¡¡Cazadores de Sombras: Ciudad de ángeles caídos!! *¬*

jueves, 30 de septiembre de 2010

Capítulo 48 (D)

Cuando iba arrastrando por el suelo a Elisa porque no quería moverse del sitio, llamaron a la puerta.
-Venga ya… -murmuré soltándola y dejándola caer tendida al suelo.
-¡Ay! –se llevó una mano a la cabeza.
Me acerqué a la puerta y la abrí. Tres de mis ángeles, novatos, me miraban nerviosos.
-Señor, ¡hay un problema! –dijo el del medio.
-¡Sí! ¡Al ángel Jake le está atacando un demonio! –dijo el de la derecha.
Suspiré. Jacob era otro ángel novato realmente malo en la lucha y bocazas.
-¿Un demonio Mayor?
-Esto… No, señor… Uno normal y corriente…
Les cerré la puerta.
-¡Señor! –gritaron desde fuera.
Volví a abrir la puerta.
-No vale la pena. ¿Me estáis tomando el pelo? Sois cuatro. Él uno, y pequeño. Así que no me toquéis las narices.
Me volví para ver a Elisa todavía en el suelo, pero no estaba. Apreté la mandíbula y cabreado, les volví a cerrar la puerta.
-¡Elisa! ¡Vuelve aquí ahora mismo si no quieres que te traiga yo a la fuerza! –le grité.
-¡Señor! –volvieron a gritar los de fuera.
-¡Largaos de una maldita vez, estúpidos cobardes! –dije sin siquiera abrir la puerta.
Escuché suspiros y pasos que se iban. Bien.
Fui al comedor y me la volví a encontrar escribiendo. Esta vez la cogí en brazos. Ella se revolvió, pero no la solté.
-Damen, escúchame…
La callé con un beso.
-Nada de “Damen, escúchame” porque no te haré caso.
-Si me dejaras estudiando, entonces harías de mi día un día perfecto.
-Sabes… Dios hace cosas perfectas. Pero hay que admitirlo, conmigo se lució. ¿No te llega con eso?
Finalmente suspiró con cansancio. Elisa ya debería saber que yo siempre gano.
Aunque ella y yo dormíamos en la misma cama, todavía no… No quiso hacerlo. Yo, por supuesto, respeté su decisión y esperaría.
Me quedé despierto hasta que ella se hubo dormido, por si acaso, y luego yo con ella.
Por la mañana me desperté normal, pero cuando me incorporé y miré hacia Elisa, ésta se iba a caer de la cama.
Sinceramente me planteé dejarla caer. Sería divertido verla enfadada. Pero supongo que una pequeña parte de mi amor por ella y mi sentido común (quizá también Pepito Grillo) me decían que la ayudara. Así que alargué el brazo, la rodeé por la cintura y la atraje hacia mí.
Ella se despertó también. Se dio la vuelta y me miró con ojos soñolientos y llorosos. Me sonrió, se incorporó y bostezó. Eso me hizo sonreír. Adoraba verla por la mañana. Siempre era la vez que realmente me daba cuenta de cuánto la amaba. Aunque me metiera con ella, le hiciera bromas y demás, la quería. Y aunque las veces eran muy escasas, me gustaba demostrárselo.
Pero claro, no ocurría a menudo.
-¿Sabes? Estuve a punto de dejarte caer. Me encantaría ver tu cara despertando con la marca del suelo en ella –me reí.
Elisa me fulminó con la mirada, se levantó y fue. Suspiré y la seguí.
-Eh, Elisa. Cielo, sabes que era una broma, ¿verdad? –dije cuando ambos llegamos a la cocina.
Se volvió hacia mí con el ceño fruncido.
-Déjame, ¿quieres? No estoy para bromas.
Fue hacia la cafetera y se sirvió café en una taza. Me acerqué por detrás, le aparté el pelo del cuello y le besé la nuca. Noté cómo se estremecía.
-¿Estás enfadada? –volvió a suspirar, y se giró otra vez hacia mí, quedándose encerrada entre mi cuerpo y la encimera.
-Es que, lo único que quiero ahora mismo, es terminar mi trabajo. Y tú no me dejas.
-Y yo lo único que quiero ahora es tenerte para mí solo todo el día. Déjame al menos esto. Es lo único que te pido. Por favor.
Elisa alzó las cejas sorprendida. Yo no solía decir por favor. En realidad, sólo lo dije una o dos veces en mi vida. Así que al final, asintió con los labios apretados.
-Está bien –cogió su taza, y me miró-. Damen, si no sales de aquí, no podré pasar.
-Entonces dime las palabras mágicas que hacen que esté a tu voluntad.
Puso los ojos en blanco.
-Hum… ¿Por favor? –Negué con la cabeza-. ¿Cariño? –volví a negar-. ¿Te quiero?
-Bien, pero ahora dilo como si lo sintieras.
-Cariño, no voy a decirlo “como si lo sintiera”, porque en realidad sí lo siento. Te quiero –y para mi sorpresa, me besó.
Yo, medio anonadado, me aparté y la dejé irse, aunque lo hice a regañadientes.
Terminamos de desayunar y nos fuimos.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Capítulo 47 (D)

