Todos aterrizamos en el jardín trasero de la casa de Adalia, y entramos dentro. No había nadie, pero Susan tenía las llaves. Nos dirigimos al salón. Me crucé de brazos.
-Bien, vinimos aquí por una razón –señalé con la cabeza a Elisa.
Todos la miraron.
-¿Qué ocurre, Damen? –preguntó Jack.
-Ella…
-Soy Kate –dijo ella.
Todos se quedaron con la boca abierta. Cecil sonrió.
-¿Veis? Os lo dije. Sabía que era ella. ¡Eran iguales!
-Pero no puede ser… -Jonan la examinó. Elisa… o Kate, se sentía abochornada-. Es cierto que es el mismo físico ahora que me doy cuenta, sin duda, pero… el nombre…
-Mi nombre completo es Elisabeth Katherine. Damen me llamaba Kate, y así es como os dijo a los demás que me llamaba. Por eso no sabíais mi primer nombre, ni como me llamaban los demás.
-Increíble. Eres tú de verdad –Jack sonrió.
-Sí.
-Ahora que me doy cuenta… -empezó Andrew-. Siempre que tú estabas delante de Damen, él se comportaba como si fuera… yo que sé, educado. ¿Alguna vez lo habías visto como es en realidad?
En ese momento deseaba estrangularle.
-Si te digo la verdad, no, nunca. Además ahora me sorprende que cuando me conocía como Elisa, siempre me insultaba –se rió.
Se rió de verdad. Como la risa que yo adoraba, la que hacía que el estómago me hiciese débiles cosquillas. Como antes, con felicidad. En ese momento lo único que deseaba era sacar a todo el mundo del salón y estrecharla entre mis brazos mientras la besaba.
Pero tenía cosas más importantes que hacer.
-Si hubiera sabido que eras tú… Bueno, no te habría insultado. Ni siquiera me habría comportado como un idiota. Lo siento –dije.
-¿Ves? Haces que el mismísimo Damen, el rudo, egoísta, egocéntrico, y en general valiente Damen, se disculpe –dijo Jonan-. Eso sí que es un mérito.
-Cállate –le espeté.
Elisa sonrió. Me quedé embobado mirándola.
-Sí, es verdad –se levantó, y se puso a mi lado-. Y ahora que te conozco de verdad, sabré cómo tratarte.
Fruncí el ceño divertido.
-Tú y yo todavía tenemos que hablar a solas –carraspeé-. Bueno, que nos desviamos del tema. Devon quiere matarla.
-¡¿Por qué?! –preguntó Susan asustada.
-No lo sabemos. Sólo sabemos que fue él el causante de todo, y que ahora quiere acabar con ella.
-Increíble. Devon. Nuestro Devon –Jack estaba asombrado-. Nunca lo habría imaginado de él.
Como no sabíamos qué hacer al respecto, al final nos decidimos a quedar en casa de Susan. Adalia nos dejaría, estaba seguro.
Mientras los demás hablaban y demás, yo cogí a Elisa del brazo y la arrastré conmigo a la cocina. Cerré la puerta para que no nos escucharan. De todos modos eran tan cotillas que tendrían la oreja pegada a la puerta todo el tiempo.