Después de que esos bestias me "curaran", Elisa me obligó reposo, aunque yo me negué, pero aún así me acosté en su cama durante toda la mañana. Era por la tarde y estaba casi dormido cuando oigo -con los ojos cerrados- que entra en la habitación, coge algo, y luego que se pone, si no me equivoco una chaqueta, y cuando alguien se pone una chaqueta es porque, o va a salir, o porque hace frío, y en la casa hay calefacción.
Quiere irse sin mí.
-¿Adónde vas? -le pregunté mientras abría los ojos y la vi, como suponía, con la chaqueta puesta y abriendo la puerta.
Se volvió despacio a mí, sonrió disculpándose y guardó las manos detrás de la espalda mientras se mecía con los talones de los pies.
-Emmmmmmmmmmmmm... ¿qué adónde voy? Bu-bueno... yo...
Me incorporé rápidamente ignorando el dolor y la miré con ojos entrecerrados.
-¿Ibas a salir con tus amigas SIN MÍ?
-Eh...
-¡Sabes que no puedes ir a ninguna parte si no estoy yo contigo! -me levanté, aunque el dolor fue más agudo- ¡Sino soy yo el que me la cargo, así que tú te quedas aquí!
Frunció el ceño y se cruzó de brazos.
-¡De eso nada! Soy libre de hacer lo que quiera, y ahora quiero y tengo que ir con ellas, así que me voy. Y tú te vas a quedar aquí porque estás enfermo y herido. Además, ¿qué me va a pasar? ¡Nada! ¡Así que déjame! -pasó al pasillo, y antes de cerrar la puerta, dijo:- ¡Que descanses bien!
Y cerró de un portazo. Yo me quedé a cuadros. Nadie, y menos una chica, me había hablado así. Si lo hacían, cobraban, pero a ella no puedo hacerle nada... aún así, molesta.
Respiré hondo, y me volví a acostar en su cama, intentando conciliar el sueño. Pero no venía. ¿Y si... esas cosas vuelven a por ella y le hacen daño? ¡Entonces Devon me volverá a echar la bronca! Y no me apetece oír otro sermón de los suyos.
Decidido, me levanté de la cama y fui detrás de ella.
Pero me topé en el pasillo, cómo no, con su adorable y puñetero hermanito.
-Hola... -dije entre dientes.
-No te voy a dejar pasar -dijo con voz severa mientras extendía los brazos-. No vas a llegar hasta Elisa, porque tiene que ir con sus amigas, y tú eres muy malo. Seguro que no...
-Mira, niño estúpido, tengo prisa, y como no me dejes pasar, prohibirme seguir a tu hermana será lo último que hagas, porque te voy a atar, a arrancarte los deditos uno a uno hasta que me pidas clemencia y luego voy a cortarte las piernas y la lengua para que no puedas volver a andar ni hablar. ¿Te ha quedado lo mínimamente claro? -tragó saliva, dejó caer los brazos en los costados y noté como las lágrimas acudían a sus ojos, pero se volvió corriendo a su habitación cuando terminé de hablar.
Sonreí satisfactoriamente. Bajé las escaleras, primero yendo hacia la cocina, y miré el reloj. Mierda, ese idiota me retrasó quince minutos.
Pero yo soy el idiota. ¿Por qué perseguirla corriendo cuándo tengo ese maravilloso portal?
En unos momentos, estaré molestándola como siempre y, aunque parezca contradictorio, eso me hace muy feliz.