Casi siempre me reía de las cosas que hacía Elisa. Me divertían.
Pero en el fondo estaba aterrado. ¿El por qué? Bien.
Los seres a los que mato se han dado cuenta de que si acaban conmigo, acabarán con los demás ángeles Dominios. Y para ello están intentando averiguar mi punto débil. Mi único punto débil.
Obviamente, era Elisa. Por ahora no lo saben, y de verdad espero que no se les ocurra de ningún modo. Porque si alguien, por algún mínimo o estúpido motivo, por muy pequeño que sea, le hiciera daño… estaba muerto. Completamente.
Y uno de mis mayores temores: Devon. Él sí que lo sabía. Y estaba seguro que no dudará en matarla, pero yo haré lo imposible por mantenerla a mi lado. Sinceramente, si volviera a perderla, mi mundo se derrumbaría por completo.
Pero intentaba, o no solía, pensar en ello.
Así que, simplemente, me divierto con mi niña.
En el baño, mientras intentaba sacar los pelos de su cepillo, recordó.
-¡Mierda! –soltó.
La miré divertido.
-¿Ahora qué? ¿Te acabas de acordar de la baba que dejaste en el cojín del sofá cuando dormías?
Me fulminó con la mirada.
-No. ¡Tengo que terminar el proyecto! ¡Se me había olvidado!
Dejó el cepillo dentro de un cajón y salió corriendo hacia el comedor, dónde tenía todos sus apuntes y libretas desperdigadas por la mesa. La seguí. Se sentó en la silla y empezó a leer. Suspiré. Me acerqué a ella y le puse una mano en el hombro.
-Cariño, ese proyecto tienes que entregarlo dentro de dos meses. Y ya tienes hecho más de la mitad. ¿Por qué no te relajas un poco?
Me miró con el ceño fruncido.
-No puedo. Si lo dejo para el último momento, ¡entonces sí que estaré desesperada!
Lancé otro suspiro hastiado. Ella volvió a leer.
-Mira. ¿Qué te parece si vamos tú y yo a algún sitio? Hace tiempo que no…
-Damen, tienes unas ojeras horribles. No creo que estés ahora mismo para dar una vuelta.
-Bien, vale. Pero mañana no tienes clase. Y yo tengo esta noche y el día de mañana libres. Así que duermo hoy y mañana nos vamos.
Elisa suspiró un poco desesperada.
-¿Pero qué dirán tus ángeles?
Bufé.
-Soy su jefe. ¿Qué porras me van a decir ellos? –Hizo un débil gruñido-. Sabes que no acepto un no por respuesta –le recordé.
-Pero el trabajo…
-Tienes toda la eternidad para terminar ese maldito trabajo.
-Está bien…
Sonreí.
-Me voy a duchar. Y, hazme el favor, no te chapes todo eso. No te servirá de nada.
Ella me sacó la lengua y se volvió a enfrascar en la lectura. Le di un beso en el pelo y me fui.
Mientras me duchaba, no pude parar de pensar en lo que le podría pasar a Elisa… En lo que hubiera podido pasar hace tres años y medio si no me hubiera recordado… O si simplemente no nos hubiéramos encontrado otra vez. Seguramente ahora viviría feliz con otro chico que por supuesto no sería yo.
Y eso me hacía enfurecer. Notaba como debajo del agua se me tensaban los músculos de los brazos al pensar en ello. Pensar que esos suspiros que a veces me regala no fueran por ni para mí, o si otro le quitara todos los besos que yo le robé. O todas las palabras significativas que me dice y me acarician el corazón como una suave pluma.
Era demasiado.
Salí de la ducha, me sequé, me vestí con sólo unos pantalones de pijama, dejando el pecho al descubierto con mi tatuaje negro de la cruz en el antebrazo y el otro, nuevo, que me caracterizaba de líder de los ángeles Dominios, la estrella de ocho puntas en el hombro. Los demás también lo tenían, pero ellos lo tenían en el hombro izquierdo. Yo en el derecho.
Descalzo, volví a entrar en el comedor.
-Tú también tienes que dormir, ¿sabías?
-Sí, soy consciente de ello.
-No lo parece.
Dejó el boli encima de la mesa y me miró.
-Mira, Damen. Tú vete a dormir. Yo me quedaré estudiando, ¿de acuerdo? ¡Ya sé que eres un cabezota, pero limítate a seguir esa pauta!
-Y tú eres el doble de cabezota que yo –le cogí de la mano y la levanté de la silla-. Ven, vamos.
Intentaba arrastrarla mientras ella forcejeaba hacia el otro lado. Pero como yo soy más fuerte, se rindió.
Menuda testaruda.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Temporada 2: Capítulo 46 (E)

Habían pasado dos años desde que Damen se había convertido en el líder de los ángeles Dominios. Él y los demás vigilaban día y noche alternativamente. Los nefilim salían por el día, y los ángeles caídos por la noche. Por no hablar de los demonios, que esos salían de noche y de día. O eso era lo que me había contado Damen.
No sabía mucho del tema, pero en realidad era interesante.
Cada vez se unían más ángeles capacitados para estar bajo las órdenes de él, y así era mucho más fácil todo, aunque también podían morir en la lucha.
Bueno, y yo… Estaba en mi tercer año de la universidad. Era duro, pero estaba segurísima de que era lo que yo más deseaba. Y Damen me apoyaba.
Una tarde, me había quedado dormida mirando en la televisión la serie House, cuando sentí el ruido de unas llaves en el exterior y el abrir de una puerta. Pero estaba tan cansada que no me molesté en abrir los ojos.
Sentí unos pasos débiles que repiqueteaban en el parquet y venían hacia dónde estaba yo.
Luego una mano suave acariciarme la mejilla. Y el tacto suave de unos labios cálidos contra los míos.
Entonces sí que abrí los ojos despacio, y me encontré con la bella cara de Damen muy cerca de la mía, mirándome con ojos tiernos.
-Hola, mi cielo –me susurró.
Chasqueé la lengua y me di media vuelta, dándole la espalda y quedándome cara al respaldo del sofá. Pero sonreí.
Él se sentó en el reposabrazos al lado de mi cabeza, y miró la tele.
-Vaya, así que te quedaste dormida mirando las noticias, ¿eh? Sí, claro, es considerable. La muerte de un niño enterrado vivo en el jardín de su propia casa no merece tu atención, ¿no crees?
Puse los ojos en blanco, y cerré los ojos.
-Me dormí viendo House –repliqué con voz débil por el sueño.
-Ya, claro. Sí, bonita serie. En realidad ese hombre me recuerda a mí.
-Sí… él también es un cabrón como tú, amor.
Damen soltó una carcajada, se inclinó desde el reposabrazos hacia mí y empezó a hacerme cosquillas.
Me revolví intentando zafarme, pero al final me rendí y empecé a reírme.
-¡Ay, vale, vale, me rindo! –Intenté decir entre risas-. De verdad.
Le miré. Damen sonrió ampliamente, y me empezó a besar la frente, la nariz, las mejillas, la barbilla, y los labios.
Luego se levantó, y yo con él. Bostecé, me rasqué la cabeza y apagué la televisión, interrumpiendo algún que otro anuncio de coches. Damen se rió al verme.
-Parece que tuvieras resaca –me dijo.
Sacudí la cabeza, e intenté desenredarme el pelo con los dedos, pero me daban tirones. Damen seguía riéndose. Le ignoré, y recorrí una pequeña parte del enorme apartamento para ir al baño y me peiné con el cepillo. Al terminar, dejé mucho pelo enredado en las cerdas. Suspiré.
Damen apareció en el baño, y alzó las cejas.
-Un día te vas a quedar calva, cielo –y volvió a reírse.
Volví a poner los ojos en blanco, y le miré.
-¿Sabes? Creía que con la responsabilidad que cargas ahora habías madurado. Ya veo que no.
-Ay… mi pequeña e ingenua niña. ¿Nunca escuchaste eso de “los niños crecen y las niñas maduran”?
-Sí, supongo. Y sin duda tiene razón.
Damen se cruzó de brazos y asintió.
Le quería con todo mi corazón, pero a veces me sacaba de quicio.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Capítulo 45 (E) (Final)

