Los dos fuimos hasta la plaza del pueblo sin hablarnos, en parte porque ni había nada que decir, y en parte porque Elisa no quería que le hablara, ya que parecería una estúpida hablando sola, aunque ya lo sea. Al entrar en la plaza, Elisa se quedó mirando. Me puse delante suya, chasqueando los dedos para que despertara.
-Hey, niña, despierta -dije.
Ella señaló a unas cuantas personas... no, no a las personas, sino a sus ángeles. Se quedó con la boca abierta y temblando, bajando poco a poco el brazo.
-¿Qu-qu-qué son...? -preguntó asustada.
-Pues como yo, tonta. Estamos obligados a seguir a todas partes a nuestros protegidos, aunque claro, ellos no los miran. Se podría decir... que tú eres diferente.
-¿Soy... un bicho raro?
-Bueno... -me quedé pensativo- Sí, lo eres sin excepción -me miró horrorizada- Venga, ahora no te me pongas melodramática. Vamos.
Al pasar al lado de una persona que hablaba con otra y que tenía un ángel, me fijé quién era.
-¡Eh, James! Cuánto tiempo chaval -le dije. Él, al verme, sonrió.
-¡Oh, Damen, ya te echaba de menos! ¿Y qué haces tú aquí?
-Nah, a cuidar de una amnésica.
James miró a Elisa con el ceño fruncido. Ésta se quedó paralizada.
-Tío, se parece mucho a Kate, ¿no?
Un agujero en el pecho se me abrió. James lo notó, tapándose la boca con una mano e intentado cambiar de tema.
-Ehhh... ¿Nos está mirando...?
-Sí, es especial. Puede mirarnos. No como el tuyo, que es tan imbécil como su ángel.
Estuvo a punto de decir algo, pero se lo pensó mejor.
-Mmm... Qué fastidio.
-¡Hey! ¿Queréis dejar de hablar de mí como si no estuviera? -gritó Elisa.
Los dos humanos que hablaban se volvieron hacia ella enfadados, y nosotros también nos volvimos, pero sorprendidos.
-Joven, ¿tienes algún problema? -dijo el protegido de James.
-No... no, lo siento, es que... estaba... yo... bueno... lo siento -y empezó a correr.
-Em... James, te dejo, que no puedo perderla de vista. Chao -y corrí detrás de ella.
La busqué, y la encontré sentada en la fuente del centro de la plaza, mirando al agua. Fui hacia ella y me senté a su lado. Alzó la vista.
-Eh... Oye, no te lo habrás tomado a mal, ¿verdad? Es que estamos acostumbrados a que no nos escuchen, y claro... -intenté explicarme. Lo peor que me podría pasar es tener a una chica llorando, y si es por mi culpa, peor.
-No, no pensaba en eso. ¿Quién es Kate? -me preguntó.
Otra vez ese dolor agudo.
-Emmm... -mi voz temblaba ligeramente- Na... nadie. No es nadie. -miré hacia una tienda que había por allí- Oye, ¿fuiste alguna vez a esa tienda?
Elisa miró hacia allí, y puso los ojos en blanco.
-Ah, sí. Fui ayer, antes de que... -se quedó mirándola, pero no estoy seguro de que modo. Se levantó sin decir nada y fue hacia allí.
-¡Eh, espérame! -grité.
Me levanté y la seguí. Entramos en el pequeño recinto, dónde todo era o violeta o añil, y una mujer cincuentona estaba detrás de una mesa, con una bola de cristal cutre y una baraja de cartas al lado. La señora, al vernos, sonrió. Un momento, ¿al vernos?
-Vaya, vaya. Mira quién está por aquí. -dijo, pero no miraba a Elisa, sino a mí.
La miré entrecerrando los ojos. ¡La conocía!
-¡Espera un momento! ¡Tú eres Adalia! Y yo pensando que no te volvería a ver... pero para mi desgracia, te encontré -exclamé.
-¿Ya os conocíais? ¿Y tú también puedes verle? -preguntó Elisa.
-Sí, querida. Fue mi ángel una vez. Luego me cogió manía y no quiso saber nada más de mí.
-Normal, ¿no te parece? -dije con los brazos cruzados.
Adalia miraba a la chica ahora, pero sonriendo, como si la hubiera visto hace mucho. Nos ofreció asiento. Elisa se sentó en el sofá que había en una esquina, y yo me senté en el reposabrazos, a su lado. Hice aparecer un palillo y me lo puse en la boca.
-Bueno, ¿a qué habéis venido? -preguntó.
-Es que... -empezó Elisa- ayer... me leíste las cartas y la bola y todo eso, y no pude evitar... es que tuviste razón. Pero no lo entiendo. ¿Qué es eso de ser mítico? Damen no creo que sea...
Me puse rígido, y con la rapidez, casi me atraganto el palillo. Elisa se levantó asustada.
-¡Damen! ¿Estás bien? -preguntó.
-S... sí -tosí- Estoy bien. Un pequeño... contratiempo. -miré a la señora- Emm... Adalia, vieja loca, ¿qué le dijiste ayer?
-¿Con exactamente las mismas palabras? -preguntó. Los dos asentimos con rapidez- Había escogido la carta del ángel. Una muy buena carta que normalmente nadie escoge. En la bola vi que un ser mítico se cruzaba en su camino, protegiéndola. Un ser que quizá ya sabía que existía. -me dijo.
Mierda, maldita vieja asquerosa y bocazas.
-¿Qué es eso del ser mítico? -volvió a preguntar Elisa- No lo entiendo.
Doble mierda. Ahora la niña curiosa.
-Nada -dije fríamente sin mirarla.
-Pero los ángeles no son seres míticos. ¿Por qué...?
-Bueno, bueno, cielo, ya lo hablaréis en otro momento -se volvió hacia mí en una sonrisa- Chico, ¿te gustaría que te leyera el futuro?
-¿Como a ésta? -dije señalando con el pulgar a Elisa, que puso mala cara- No, gracias, además de que ya me lo leíste hace mucho tiempo.
-Por eso mismo, tu futuro debe de haber cambiado.
-Vale, pero entonces que sea el horóscopo. Es más rentable. Soy libra.
-Bien... -cerró los ojos, y la bola empezó a brillar- Veo que... en tu trabajo te irá... más o menos bien, depende de ti.
-Oh, ya, claro, normal -mascullé.
-En casa, o como vosotros lo llamáis el hogar, pasará algo que no te esperabas en ningún momento.
-¡A que Jack ha cumplido su sueño de disfrazarse de bailarina de cabaret!
Elisa me pegó en un costado, y yo me encogí de hombros.
-Y en el amor... al parecer te enamorarás de una persona que volverás a ver, una que está confusa con su vida. La encontrarás pronto.
-Sí, claaaro. Mira, Adalia, mi único amor verdadero es mi persona. Hasta a veces incluso me rechazo a mí mismo sólo para mantener el interés.
-Parece que la modestia la dejaste en casa, ¿no? -dijo ella poniendo los ojos en blanco- Ten cuidado con lo que que dices, Damen, porque algo pasará en tu futuro que te volverá a cambiar.
-¿Volver a cambiar? -preguntó Elisa- ¿Qué quiere decir con eso?
-Ya lo verás, querida. Hasta pronto.
Elisa y yo nos fuimos de allí. Volvíamos a su casa cuando me dijo:
-Vale, tú y yo tenemos que hablar sobre algunos asuntos. ¿De acuerdo?
Puse los ojos en blanco, pero no tenía otra alternativa. Quién me mandaría a mí...