¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

domingo, 3 de enero de 2010

Capítulo 5 (Elisabeth)

Noté como alguien me tocaba la mejilla con un dedo, pero no con cariño, sino con paciencia infinita.
-Eh, despierta de una vez -dijo una voz masculina.
Abrí los ojos y me encontré con el rostro del ángel de ayer. Con el ceño fruncido, me incorporé, me froté los ojos y bostecé. Luego le miré con odio.
-¿Por qué me despiertas? -pregunté adormilada.
-Bueno, de todos modos hubieran venido tus padres dentro de una hora más o menos, así que cómo es temprano y seguramente quieres estampar la cara de alguien en una pared, pues quizá querrías ver algo bonito que contemplar al abrir esos ojitos chocolateados.
-Emmm... ¿Por algo bonito que contemplar te refieres a tu cara?
-Naturalmente. ¿Qué si no?
-Oh, pues vale -me di la vuelta dándole la espalda, me volví a tumbar y cerré los ojos- Bueno, pues déjame dormir un poco más.
-No. Levántate.
Me volví, pero no del todo, y le miré incrédula.
-¿Quién eres tú para darme órdenes, y aún por encima maleducadamente?
-Pues tu ángel. Así que levanta ese pedazo de culo que tienes y vístete, que hay cosas qué hacer.
-¡Yo no tengo un gran...! -me quedé muda- ¿Cosas qué hacer? ¿Qué cosas?
-Bueno, tus padres han decidido llevarte al neurólogo. Para que recuerdes algo, aunque me parece que no va a hacer nada.
-¿Cómo sabes tú eso? ¿Les has espiado?
-Pues claro. ¿Cómo me iba a enterar entonces? No seas ingenua, niña. No tengo poderes ni nada de eso.
-¡Pero si ayer te vi hacer desaparecer el lima uñas!
-Bah, pero eso es por otra cosa. No tiene nada que ver. ¡Venga, levanta!
-No quiero.
Volví a ponerme bien otra vez y cerré los ojos. De repente sentí una presión a mi lado en la cama, y luego, a los dos segundos, me vi tirada en el suelo. Enfadada, me puse de rodillas. Damen estaba de rodillas encima de la cama, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
-¿Ves cómo hablando las cosas con tranquilidad y paciencia nos entendemos? -dijo sonriendo maliciosamente.
-¿Tranquilidad y paciencia? -me levanté, cerrando los puños- ¡¡Me acabas de tirar de la cama!!
-Detalles.
Puse los ojos en blanco. Me acerqué a la cama, pero vacilé: ¿podría tocarle o lo traspasaría como un fantasma? Pero si pudo tirarme de la cama...
Decidida, me subí en frente suya y le tiré ahora yo fuera de la cama. Damen cayó de espaldas, pero se levantó con elegancia, como si no hubiera pasado nada, y eso me enfureció más. Me bajé, me acerqué a él, le di la vuelta y le arrastré por la espalda hasta la puerta.
-Eh, ¿qué haces? -preguntó. Yo la abrí y le dejé en el pasillo. Me miró confundido.
-No pretenderás que me vista delante tuya, ¿verdad? -pregunté poniendo las manos en la cadera.
-Bueno... -se apoyó en el marco y me miró seductoramente- Por poder, se puede. A mí desde luego no me importaría -me guiñó un ojo.
-Pues a mí sí -y le cerré la puerta en las narices. Oí su gemido de dolor detrás.
Con rapidez, me vestí con unos vaqueros y una camiseta que encontré por mi supuesto armario. Hice mi cama, me peiné lo mejor que pude y abrí la puerta. Damen estaba apoyado en la pared mirando un cuadro de un río que estaba colgado. Al salir, me miró y enarcó una ceja.
Una especie de envidia me recorrió el cuerpo, ya que yo no sabía hacer eso. Me miró de arriba a abajo, y chasqueó la lengua, decepcionado.
-Vaya, podrías haberte puesto una minifalda y una blusa escasa de botones. Por lo menos me harías un poquito más feliz de estar aquí, ¿no crees? -dijo sonriendo.
-No. No lo creo.
Le ignoré y bajé las escaleras casi corriendo. Mis padres y mi hermano estaban en la mesa desayunando. Al verme sonrieron, y mi padre se levantó para recibirme.
-Cielo -dijo mientras me ponía una mano en el hombro, conduciéndome hasta la silla libre al lado de Tommy- Íbamos a despertarte dentro de una hora más o menos. Bueno -se sentó en su sitio- verás, nos gustaría llevarte a un médico para que pueda hacer algo con tus lagunas en la memoria. Espero que no te moleste.
-No, tranquilo. ¿Cuándo vamos?
-Hoy no podemos. Pero mañana sí. Mañana por la mañana. ¿De acuerdo?
-Por supuesto.
Damen apareció de repente detrás mía, apoyando una mano en el respaldo de mi silla.
-Hey, Elisabeth, ¿qué te parecería hacerle una perrería a tu hermanito? -me dijo, pero claro, sólo le oí yo.
-¡No! -solté.
Mi familia me miró extrañada.
-Eli, ¿qué te pasa? ¿Estás mal? -me preguntó mi madre.
La miré como si me acabaran de despertar de un sueño.
-¿Emm? Oh, yo... n-no, estoy bien. Perdonadme. No tengo hambre. Ehh... si no os importa, ¿puedo ir a dar un paseo por el pueblo? Sólo para ver si... recuerdo algo.
-Claro que no. Pero ¿seguro que quieres ir sola? -me preguntó mi padre.
-Sí, por favor.
-Oh, bueno. Está bien. Pero ven a la hora de comer, ¿de acuerdo? -asentí.
Me levanté de la mesa y empecé a andar hasta la entrada. Me puse unos tenis cualquiera, cogí una chaqueta, al parecer una trenca, y salí afuera. Damen fue detrás de mí como un perrito faldero, pero no lo era en absoluto.
-No vuelvas a hacer eso.
-¿Hacer el qué? -se puso a mi lado.
-Eso. Parecía que era estúpida. A saber qué estarán pensando.
-Es tu familia, ellos no piensan.
-¡Oye! ¡Cuidadito con lo que dices! -dije enfadada.
-Bueno, bueno, tranquilidad, ¿eh? Nunca pensé que tendrías tanto genio -entonces me miró con nostalgia, y tristeza. Fruncí el ceño.
-¿Qué? ¿Por qué me miras así?
-Eh... por nada. Bueno, ¿adónde vamos?
-A dar una vuelta. Y por favor, no me hables en público. Parecerá que estoy loca.
-¿Acaso dudas de que no lo estás? Miras ángeles.
Puse los ojos en blanco y aceleré el paso. Detrás mía, pude oír su risa burlona. Genial...