Después de todo eso, Gabriel nos obligó a irnos de allí. Damen podía crear un portal dónde le diera la gana, así que nos fuimos por ahí. Llegamos a Saints, dónde todo estaba tranquilo. El edificio Celeste lo estaban reformando, y la gente estaba feliz y demás.
Damen suspiró.
-Echaré esto de menos –comentó, y me miró-. Pero lo cambio por algo que siempre he deseado tener.
-¿Lo qué?
-A ti –sonrió.
Yo le di un beso, y luego miré a Susan. Me acerqué a ella.
-Susan…
-Elisa, te echaré de menos.
Parpadeé sorprendida por su tono de voz y la rapidez con la que lo dijo.
-¿Cómo?
-Dejaré este rollo de ángeles y seres extraños. Antes creía que era divertido, ya ves –señaló su ropa gótica-. Pero después de esto… No… Quiero volver a tener mi vida normal. Ya sabes…
Suspiré, pero asentí. La abracé.
-Te echaré muchísimo de menos, Susan. Muchísimo.
-Y yo a ti –sollozamos juntas.
Luego nos separamos. Damen miró a Jonan.
-Jonan, acompáñala a su casa.
-¡Sí, señor! –contestó éste.
Damen puso los ojos en blanco, aunque sonriendo.
Jonan se la llevó al Portal de Celeste. Vi cómo se iban. Damen me abrazó por la cintura.
-Tenemos que irnos –me miró-. ¿Qué vas a hacer con tus padres?
Sacudí con la cabeza.
-Supongo que… no sé. Tendré que despedirme o… No lo sé.
-Hum. Bueno, ya veremos qué hacer. Bien, chicos –se volvió hacia los demás-, despedíos de todo esto. No lo veremos en un tiempo.
Suspiraron.
-Lo sabemos. Pero eso de ser especiales mola –comentó Andrew.
-Andrew… Bueno, da igual –Cecil suspiró.
-Venga, vamos.
Damen fue hacia el Portal, dónde ya estaba Jonan esperando, y entramos.
Después de toda esta historia, cada uno empezó a vivir en una casa propia. Descubrieron que eran capaces de crear materia de la nada, y por lo tanto vivían en mansiones. Yo me fui a vivir con Damen a la ciudad cuando terminé el instituto, y empecé a estudiar en la universidad. Tuve que decirles a mis padres que me iba de casa.
Se lo tomaron mal, pero Tommy me ayudó. A él tuve que explicárselo todo. Lo entendió.
Y, en general, nuestra vida sigue igual. Bastante bien, aunque ahora es más diferente que nunca. Y sabiendo que Devon sigue vivo en cualquier sitio queriendo acabar conmigo… me ponía los pelos de punta, pero no me dejaba intimidar. No sabiendo que Damen estaría a mi lado para siempre.


*Bueno, y hasta aquí la primera parte. La segunda tendrá más cosas. Se volverá un relato tipo "Urban Fantasy", habrá personajes nuevos y demás, y quizá se encuentren con otro de mis personajes... Pero en general la cosa no cambiará mucho ^^, ya sabéis, Damen seguirá siendo tan capullo como siempre ;D
¡Gracias a todas por vuestro apoyo! :D

domingo, 19 de septiembre de 2010

Capítulo 44 (D)---(E)

Los demás también me miraban con tristeza. Y se lanzaron hacia nosotros, abrazándonos.
-¡Que me ahogáis! –dije.
Se rieron débilmente, menos Elisa. Se apartaron de nosotros, y yo la abracé, apoyando mi frente en su pelo, cerrando los ojos. Gabriel me miró a conciencia.
-Hum… ¿Sabes? Quizá pueda hacer algo…
Todos miramos hacia él.
-Durante siglos hemos intentado capturar o cazar a demonios, incluyendo a ángeles caídos perversos o a los nefilim. Pero no somos lo suficientemente… No sé cómo explicaros.
-¿Qué quiere decir, señor…?
Gabriel no contestó. Se dio media vuelta y desapareció. Y después de unos momentos volvió con un cáliz de cristal y un cuchillo.
-Qué es esto –pregunté apretando más a Elisa contra mí. Temía algo, pero no sabía qué era.
Siguió sin decir nada. Entre Gabriel y yo brotó, del suelo de nubes, una especie de fuente, dónde, cuando terminó de crecer hasta quedar a la altura de mi pecho, colocó el cáliz. Cogió el cuchillo y se hizo una herida en la palma de la mano izquierda. La sangre, de color dorada para mi enorme sorpresa y las demás, cayó dentro del cáliz, volviéndolo de ese color. Me hizo una seña para que me acercara. Miré a Elisa, me separé de ella y me acerqué a la columna.
-Damen, tú serás el líder. Te encargarás de cuidarlos y ayudar a los que deseen incorporarse a vosotros.
-¿Tengo que hacer de niñera? Estupendo –puse los ojos en blanco.
-¡Damen! –Gritó Andrew-. ¡No seas estúpido! O es esto o convertirte en un ángel caído.
Me lamí los labios resecos, y asentí.
-Bébelo –me dijo Gabriel.
Cogí el cáliz y me lo acerqué a la boca, pero lo bajé, y miré a Elisa.
-¿Podré estar con ella? –le pregunté a Gabriel sin apartar la vista de ella.
-Sí, si no descuidas tus obligaciones, claro.
Elisa sonrió ampliamente.
-Pero vivirás eternamente.
Eso me frenó, y le miré.
-¿Y ella no?
-No. Ella es humana. Envejecerá como cualquiera.
Dejé la copa.
-Entonces no quiero.
-Si no bebes del cáliz, vivirás eternamente igual, pero condenado. Tú eliges.
-Para mí no existe mayor condena que vivir separado de ella. Y ya lo he vivido suficiente tiempo.
Gabriel la miró.
-¿Estás dispuesta a vivir toda la eternidad a su lado? –le preguntó.
Elisa asintió decidida.
Sinceramente pensé que iba a dudar, o vacilar. Pero lo dijo directamente. Y eso me gustó mucho. Gabriel asintió.
-Bien. Bebe tú también del cáliz – me miró-. Adelante, Damen.
Volví a coger el cáliz en mis manos, y bebí un poco de su contenido.

