volver allí, pero no veíamos el momento. Pero por supuesto, cariño, puedes volver. Mañana mismo vuelves. Llamaremos a recepción para que sepan que vuelves.
-Bien, ¡gracias!
Me despedí y subí a mi habitación. Damen cerró detrás de él la puerta, se sentó en el sofá al lado de la ventana y miró por ella. Suspiró. Fruncí el ceño. Nunca es tan... normal.
Me subí a la cama, me senté con las piernas cruzadas y le miré. Él se dio cuenta y me miró.
-¿Qué? Ya sé que soy guapo, pero si me haces una foto, te durará más.
No, era el Damen de siempre.
-Damen, ¿por qué me ayudaste? -pregunté con voz dulce.
Se lamió los labios resecos y volvió a mirar por la ventana, ignorando mi pregunta. Volví a probar.
-Damen... podías haberme dejado allí, porque sabías que la casa estaba cerca y que yo misma la encontraría, así que no estabas obligado a hacerlo. ¿Por qué?
-Ya somos dos los que nos hacemos esa estúpida pregunta -dijo todavía mirando hacia el cielo nocturno-. No lo sé. No tenía pensado ayudarte, pero... al ver que llorabas me entró un... no sé, es que odio ver a las chicas llorando. Es mi debilidad, supongo -miró hacia mí, volviendo a sonreír burlonamente-. Aunque tú prácticamente estabas perdida. Es lo que tiene tener amnesia, ¿verdad? No recordar ni el camino hacia tu casa.
Le miré entrecerrando los ojos. Le saqué la lengua sin poder evitarlo, a lo que sonrió todavía más. Apagué la luz y me acosté, pensando en como sería el día de mañana.

Capítulo 15 (E)

Al llegar junto a Sally y Thais, que me esperaban en la fuente de la plaza, sonrieron. Yo no, pero no porque no estaba feliz de verlas ni nada de eso, al contrario, sino porque casi ni recordaba como sonreír. Parece algo raro, pero era incapaz de hacerlo.
-Venga, Elisa, llegas tarde. ¿Qué pasó? ¿Al final tus padres no te dejaban venir? -preguntó Sally con los brazos cruzados, pero todavía sonriendo.
-No, no fue por eso. Es que... -intenté encontrar una excusa, pero no tenía la rapidez mental de mi hermano.
-¿Pero es que qué? -dijo Thais divertida-. ¿Tienes un novio secreto y no nos has dicho nada?
Me alarmé, porque al decir la palabra "novio" y "secreto", me vino a la cabeza ese maldito imbécil, aunque no tuviera nada que ver. Se dieron cuenta.
-¿He... dicho algo malo?
-No, no. Perdona. Tardé porque no sabía... qué ponerme. Emm... lo siento.
Mis reflejos son lentos...
Todas empezamos a caminar, mientras hablábamos -bueno, hablaban, ya que yo soy de pocas palabras- y se reían. Pero al desviar la mirada hacia un tienda, vi que al lado de la puerta de ésta había una figura... que conocía muy bien. Su pelo prácticamente blanco con destellos dorados le delataba. Damen estaba apoyado en la pared, con las manos en los bolsillos del pantalón, y me miraba sonriendo burlonamente.
Tragué saliva. Por favor, ahora no, ahora no...
Con nerviosismo, cogí a las dos chicas por los brazos y las llevé hacia la izquierda.
-Emmm... perdonadme, pero juraría que... que recuerdo... ese lugar -mentí.
-¡¿Qué?! ¡Ah, pues vamos! -gritaron ambas al unísono.
Ahora eran ellas las que me arrastraban.
Pero al girarnos, Damen ya estaba con su pose despreocupada en el lugar adónde nos dirigíamos. ¡¿Cómo podía ser tan condenadamente rápido?!
Las tres fuimos hacia una tienda, y ellas entraron. Yo me quedé fuera, aunque me costó horrores convencerlas. Me apoyé en el escaparate, y Damen apareció de repente a mi lado, con los brazos cruzados, pero ahora no sonreía; me miraba severamente.
-Pequeña idiota -empezó; puse los ojos en blanco-. ¡¿Pero tú en qué estás pensando?! Si te digo que debo estar contigo en todo momento, ¡es en todo momento! ¿Sufres algún retraso mental, o es que la amnesia te dejó el cerebro hecho trizas?
-Ja, ja. Me parto y me mondo -miraba hacia delante, pero desvié la mirada hacia él-. Mira, sé cuidarme sola. Acabas de verlo, ¿no?
Una mujer con un niño pequeño me miraba con extrañeza. No me extraña, mirando a una chica hablando sola, aunque el niño sonreía al mirar a Damen. Suspiré.
-De verdad que espero que este mes y medio que nos queda se pase rápido -murmuré-, ¡porque no te aguanto!
-¿Y tú crees que yo a ti sí? No seas estúpida, estoy más harto yo de ti que tú de mí.
Puse los ojos en blanco. Sally y Thais salieron.
-¡Vaya, Elisa, allí había cosas muy bonitas e interesantes!
-Si es así, ¿por qué no habéis cogido nada? -dije con mi tono de voz normal.
-Oh, bueno, porque... no sé -Sally pareció pensar, pero negó con la cabeza.
Las tres volvimos a andar.
-Elisa, ¿y por qué no vuelves a clase?
-¿A... clase? ¿A qué te refieres?
-Ya sabes, el insituto... Rob no para de preguntar por ti.
-¿Rob? ¿Quién es?
-¡Ah, es verdad! Jo, siempre se me olvida -se disculpó Thais. Damen se colocó cerca, escuchando con atención-. Es nuestro mejor amigo, pero todo el instituto sabe que le gustas -Damen bufó. Le fulminé con la mirada, pero volví a mirarla.
-¿Todo... el instituto? ¿Y eso qué es, un grupo o algo?
Sally, Thais e incluso Damen se echaron a reír.
-¡No! El colegio es el lugar dónde van todos los menores a "aprender" -usó un tono irónico en la última palabra.
Seguí sin entenderla, pero asentí.
-Deberías volver. Te echan mucho de menos. Nos preguntan siempre por ti.
-Sí -siguió Sally-. Ya estamos hartas de decir que estás bien. Ellos quieren verte.
-Bueno... les preguntaré a... mis padres -todavía me costaba decir que esos señores eran mis padres.
Habíamos llegado ya a sus casas, y yo me fui sola a la mía. Les dije que recordaba dónde estaba, aunque a lo mejor no fuera realmente verdad. Al llegar a un camino, bastante aislado y rodeado de árboles, me fijé que Damen ya no estaba conmigo. Sentí miedo. Siempre desaparece cuando le necesito, y cuando no quiero ni verle en pintura, aparece.
Pero seguía sin aparecer. Miré al cielo. Ya casi era de noche.
-No tengo miedo, no tengo miedo... -murmuré en voz alta.
De repente, escuché aullidos. Empecé a sudar de los nervios. Yo seguía caminando, pero el final del camino no llegaba. Ahora ruidos por entre los árboles. Empecé a temblar, pero no llamaría por Damen, porque eso significaría que soy débil y que no sé cuidarme sola.