¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

martes, 7 de septiembre de 2010

Capítulo 39 (E)

*Hum, antes de nada, quería disculparme por la irregularidad del renovado de entradas... Ya sabéis, a veces que subo de un día para otro como puedo tardar cinco días o más en renovar... Así que lo siento, pero renuevo siempre que tengo tiempo. Era sólo eso ^^ Disfrutad de la entrada:


Ambos nos quedamos de pie.
-Escucha, Damen…
-No, no, déjame hablar a mí –suspiró-. Por qué. Por qué me dejaste.
-Nunca quise hacerlo. Créeme. Siempre quise estar contigo. Pero Devon, después de descubrirme en Saints, me dijo que tú ya no querías volver a verme. Yo le pregunté la razón. Él me dijo que tú no eres chico de una sola chica, sino de muchas, y que estabas mejor sin mí. Yo, tan ingenua como era entonces, me lo creí. Así que me obligó a irme. Entonces mis padres decidieron que nos mudásemos después de desaparecer dos semanas, asustados por si volvía a ocurrir. Yo no tuve más remedio que ir, y dejar mi vida atrás. Entonces ocurrió el famoso accidente “de coche”, y mi memoria se esfumó. O me la arrebató. Todavía no sé cómo… cómo pude olvidarte… No me lo explico. Pero… todo lo que me dijiste cuando no te recordaba, de que me echabas de menos, cuando repetías mi nombre en sueños, y yo estaba celosa creyendo que la persona a la que amabas completamente no era yo –sonreí débilmente, mirando al suelo. No me atrevía a mirarle a la cara.
Y sin querer empecé a llorar. Esta vez Damen no reaccionó como hacía siempre que me veía llorar, sino que se me quedó observando con los labios apretados.
Entonces se acercó a mí. Yo retrocedí hasta chocar contra la nevera. Él siguió avanzando hasta que estuvo a poquísimos centímetros. Entonces alzó las manos hacia mis mejillas, y me enjugó las lágrimas.
-De verdad que yo no… -intenté decir, pero dada la proximidad de su cuerpo y la forma de mirarme los labios, se me fue apagando la voz, un poco aturdida.
Se inclinó un poco y me susurró al oído:
-No sabes cuánto tiempo llevo esperando este momento.
Y apretó sus labios contra los míos, con suavidad.
Se separó, me miró a los ojos con ternura y volvió a besarme, pero esta vez apasionadamente, como si yo fuera el aire y él se estuviera ahogando. Incluso me costaba respirar. Rodeé su cuello con mis brazos, y él dejó resbalar sus manos hasta mi cintura, apretándome contra él con fuerza, como si temiera que yo no fuera real, o que me fuera.
Luego nos separamos, pero seguíamos abrazados. Alzó una mano y me acarició los labios hinchados con el dedo pulgar, con cuidado.
-Estás aquí de verdad…Te protegeré, Elisa. No pienso volver a perderte. Otra vez no.
Iba a besarme otra vez, pero frenó cuando nuestros labios se rozaron.
Sin motivo aparente me soltó, a regañadientes, y fue hacia la puerta. La abrió, y todos los demás cayeron al suelo. Me coloqué al lado de Damen, y le cogí un brazo entre mis manos. Él me miró con ternura, pero al mirarles a ellos su mirada cambió a enfado.
-¿Qué? ¿Disfrutasteis con la telenovela? ¿Os traigo palomitas y Coca-Cola, ya que estoy aquí?
-Hombre… -murmuró Susan, pero al ver la cara de Damen, se calló.
Se levantaron del suelo, sonrieron disculpándose y cerraron la puerta. Volvimos a quedarnos solos. Damen se giró hacia mí y me volvió a rodear la cintura.
-Bueno, ¿por dónde íbamos?
Me reí. Alcé las manos, cogí el cuello levantado de su blusa y lo iba a besar, pero la voz de Susan al otro lado de la puerta nos frenó:
-¿Sigue en pie lo de las palomitas y la Coca-Cola?
-¿Pero quieres callarte? –Susurró Cecil-. Van a volver a abrir la maldita puerta…
Damen se rió. Y yo con él. Juntó su frente con la mía y sonrió.
-Cómo has crecido –me cogió un mechón de mi pelo y jugó con él con los dedos-. Cada día estás más guapa.
-Creía que era eso lo que le decías a todas –contesté.
Sonreí. Pero él no lo hizo. Dejó el mechón de pelo y me acarició la mejilla.
-Si lo que te preocupa es que sea un poco mujeriego, entonces te diré la verdad. No lo hacía por gusto –alcé una ceja-. Bueno, un poco, pero sobre todo lo hacía… por intentar olvidarte… Y no lo conseguía. Sentía tu hueco vacío dentro, e intentaba llenarlo con chicas. Aunque el dolor me consumía por dentro igualmente. Pero ahora que eres mía, las demás no son nada.
-¿Y quién dice que sea tuya? –coqueteé, y él sonrió.
-Pues… la forma en que me miras, por ejemplo. Y no sabes cómo lo adoro. O cuando me sonríes. O incluso la forma en la que me insultas –se rió.
-Eh, yo sólo te devolvía los insultos, nada más.
Suspiró, me soltó y se dio la vuelta, dándome la espalda. Se cruzó de brazos.
-Estuve toda la vida ocultándote cómo era yo en realidad, y todo se vino abajo cuando perdiste la memoria y yo me comportaba como… Bueno, como siempre. Si hubiera sabido que eras tú mientras te hacía una broma de las mías, me hubiera dado algo…
Dejó de hablar cuando le abracé la cintura por detrás, apoyando la cabeza en su espalda.
-No te disculpes por ser cómo eres. Me gustas más así. Sólo quiero que te comportes como cuando creías que yo era Elisa, no Kate –susurré con los ojos cerrados.
Se volteó, sonrió y me besó otra vez.
Por fin volvíamos a estar juntos…