(E) Cuando Damen terminó de beber, hizo una mueca de desagrado.
-¿Pero qué lleva esto?
Gabriel me señaló con la cabeza.
-Ahora tú.
Damen me tendió el cáliz mientras sus alas se tornaban azules como el cielo. Luego bebí yo.
Me sentía rara, pero no me dolía nada. Sino… eso, rara.
Gabriel cogió la copa, pero Damen le tendió una mano. El arcángel le miró con una ceja alzada.
-¿Qué? ¿No me la puedo quedar?
-¿Para qué? –Gabriel estaba perplejo.
-Quiero saber cuánto me darían por ella en eBay…
Me reí, y me lancé hacia Damen. Le abracé con todas mis fuerzas, y él a mí.
Los demás aplaudieron, y les miramos.
-¿Qué? –dijo Jonan-. Es que esto nos emociona…
Nos reímos.
-¿Y cómo se recluta gente para esto? –preguntó Jack.
Damen le miró.
-¿Por qué quieres saberlo?
-¿Crees que voy a dejar que mi mejor amigo se lo pase en grande mientras yo estoy protegiendo a un puñado de humanos torpes? De eso nada –y sonrió.
Damen, sin dejar de abrazarme, alzó un brazo y lo pasó por los hombros de Jack.
-Fácil. Damen, haz lo mismo que acabo de hacer yo.
-¿Lo de sangrar en el cáliz y…?
-Sí.
-¿Y por qué no de la tuya?
-Sólo los líderes de los grupos de ángeles pueden tener sangre de arcángel en las venas.
-Hum.
Jack hizo una mueca.
-Mejor me lo pienso –Damen le miró con el ceño fruncido, y Jack rectificó-. Que es broma, hombre. Venga, va.
Damen cogió el cáliz y el cuchillo, se hizo la herida en la mano y la sangre cayó dentro. Se lo tendió a Jack.
-Bebe, bebe. Ya verás qué rico y nutritivo –dijo Damen sonriendo con burla.
Jack sacudió la cabeza, cogió el cáliz y bebió.
Los demás también se ofrecieron, excepto Susan, claro.
-Ya no sois ángeles normales. Sois ángeles Dominios. Ahora podéis hacer cosas que los demás no pueden. Ya las descubriréis. Pero debo deciros que podéis haceros visibles ante el ojo humano cuando deseéis, e invisibles por lo mismo.
Asintieron.
-Pero hombre, ya no me hacía falta ser más perfecto. Yo ya era mitad humano, mitad increíble –dijo Damen.
Gabriel ignoró su egocéntrico comentario y me miró.
-¿Entonces yo…?
-Tú eres humana con un poco de sangre de ángel en las venas. Eres como un nefilim, pero no tienes maldad. Por supuesto, te quedarás así para siempre.
Sonreí. Por fin Damen y yo podríamos estar juntos para siempre… si es que nada se interponía, claro.

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Bueno..., la, por así decirlo, primera temporada de Night of Angels está llegando a su fin, pero tranquilas, que la historia sigue. En el último capítulo (el siguiente) ya os explicaré lo necesario.
Y otra cosa, os pido un favor... Veréis, gracias a Lore (^^), pude conocer un blog que me enganchó su historia desde el prólogo. Y creo que deberíais saber de él. Os prometo que no os arrepentiréis ;D
http://destino-que-aguarda.blogspot.com/
Es de Elisabeth (¡qué casualidad! ;D), y por supuesto, os lo agradezco mucho ^^
De verdad que merece la pena leerlo *¬* A mí me tiene enganchadísima :3 ¡Gracias!
Ah, y como siempre, ¡vuestros comentarios me animan mucho, de verdad! :D

jueves, 16 de septiembre de 2010

Capítulo 43 (D)

Ambos nos sentamos en el suelo de nubes, y Elisa abrió la caja. Sacó alcohol, algodón y vendas. Me estremecí.
Me tendió una mano, y yo se la cogí sin pensar. Adoraba el tacto de su piel.
-Vamos allá –dijo.
Tragué saliva. Sabía que esto me iba a pasar factura.
Me cogió el brazo y puse el algodón en la primera herida. Siseé.
-Venga, tranquilo –me apremió.
-Bueno, si te vistieras de enfermera con sólo una mini falda y un top de esos, quizá lo llevara mejor –sonreí.
Alzó una ceja, y sacudió la cabeza.
Y otra vez el algodón, pero no retiré el brazo. Para distraerme, miraba divertido la concentración de su mirada. Y una sensación extraña en el estómago me hizo cosquillas. Me quedé medio embobado mirando sus ojos, que cada vez que te miraban, te daban unas ganas irresistibles de sonreír.
Cuando terminó con las demás heridas, me levanté, el botiquín desapareció y le ayudé a ella a levantarse.
-¿Y qué hacemos aquí?
-Tenía que esconderte.
Me sonrió.
-¿Tienes miedo de que me pase algo?
Me crucé de brazos y desvié la mirada. No pensaba admitirlo. Aunque esa no era la completa razón de que la hubiese traído aquí.
Me encogí de hombros. Le cogí la mano y ambos avanzamos por un camino que había sobre las nubes.
A lo lejos divisamos el edificio al que quería ir. Elisa iba a preguntarme qué era eso, pero yo negué con la cabeza.
Entramos dentro. Estaba hecho de un material blanco, pero desconocía qué era.
Recorrimos varios pasillos hasta llegar a unas puertas doradas y enormes, de cinco metros.
-Damen, ¿qué es esto? –me preguntó Elisa.
La miré con ojos tristes, y le besé la frente. Eso la desconcertó.
Abrí las puertas y entramos dentro. Se cerraron detrás de nosotros.
La sala era un lugar enorme, pero sin embargo no había nada. Sólo escuchamos una voz, a la que yo reconocía perfectamente:
-¿Qué deseáis? –preguntó.
-Vengo a por lo que debo –contesté.
-Oh, Damen, ya veo.
Apareció una luz resplandeciente delante de nosotros y luego, un ángel.
Hice una ligera reverencia, y le indiqué a Elisa con la mirada que también lo hiciera.
-Señor Gabriel… -dije.
Él era uno de los pocos ángeles que tenía las alas puramente blancas, como su ropa. Me miró, y luego a ella.
-¿Qué hace esta humana aquí? –preguntó.
-Necesitaba protegerla. Y este lugar es el mejor que conozco.
-Pero tú tienes una condena que cumplir, ¿no es así? –asentí a mi pesar. Elisa me miró horrorizada, e intervino.
-¡Un momento! Damen, ¿este es el lugar del que habló el juez en el que te iban a… a arrancar las alas?
Asentí. Elisa empezó a llorar, y me abrazó.
-¡No! ¡No pienso dejarte!
Suspiré con cansancio.
-No me hagas esto… ¡Me prometiste que no dejarías perderme otra vez! ¡Y… y ahora…!
-Lo siento… -murmuré.
De repente, las puertas doradas se abrieron. Por ella, para mi enorme sorpresa, aparecieron Jack, Cecil, Andrew, Jonan, Brad y Susan.
-¡Damen! –gritaron.
-Devon se ha escapado –dijo Jonan.
-¿Cómo que se ha escapado? –pregunté.
-Sí, desapareció –contestó Susan-. Le perseguimos, pero se largó.
Gabrel suspiró, y se cruzó de brazos.
-Seguramente era un demonio Mayor. Quizá uno de los peores. Pero ahora mismo no podréis hacer nada –me miró-. Damen… ya sabes.
Elisa me miró con los ojos dilatados por el miedo. Me abrazó.
-Por favor, Damen, por favor… -sollozó.
Empezó a llorar. Y aunque yo no soportaba verla así, sabía que huir sería peor. Mucho peor.

