¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

miércoles, 20 de enero de 2010

Capítulo 11 (D)

Al llegar, los ángeles soldados me llevaron hasta la oficina Celeste, dónde Devon, en su despacho, me esperaba detrás de su escritorio con expresión nerviosa.
-¡¡Damen!! -me indicó, con mano temblorosa, que me sentara en la silla, delante suya, y con un gesto de la mano, mandó a los soldados irse, dejándonos solos.
Me recosté en la silla.
-¿Por qué querías verme, Devon? -pregunté.
-Lo sabes perfectamente.
-Bingo -le sonreí burlonamente.
Una gota de sudor le resbaló por la frente, y estaba totalmente rojo. Que yo sepa, no hacía mucho calor aquí.
-¿Estás bien? -le pregunté.
-¿Que si... que si estoy bien? Que si estoy bien -miró detrás suya, por el gran cristal, mirando toda la ciudad-. ¡¡Claro que no estoy bien, Damen, claro que no!! -se volvió otra vez hacia mí, cogiendo un pañuelo de seda y pasándoselo por la cara- ¡¿Pero tú sabes lo que tuve que hacer e intentar convencer de que no te sometieran a un juicio?! Sabes que lo que hiciste con la chica está prohibido. ¡¡Prohibido!! ¿Sabes lo que eso significa? Pero bueno, qué digo, si a ti te entra todo por un oído y te sale por el otro. ¡¡No vuelvas a...
-... hacer esto!! -repetí con voz burlona- ¡No vuelvas a hacer esto! ¡No toques aquello! ¡No te aproveches de la hija de uno de los miembros de la Inquisición! -volví a mi voz normal- Mira, no me gustan las normas. Además, están para romperlas, ¿no es cierto? Pues eso hago.
-¡Pero es que no puedes! ¿No lo entiendes? ¿Tú que tienes en la cabeza, paja?
-No, tengo un cerebro, y mucho más grande que cualquier miembro de la Inquisición -señalé al cristal-. Así que... que quieres qué te diga.
-Pues que por favor, protejas a Elisa.
Me quedé rígido.
-¿Cómo sabes su nombre? Que yo sepa nunca te lo mencioné...
-Bueno, ¿por qué crees? Aquí llevamos a todos los que protegemos. Es normal que sepa su nombre.
-No, no. Me refería... a ella le gusta que la llamen así, pero su nombre es Elisabeth. ¿Cómo sabías...?
-Ah, bueno, porque me lo imaginé -dijo en tono brusco-. Pero esa no es la cuestión. Trátala bien, ya verás como en un futuro te arrepentirás de haberla tratado tan mal.
-No sé que te diga. Pero vale. Está bien. Seré un niño bueno y obediente. ¿Contento?
-Sí, la verdad es que sí. Puedes irte. Pero hazlo.
Me levanté y me fui a la habitación del portal. Entré.
Al momento, me encontré en la habitación de Elisa, pero... había alguien con ella. Ambos se giraron, y pude verle.
Oh, no.
-Oh, dios mío, no. Tú no -exclamé.
Jack se levantó fingiendo dolor.
-Gracias hombre. ¿Así es como saludas a tus amigos?
-Sí, es mi mejor método. ¿Qué haces aquí?
Elisa también se levantó.
-Pues Jack vino para hablar contigo, pero al no estar tú aquí esperó conmigo. Que sepas que tienes una joya de amigo.
Jack se sonrojó y la miró tímidamente.
-No, mujer, si es sólo...
-Oh, sí, claro, una joya. Qué pena que en vez de estar pulido, esté tuneado -exclamé.
Ambos pusieron los ojos en blanco. Jack se acercó a mí con los brazos cruzados.
-¿Tú sabes cómo se han puesto Jenny y Andrew cuando les dije que Devon te había llamado para echarte la bronca? -negó con la cabeza-. Eres...
-Guapo, lo sé, no hace falta que me lo repitas.
-No iba a decir eso...
-Mira, ahora mismo ellos dos me dan igual. Y...
-¿Quién es Devon? ¿Y por qué te ha echado una bronca? -preguntó la impertinente Elisa.
-Es nuestro jefecillo, que se pasa la vida...
-Damen, por favor, no seas maleducado delante de una señorita -murmuró Jack.
Alcé una ceja.
-¿Ves? Por eso nunca ligas.
Frunció el ceño, negó con la cabeza y se volvió hacia Elisa.
-Emmm... perdónale, Elisa, es que...
-¿Es que qué? Perdona, pero el que de pequeño lamió la cuna recién pintada fuiste tú... -dije sonriendo.
-¡Damen! ¡No seas así!
Le puso una mano en el hombro a Jack, consolándolo. Aparté la mirada.
Una especie de descarga me recorrió la espalda y el estómago. ¿Qué...? ¿Ce... celos? No, imposible.
Con furia, me acerqué a Jack:
-¡Venga, largo! ¿Era eso lo que tenías que decirme? ¡Pues venga!
-En realidad... te iban a someter a juicio... -balbuceó.
Abrí un portal, le cogí del brazo y le tiré por él. Se cerró.
-¿Juicio? ¿Por qué te iban a juzgar?
Me volví hacia ella, ahora aliviado de que Jack no estuviese aquí.
-Nada. Absolutamente nada.
De repente, alguien petó a la puerta y un niño de unos siete años apareció por ella, observándome. El tal Tommy. Pero...
-¿Niño? ¿Qué miras? No me digas que ésta te ha dicho...
-Perdona, -dijo indignada- pero ésta tiene un nombre.
-¿Tú... eres el ángel del que me habló Elisa? -preguntó todavía en la puerta, con miedo.
-Sí, niño soy yo. Como sé que sabes, sí, fui yo quién te puso la zancadilla en el pasillo. Me divierte ver niños mimados llorando. Sobre todo los débiles.
-¡Yo no soy un niño mimado ni débil! ¡Soy muuuy fuerte!
-Oh, claro niño. Mira -fui hacia la ventana de encima del sillón y la abrí-. Si te tiras por aquí y sobrevives, entonces eres muuuy fuerte. ¿Qué apuestas? -negó con la cabeza, asustado-. Buah, lo sabía. Niño débil. ¿Qué me esperaba?
Le sonreí con burla, y Tommy, con ojos entrecerrados se fue hacia la ventana, dispuesto -para mi asombro- a saltar.
Pero Elisa siempre tiene que fastidiar las fiestas. Fue hacia él y le arrastró a dentro.
-¡No! ¡Tommy, ve a tu habitación, por favor! ¡Y no hagas ninguna estupidez!
Tommy, resignado, giró sobre sus talones y se fue. Elisa se volvió hacia mí y me fulminó con la mirada. Pero yo sólo sonreía.