Lo mato, no lo mato, lo mato... No sé decidirme. Pero por supuesto, yo estaría mejor si le matara. Pero claro, sería asesinato. Bueno, ¿matar a un ángel se considera asesinato?
Damen todavía seguía riéndose. Y yo intentaba no darle una... bueno, intentaba aguantar sus estupideces. Al final pude conciliar el sueño...
Me desperté más o menos a media noche. Encendí la luz, pero no veía a Damen por ninguna parte. Me entró un escalofrío. ¿Dónde estaba? Miré el despertador: la una de la mañana.
Fruncí el ceño. Me levanté de la cama tambaleante. ¿Pero por qué me levantaba?
Vale, sí, lo reconozco, estoy preocupada por Damen. Hala, ya lo he dicho.
Fui hacia la ventana, y aparentemente no vi nada, pero una sombra -sí, una sombra en plena noche- pasó por encima de mí, desapareciendo con la misma velocidad. Con miedo, retrocedí. Pero luego escuché ruidos, si no me equivocaba, en el jardín trasero de la casa. Tragué saliva, pero mi curiosidad era mayor que mi temor, así que me puse una chaqueta y unas zapatillas que encontré por ahí -desconocía si eran mías o no- y salí de mi habitación, dirigiéndome a las escaleras. Las bajé, abrí la puerta trasera de la casa y salí afuera, cerrándola detrás de mí. Con la oscuridad y el frío que hacía no distinguía bien casi nada, pero luego me acostumbré, y me horroricé: un ser enorme estaba tirado en el césped. Me acerqué un poquito más.
Aparentemente era un dragón, pero no de los que tienen todo su cuerpo lleno de escamas, son rojos escarlata y tienen alas de murciélago. No. Éste era diferente. El cuerpo era totalmente blanco, y en vez de escamas, estaba recubierto de fino pelo, como el de un delfín o una foca. Sus alas eran como las de un ángel: enormes y recubiertas de plumas doradas, y tenía unos ojos azules que reflejaban inteligencia, y luego unas garras del mismo color dorado que las alas. Era prácticamente como un cuadro de fantasía, o como un cuento de niños, salvo por una cosa: la espalda del ser y sus alas estaban manchadas de algo rojo... sangre. Estaba recubierto de sangre, que goteaba el suelo, y respiraba entrecortadamente. Por un impulso, me acerqué totalmente a él, y éste volvió su cabeza hacia mí. La verdad esperaba que me gruñese o algo parecido, pero en cambio se recostó en el césped y puso una especie de mueca de dolor. Sufría. Alcé una mano y le toqué el pelaje del cuello, algo que deseaba hacer unos minutos antes. Estaba suave, como el terciopelo. El dragón cerró los ojos, como si disfrutara de mis caricias, pero luego se levantó con violencia, atento, mientras aleteaba las doradas alas. Oí algo. Ambos alzamos la cabeza, y no sé qué eran exactamente, una especie de entre murciélagos y lagartos, se acercaban. Directamente hacia nosotros. Miré hacia el dragón. Había retrocedido unos pasos, aleteando con más fuerza y salpicando con un poco de sangre la terraza, dispuesto a volar. Me aparté de él con el pelo alborotado por el viento que manaba de las alas, y el ser empezó a correr, finalmente alzando el vuelo, creo, en dirección norte, por dónde se veía la luna. Pero los bichos eses le perseguían. Luego, todo se quedó en calma. Negué con la cabeza, y sentí algo líquido en las manos. Las alcé. Estaban manchadas de su sangre... Rápidamente, entré dentro de la casa, subí las escaleras y me fui a la cama, asustada. Me dormí enseguida.
Me volví a despertar por la mañana, conmocionada por lo que creo que fue un sueño, pero sin embargo no por los gritos o los saltitos de Damen. Qué raro. Me incorporé, y un gran alivio me recorrió el cuerpo. Damen estaba allí, sentado con un brazo detrás de la espalda en su -mi- sofá, mirándome sonriendo. Pero me di cuenta de que era una sonrisa forzada. Me levanté de la cama, pero al mirar al suelo, juraría que vi en la moqueta una mancha roja... Me acerqué a él.
-Damen, ¿qué te pasa? -le pregunté con preocupación en la voz.
-Nada, que me pasé toda la noche saltando de la ventana y volviendo a subir por ella. Sólo por diversión. Quería ver si podía volar, pero me parece que no ha habido suerte, y eso que soy un ángel -contestó sarcásticamente.
-Damen, por favor -me acerqué todavía más, a lo que se revolvió en el asiento-. ¿Qué...? ¿Qué escondes ahí? ¿Qué pasa, qué tienes?
-Nada.
-Nada no. Tienes algo. Déjame ver.
-No.
-Damen... -le puse cara de cachorrito, pero parece que con él no funciona.
-No... No me pasa nada, de verdad. Además, ¿por qué te preocupas? ¿No eras tú la que no me quería ver delante?
Respiré hondo... y salté hacia él. Por reflejo, se levantó rápidamente, y al momento estaba al lado de la puerta. Me levanté del sofá, alcé la mirada al respaldo y vi mucha sangre. Me volví hacia él.
Estaba sangrando. Por el brazo que escondía y por la espalda, mientras goteaba el suelo. Damen profirió una palabrota, y me miró despacio.
Me quedé con la boca abierta. Dijo que se convertía en un ser mítico...