martes, 14 de septiembre de 2010

Capítulo 42 (E)

Ambos caímos. Pero lo que me desconcertó era que el suelo estaba mullido. Me levanté con cuidado, y miré a mi alrededor. Me quedé estupefacta.
Todo, absolutamente todo, eran nubes. Esponjosas y blancas. Lo más curioso, pero muy, muy curioso de todo, era que también había árboles y ríos. Era como si las nubes actuaran como si fueran la hierba del suelo.
Entonces recordé a Damen. Lo busqué con la mirada. Estaba detrás de mí con su forma humana, intentando incorporarse. Cuando lo consiguió, me horroricé. Estaba lleno de sangre, y la camisa blanca completamente rota.
Me acerqué a él, y me arrodillé a su lado. Le miré con ojos llorosos.
-¡Damen, estás sangrando mucho! –sollocé.
Él me miró con el ceño fruncido, y luego a sus heridas.
-No te preocupes por esto. Ya sabes que estoy acostumbrado.
Recordé cuando había descubierto en qué se transformaba y cómo sangraba.
Le abracé.
-Te voy a manchar –me dijo.
-¿Crees que eso me importa? –le repliqué separándome-. No seas ridículo.
-Elisa, no te preocupes. Porque sino me pones nervioso a mí.
Entonces le miré mejor. Detrás de él habían aparecido unas alas blancas tan esponjosas como las nubes que nos rodeaban. Se levantó, y las miró.
-Bueno, creí que no aparecerían, la verdad.
Empezó a desabrocharse la blusa, pero como era tan impaciente, se la arrancó. Le miré con la boca abierta.
-¿Pero qué haces? –dije con la voz un poco temblorosa.
-Da igual, ya estaba rasgada por las alas –la tiró al suelo, y sus alas se estiraron para luego volverlas a encoger.
Entonces me fijé en su pecho y abdomen. Los tenía llenos de heridas y algunas cicatrices. Y sangraba. Pero sin embargo me ruboricé igual.
Damen se examinaba el brazo izquierdo, dónde tenía la peor herida.
-Me estás mirando –repuso sin mirarme él a mí-. ¿Se puede saber por qué me estás mirando?
Sacudí la cabeza y carraspeé. Me sonrojé más.
-Na… nada. Hum –miré a mi alrededor-. ¿Esto… es el cielo?
Alzó la mirada y asintió.
-Si lo quieres llamar así, sí. Pero este lugar es casi inaccesible. Todavía no sé cómo conseguí hacernos entrar.
-Increíble.
El tatuaje negro en forma de cruz que tenía en el antebrazo izquierdo brillaba, aunque un poco de sangre lo tapaba mientras salpicaba el suelo. La nube de debajo se tornó roja.
-Damen, hay que curarte eso.
Él puso los ojos en blanco, y dejó caer los brazos a los costados.
-Cariño, eso dijiste la última vez que me viste sangrando, y entre tu hermano y tú acabasteis con mi salud y un poco de mi cordura. Así que no, gracias.
-Vamos, no fue para tanto… Además de que pensabas que…
Se acercó y me calló con un beso. Al separarnos, lo miré sorprendida.
-¿Y eso?
-Para que dejaras de hablar y porque me apetecía –se encogió de hombros-. No sabes lo relajante que es querer besar a alguien en ese momento y poder hacerlo.
Me reí. Lo sabía perfectamente. Ahora le besé yo.
-Sí, sí que lo sé.
Sonrió. Me cogió de las manos y las miró.
-Piensa en algo. Lo que más desees –me dijo.
-Pero eso ya lo tengo, justo delante de mí –repuse.
Se inclinó y me besó otra vez.
-Gracias, mi vida, pero ahora piensa en otra cosa.
Me vino a la cabeza un perro. Cerré los ojos, y de repente sentí unos ligeros empujoncitos en el pie. Abrí los ojos y bajé la mirada a mis Converse, dónde un cachorrito de la raza Shiba blanco me daba con la pata. Solté mis manos de Damen y me arrodillé. El cachorrito apoyó sus patas delanteras en mis piernas y me lamió la mejilla. Yo le acaricié la cabeza.
-¡Ay, qué cosita más bonita! –exclamé sonriendo.
-En el cielo puedes pedir cualquier cosa. Absolutamente lo que quieras. Y te dura tanto tiempo como desees.
Cogí al perrito en mis brazos y me levanté. Se lo tendí a Damen. Él retrocedió un poco.
-Vamos, sé que te gustan los perros.
-No creo que ahora sea el mejor momento para jugar con un perro.
Sus heridas todavía goteaban. Dejé al perro en el suelo, y desapareció. Miré a Damen otra vez. Se encogió de hombros.
-Te lo dije.
Entonces deseé un botiquín de primeros auxilios. Apareció en mis manos.
Damen apretó los labios.
-Ah, no. No.
Me acerqué a él, pero se cruzó de brazos, haciendo que los músculos se le tensaran y las heridas sangraran más por la presión.
-Damen… por favor… -susurré algo horrorizada por la hemorragia de los hematomas.
-No.
Empecé a llorar. Él dejó caer los brazos y resopló.
-Mierda –masculló-. Está bien, está bien.
Le sonreí. Sabía que no podía resistirse a las lágrimas de una chica.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Doble capítulo

*Hum... pongo dos capítulos de recompensa por haber tardado tanto en renovar... pero es que estuve muy ocupada. De todos modos, ahí los tenéis.
Por cierto, gracias por vuestro apoyo y sólo quiero que sepáis que tengo en cuenta todos y cada uno de vuestros comentarios ^^
Ahí van:

Capítulo 40 (D)

Era mía. Completamente mía. Por fin había vuelto, y esta vez no dejaría que nada ni nadie la apartara de mi lado.
Y saber que estuvo todo este tiempo conmigo… Increíble. Lo peor de todo es que le había hecho toda clase de burradas, como despertarla de forma molesta –dónde se incluyen la música demasiado alta o saltar encima de su cama- o insultarla o…
O hacer que descubriera cómo soy yo en realidad.
Salimos de la cocina y fuimos al salón. Estaban viendo la televisión. Al vernos aparecer, nos miraron.
-¿Qué tal ha ido? –preguntó Jonan.
Iba a responder con una respuesta sarcástica de las mías, pero miré a Elisa. Ella me sonrió y asintió, como si no le importara. Me relajé.
-Tú debes de saberlo bien, ¿no? Con todo lo que escuchasteis ya deberíais saber casi todo de nuestra vida. ¿Os ha gustado la función?
-Pues… -dijo Susan, pero Jack negó con la cabeza, para que se callara. Se calló.
Puse los ojos en blanco. Y de repente se escucharon unas llaves y que la puerta principal se abría. Adalia apareció por ella. Susan se levantó nerviosa.
La adivina, al vernos a todos en el salón, alzó las cejas, sorprendida.
-Bueno, ¿pero qué es todo esto? –preguntó.
-Abuela, es que teníamos que reunirnos… Y el mejor sitio es aquí.
Miró hacia mí y el brazo que tenía alrededor de la cintura de Elisa. Sonrió y se cruzó de brazos.
-Bueno… ¿pero qué tenemos aquí? Al parecer ya la has encontrado.
-¿Cómo? –preguntó Elisa asombrada.
-¿No lo recordáis? La primera vez que viniste, Elisabeth, te leí el futuro. La segunda vez que me visitaste, Damen vino contigo. Y a él le leí el horóscopo.
Empecé a recodar:

-Y en el amor... al parecer te enamorarás de una persona que volverás a ver, una que está confusa con su vida. La encontrarás pronto.
-Sí, claaaro. Mira, Adalia, mi único amor verdadero es mi persona. Hasta a veces incluso me rechazo a mí mismo sólo para mantener el interés.
-Parece que la modestia la dejaste en casa, ¿no? -dijo ella poniendo los ojos en blanco-. Ten cuidado con lo que dices, Damen, porque algo pasará en tu futuro que te volverá a cambiar.
-¿Volver a cambiar? -preguntó Elisa-. ¿Qué quiere decir con eso?
-Ya lo verás, querida.


Y bien que lo acabamos de ver. Apreté los labios.
-Veo por la cara de Damen que lo recuerda –comentó Adalia sonriente.
-Sí, perfectamente. Cómo olvidarlo. Pero lo que más me molesta es que tenías razón. Y eso que soy yo el que suele tenerla –sonreí.
-Bien. Contadme lo que os preocupa.
Le contamos todo sobre Devon y Elisa, y lo del pájaro incluso. Adalia escuchaba con atención. Al terminar, dijo:
-Está bien, vamos a hacer una cosa. Quiero que vayáis por parejas y vigiléis los alrededores. Si veis a algún ángel sospechoso o demás, venís aquí y me avisáis –dio una palmada-. ¡Vamos!
Todos asentimos. Empezaron a salir por la puerta, pero yo me quedé un momento. Elisa, en la puerta, se volvió hacia mí:
-Damen, ¿vienes?
-Sí, ahora voy.
Ella sonrió, asintió y se fue. Miré a Adalia.
-Elisa te ha cambiado por dentro y por fuera, ¿no crees? –dijo.
-¿Por qué dices eso?
-Ya no eres tan… egocéntrico, ni sarcástico. Y además se te ve más radiante. Como si hubieras cambiado.
-Quizá. Bueno… -carraspeé-. Gracias.
-¿Y esperas hasta ahora para decírmelo?
Bufé, y me crucé de brazos.
-¿Qué te creías, vieja loca? ¿Qué iba a disculparme delante de todos para ridiculizarme? Ni lo sueñes.
Adalia sonrió.
-Quizá no hayas cambiado tanto. Ahora ve con la niña de tus ojos.
Asentí y me fui.

Capítulo 41 (E)

Esperé por Damen, ya que iban a ir en parejas Jack y Susan, Brad y Andrew y Jonan y Cecil. Al poco rato apareció, y vino hacia mí.
-Perdona, Elisa, hablaba con…
-Puedes llamarme Kate, si te es más cómodo. Como antes.
Él sonrió, pero negó con la cabeza.
-Te llamaré Elisa.
-¿Por qué?
-Por dos cosas. Una, que me he acostumbrado a llamarte Elisa, y dos… Me he dado cuenta de que no hace falta que te llame por otro nombre para saber que soy especial para ti.
Me derrumbé.
-Te quiero –le dije.
-Lo sé, yo también me quiero –me respondió sonriendo.
Me reí. Y me besó.
-Yo también te quiero –me susurró después.
Sonreí, le cogí de la mano y ambos empezamos a andar. Mirábamos por todos lados con cuidado, ya que podían estar espiando o algo.
Cuando llegamos al parque, apareció.
El pájaro.
Lo curioso es que ningún adulto que estaba por allí con sus hijos lo veía, pero éstos sí. Empezaron todos a señalar el cielo. Los padres estaban desconcertados.
Damen me apretó la mano, y cuando el pájaro me vio, se lanzó en picado hacia aquí.
-¿Preparada? –me preguntó Damen.
-Pues… la verdad…
Pero empezamos a correr son que terminara de responder. Me arrastró por toda la ciudad intentando escapar del monstruo. Incluso cuando empezamos a cansarnos de correr, Damen empezó a hacer Portales por todos lados, e íbamos entrando y saliendo de ellos para confundir al pájaro. Hasta que por un tonto descuido, el monstruo me cogió por los brazos, elevándome hacia el aire. Estaba a punto de llevarme hasta un Portal creado por él, supongo.
Entonces algo me sorprendió.
Un dragón, al que conocía perfectamente, venía detrás de nosotros. Yo me preguntaba cómo lo había hecho, ya que sólo cambiaba algunas noches escasas. Me estaba resbalando poco a poco, y tuve que agárrame a la pata del pájaro para no caer.
El dragón se colocó a nuestro lado, con las alas doradas extendidas, e intentó alcanzarme, pero el pájaro hizo un movimiento raro que me mareó completamente, y al final llegamos al Portal. Entramos seguidos de Damen. Y por supuesto, en Saints.
Aparecimos en el cuarto del portal del edificio Celeste, pero como era lo bastante grande, no hubo problema para que el pájaro pudiera pasar. Siguió volando hasta salir del edificio, rompiendo una ventana, que me dejó una herida en la mejilla, pero no era eso lo que me preocupaba ahora mismo. Entonces el monstruo frenó, suspendido en el aire. Me asusté. Entonces miré atrás. Damen mordía con su hocico la cola plumada del pájaro, impidiéndole avanzar. Éste empezó a aletear con fuerza. Entonces escuché su voz:
“Elisa, suéltate. Confía en mí” –me dijo.
Yo vacilé un poco, pero al final le hice caso. Justo cuando me solté, Damen soltó al pájaro y descendió, hasta que de repente me vi sentada en su lomo blanco.
De verdad que a veces esto parecía un sueño. Tipo “La historia interminable”.
El pájaro nos siguió cuando se recuperó, y pinchó la pata derecha trasera del dragón. Luego la delantera, y luego el estómago. Damen lanzó un gruñido, pero no se quejó más. Empezó a sangrar, dejando caer gotas de sangre hacia el suelo.
-¡Damen, déjalo! ¡Te va a matar! –lloriqueé.
“Prefiero morirme yo antes que dejarte con él” –me replicó.
Agarré su pelaje con las dos manos y tiré un poco, intentando frenarle. No lo conseguí. Me entraron ganas de llorar.
El pájaro volvió a atacarle.
-¡¡Damen, por favor!!
“No.”
Dejamos Saints atrás para sobrevolar el bosque.
-¿No entiendes que no hay ningún sitio en el que pueda estar a salvo? ¡Por favor, no quiero que te pase nada!
No dijo nada. Hasta que se le ocurrió algo.
“Sí, sí que lo hay”
De repente dio media vuelta hacia la ciudad otra vez. El pájaro derrapó detrás de nosotros, cambió de dirección y nos volvió a seguir.
-¿Adónde vas?
“Hacia el Portal”
-¿Otra vez? ¿Se puede saber…?
“Ya lo verás”
Cuando llegamos al edificio Celeste, Damen descendió, traspasando el mismo agujero del cristal que rompió el pájaro, que estaba prácticamente pisándonos los talones, y antes de entrar en el portal, Damen me dijo:
“Elisa, no pienses en nada”
Lo intenté. Me costó, y justo cuando el monstruo iba a volver a atacarle, entramos.
Tenía mucha curiosidad por saber a qué lugar me había llevado.

martes, 7 de septiembre de 2010

Capítulo 39 (E)

*Hum, antes de nada, quería disculparme por la irregularidad del renovado de entradas... Ya sabéis, a veces que subo de un día para otro como puedo tardar cinco días o más en renovar... Así que lo siento, pero renuevo siempre que tengo tiempo. Era sólo eso ^^ Disfrutad de la entrada:


Ambos nos quedamos de pie.
-Escucha, Damen…
-No, no, déjame hablar a mí –suspiró-. Por qué. Por qué me dejaste.
-Nunca quise hacerlo. Créeme. Siempre quise estar contigo. Pero Devon, después de descubrirme en Saints, me dijo que tú ya no querías volver a verme. Yo le pregunté la razón. Él me dijo que tú no eres chico de una sola chica, sino de muchas, y que estabas mejor sin mí. Yo, tan ingenua como era entonces, me lo creí. Así que me obligó a irme. Entonces mis padres decidieron que nos mudásemos después de desaparecer dos semanas, asustados por si volvía a ocurrir. Yo no tuve más remedio que ir, y dejar mi vida atrás. Entonces ocurrió el famoso accidente “de coche”, y mi memoria se esfumó. O me la arrebató. Todavía no sé cómo… cómo pude olvidarte… No me lo explico. Pero… todo lo que me dijiste cuando no te recordaba, de que me echabas de menos, cuando repetías mi nombre en sueños, y yo estaba celosa creyendo que la persona a la que amabas completamente no era yo –sonreí débilmente, mirando al suelo. No me atrevía a mirarle a la cara.
Y sin querer empecé a llorar. Esta vez Damen no reaccionó como hacía siempre que me veía llorar, sino que se me quedó observando con los labios apretados.
Entonces se acercó a mí. Yo retrocedí hasta chocar contra la nevera. Él siguió avanzando hasta que estuvo a poquísimos centímetros. Entonces alzó las manos hacia mis mejillas, y me enjugó las lágrimas.
-De verdad que yo no… -intenté decir, pero dada la proximidad de su cuerpo y la forma de mirarme los labios, se me fue apagando la voz, un poco aturdida.
Se inclinó un poco y me susurró al oído:
-No sabes cuánto tiempo llevo esperando este momento.
Y apretó sus labios contra los míos, con suavidad.
Se separó, me miró a los ojos con ternura y volvió a besarme, pero esta vez apasionadamente, como si yo fuera el aire y él se estuviera ahogando. Incluso me costaba respirar. Rodeé su cuello con mis brazos, y él dejó resbalar sus manos hasta mi cintura, apretándome contra él con fuerza, como si temiera que yo no fuera real, o que me fuera.
Luego nos separamos, pero seguíamos abrazados. Alzó una mano y me acarició los labios hinchados con el dedo pulgar, con cuidado.
-Estás aquí de verdad…Te protegeré, Elisa. No pienso volver a perderte. Otra vez no.
Iba a besarme otra vez, pero frenó cuando nuestros labios se rozaron.
Sin motivo aparente me soltó, a regañadientes, y fue hacia la puerta. La abrió, y todos los demás cayeron al suelo. Me coloqué al lado de Damen, y le cogí un brazo entre mis manos. Él me miró con ternura, pero al mirarles a ellos su mirada cambió a enfado.
-¿Qué? ¿Disfrutasteis con la telenovela? ¿Os traigo palomitas y Coca-Cola, ya que estoy aquí?
-Hombre… -murmuró Susan, pero al ver la cara de Damen, se calló.
Se levantaron del suelo, sonrieron disculpándose y cerraron la puerta. Volvimos a quedarnos solos. Damen se giró hacia mí y me volvió a rodear la cintura.
-Bueno, ¿por dónde íbamos?
Me reí. Alcé las manos, cogí el cuello levantado de su blusa y lo iba a besar, pero la voz de Susan al otro lado de la puerta nos frenó:
-¿Sigue en pie lo de las palomitas y la Coca-Cola?
-¿Pero quieres callarte? –Susurró Cecil-. Van a volver a abrir la maldita puerta…
Damen se rió. Y yo con él. Juntó su frente con la mía y sonrió.
-Cómo has crecido –me cogió un mechón de mi pelo y jugó con él con los dedos-. Cada día estás más guapa.
-Creía que era eso lo que le decías a todas –contesté.
Sonreí. Pero él no lo hizo. Dejó el mechón de pelo y me acarició la mejilla.
-Si lo que te preocupa es que sea un poco mujeriego, entonces te diré la verdad. No lo hacía por gusto –alcé una ceja-. Bueno, un poco, pero sobre todo lo hacía… por intentar olvidarte… Y no lo conseguía. Sentía tu hueco vacío dentro, e intentaba llenarlo con chicas. Aunque el dolor me consumía por dentro igualmente. Pero ahora que eres mía, las demás no son nada.
-¿Y quién dice que sea tuya? –coqueteé, y él sonrió.
-Pues… la forma en que me miras, por ejemplo. Y no sabes cómo lo adoro. O cuando me sonríes. O incluso la forma en la que me insultas –se rió.
-Eh, yo sólo te devolvía los insultos, nada más.
Suspiró, me soltó y se dio la vuelta, dándome la espalda. Se cruzó de brazos.
-Estuve toda la vida ocultándote cómo era yo en realidad, y todo se vino abajo cuando perdiste la memoria y yo me comportaba como… Bueno, como siempre. Si hubiera sabido que eras tú mientras te hacía una broma de las mías, me hubiera dado algo…
Dejó de hablar cuando le abracé la cintura por detrás, apoyando la cabeza en su espalda.
-No te disculpes por ser cómo eres. Me gustas más así. Sólo quiero que te comportes como cuando creías que yo era Elisa, no Kate –susurré con los ojos cerrados.
Se volteó, sonrió y me besó otra vez.
Por fin volvíamos a estar juntos…

lunes, 6 de septiembre de 2010

Capítulo 38 (D)

Todos aterrizamos en el jardín trasero de la casa de Adalia, y entramos dentro. No había nadie, pero Susan tenía las llaves. Nos dirigimos al salón. Me crucé de brazos.
-Bien, vinimos aquí por una razón –señalé con la cabeza a Elisa.
Todos la miraron.
-¿Qué ocurre, Damen? –preguntó Jack.
-Ella…
-Soy Kate –dijo ella.
Todos se quedaron con la boca abierta. Cecil sonrió.
-¿Veis? Os lo dije. Sabía que era ella. ¡Eran iguales!
-Pero no puede ser… -Jonan la examinó. Elisa… o Kate, se sentía abochornada-. Es cierto que es el mismo físico ahora que me doy cuenta, sin duda, pero… el nombre…
-Mi nombre completo es Elisabeth Katherine. Damen me llamaba Kate, y así es como os dijo a los demás que me llamaba. Por eso no sabíais mi primer nombre, ni como me llamaban los demás.
-Increíble. Eres tú de verdad –Jack sonrió.
-Sí.
-Ahora que me doy cuenta… -empezó Andrew-. Siempre que tú estabas delante de Damen, él se comportaba como si fuera… yo que sé, educado. ¿Alguna vez lo habías visto como es en realidad?
En ese momento deseaba estrangularle.
-Si te digo la verdad, no, nunca. Además ahora me sorprende que cuando me conocía como Elisa, siempre me insultaba –se rió.
Se rió de verdad. Como la risa que yo adoraba, la que hacía que el estómago me hiciese débiles cosquillas. Como antes, con felicidad. En ese momento lo único que deseaba era sacar a todo el mundo del salón y estrecharla entre mis brazos mientras la besaba.
Pero tenía cosas más importantes que hacer.
-Si hubiera sabido que eras tú… Bueno, no te habría insultado. Ni siquiera me habría comportado como un idiota. Lo siento –dije.
-¿Ves? Haces que el mismísimo Damen, el rudo, egoísta, egocéntrico, y en general valiente Damen, se disculpe –dijo Jonan-. Eso sí que es un mérito.
-Cállate –le espeté.
Elisa sonrió. Me quedé embobado mirándola.
-Sí, es verdad –se levantó, y se puso a mi lado-. Y ahora que te conozco de verdad, sabré cómo tratarte.
Fruncí el ceño divertido.
-Tú y yo todavía tenemos que hablar a solas –carraspeé-. Bueno, que nos desviamos del tema. Devon quiere matarla.
-¡¿Por qué?! –preguntó Susan asustada.
-No lo sabemos. Sólo sabemos que fue él el causante de todo, y que ahora quiere acabar con ella.
-Increíble. Devon. Nuestro Devon –Jack estaba asombrado-. Nunca lo habría imaginado de él.
Como no sabíamos qué hacer al respecto, al final nos decidimos a quedar en casa de Susan. Adalia nos dejaría, estaba seguro.
Mientras los demás hablaban y demás, yo cogí a Elisa del brazo y la arrastré conmigo a la cocina. Cerré la puerta para que no nos escucharan. De todos modos eran tan cotillas que tendrían la oreja pegada a la puerta todo el tiempo.