Cuando entré por la puerta, vi primero a Damen, de pie en medio del despacho, y a Devon sentado en su sillón.
-Damen –dije casi sin aliento. Había subido ochenta y siete pisos por las escaleras corriendo, ya que el ascensor estaba estropeado-. Espera.
-¿Elisa? –preguntó sorprendido. Me miraba como… como sorprendido, pero no por lo obvio, si no por otra cosa…
Devon se levantó y aplaudió.
-¡Bravo, Elisa! ¡Increíble! En realidad me acabas de sorprender, pero sabía que lo harías.
Le miré ceñuda, lo mismo que Damen.
-¿Cómo? –preguntó éste.
-¿Quieres que seamos sinceros, Damen? Bien. Sabía perfectamente que Elisa vendría –me miró-. La verdad es que lo dudaba un poco, pero después de que recordaras sería imposible de que no vinieras corriendo a por tu chico.
Damen parpadeó al escuchar las últimas palabras de Devon.
-¿Tú lo sabías…? –pregunté anonadada.
-¿Qué te creías? Pues claro. Lo supe desde el principio.
-Esperad. Yo me perdí. ¿De qué estáis hablando? –Damen miró hacia mí, y alzó las cejas-. ¿Ya… has recordado tu pasado?
Asentí sin poder decir nada más. Me demoraba entre decírselo o no. Devon decidió por mí.
-¿Es que no tenías pensado decírselo, Elisa?
-¿Decirme el qué? –Damen me miró y luego a él.
-Adelante, Kate.
Dejé de respirar, y por la cara de Damen, no fui la única. Me miró despacio, sin responder. Se volvió tan pálido como su pelo, y me miraba de hito en hito.
-¿K… Kate? –balbuceó-. ¿Có… cómo… cómo que Kate?
Damen nunca balbuceaba o vacilaba. Él siempre era directo, pero esta vez parecía como si le hubiesen abofeteado. O que le iba a dar un ataque.
No. Parecía vulnerable. Y eso era grave, ya que él nunca en la vida dejaría que los demás creyesen que era débil.
-¿Cómo puedes ser tú? ¿Cómo no pude darme cuenta?
-Damen, escucha…
-Tú sabes… cuánto… ¿sabes cuánto he esperado este momento… y ahora que ha llegado, no sé qué decir ni qué hacer? –No dejaba de mirarme, asegurándose que lo que veían sus ojos era real-. Me dejaste. Después de todo lo que hice por ti, me abandonaste. ¡Sufrí por ti, y tú me lo pagaste así!
-¡No te dejé! Damen, ¡no sabía que te habían castigado, y ni siquiera sabía que querías… seguir conmigo! ¡No lo sabía!
-¡¿Cómo no ibas a saberlo?! ¡¡Lo eras todo para mí, todo, y lo que más me jode –me encogí ante la palabrota- es que después de todo lo que me has hecho, todavía lo eres!! ¡Eres… eres la única persona capaz de hacerme caer de rodillas, de hacer que me ruborice, de que me entre un escalofrío cuando pronuncias mi nombre, la única! ¡¿Cómo no iba a querer que siguieras a mi lado?! ¡¿Quién…?!
Después del medio shock que sufrí al escuchar todas esas palabras, miré a Devon con ojos entrecerrados. Damen siguió la dirección de mi mirada.
-Devon… Sabía que no eras de fiar –masculló.
-¿Y qué te esperabas?
-Pero si nos separaste tú –dije-, ¿por qué hiciste a Damen mi ángel? ¿Y cómo sabías lo de mis recuerdos? ¿Qué sabes tú de todo esto?
-Lo sé todo. Soy omnisciente en tu caso, Elisa. Fui yo quien provocó el accidente. Fui yo quién te dejó en coma dos años y fui yo quién te lo quitó todo, como tus recuerdos. E incluso lo intenté con los de Damen, pero no fui capaz completamente.
-¿Por qué? –preguntó Damen.
-Lo tuyo Damen, de verdad fue extraño. Nunca me había pasado lo que a ti. Intenté quitarte todos los recuerdos como a ella, pero sólo pude la mitad. Por eso no la reconociste desde el principio, ni tampoco su nombre completo. Pero sabías que existía, y todo en lo referente a ella –frunció el ceño, frustrado-. Supongo que tu mente se negaba profundamente a olvidarse de ella, y no eres el único –miró hacia mí-. Intenté borrarte de la memoria de toda la ciudad, pero me fue imposible, y como Damen, saben de tu existencia, pero no recuerdan cómo eres exactamente. Supongo que dejas huella en cualquiera. Lo único que quiero es acabar con tu vida, Elisa. Sólo debes de saber eso. Y estoy dispuesto a hacerlo ahora.
Damen avanzó hasta a mí, protegiéndome.
-Ni se te ocurra, Devon, o me las pagarás.
En su voz podía reflejarse toda la rabia contenida de todos estos años. Estaba segura que uno de los motivos por su enfado es que creía que le había abandonado.
Y yo que le había reprochado hacía dos meses que me había ido:
“-Emmm...bueno, en realidad sí que perdí a alguien, pero no como imaginas. Ya te he hablado de ella.
-Kate, ¿no? -asintió con pesar.
-Ojalá... si sólo me hubiera esforzado un poco más... ahora mismo podría tenerla a mi lado, abrazarla... -se dio cuenta de lo que decía, y carraspeó-. Bueno, no, quiero decir... -suspiró-. Quiero decir que ojalá no la hubiera perdido. Emmm... pero bueno, da igual.
-¿Te has... enamorado alguna otra vez de otra chica? -pregunté con voz dulce. No quería herirle.
-No -dijo mientras negaba con la cabeza-. Normalmente son ellas las que se enamoran de mí, pero yo... no soy capaz -chasqueó la lengua con rabia-. Ni siquiera sé porqué te estoy diciendo esto. No es de tu incumbencia, idiota.
Bufé.
-Pues vale. Dios, no me extraña que ella se fuera. ¡No te aguanta ni tu madre! -me acosté en la cama, y apagué la luz-. ¡Buenas noches!”
Y él no me había respondido. Cada vez que lo recordaba se me rompía el corazón en trocitos…
Qué equivocada estaba.
-Vamos, Damen, ella te dejó, dos veces, ¿y todavía quieres protegerla? No seas ridículo.
Damen apretó los dientes, pero no dijo nada. Entonces una sombra apareció en el cielo nublado, y se estrelló contra el cristal ya medio roto, rompiéndolo completamente.
Era una especie de pájaro, pero completamente negro. Me buscó con la mirada, y al encontrarme, abrió el pico y me amenazó.
Damen me cogió de la mano, un poco tembloroso, y salimos por la puerta hacia las escaleras. Mientras bajábamos corriendo, él cogió su móvil y llamó a Jack.
-¡Jack, ir todos a la sala del Portal, ya! –gritó.
Colgó y se lo guardó. Como la oficina era de cristal, podíamos ver como el pájaro bajaba como nosotros, pero afuera.
Al final llegamos a la planta -1º, la habitación del Portal. Para mi sorpresa, Jack, Jonan, Brad, Andrew, Cecil y Susan estaban ya allí, esperando.
Al vernos aparecer sin aliento por allí, se sorprendieron.
-¿Qué…? –dijo Andrew.
-¡Meteos en el Portal, corred! ¡A casa de Adalia!
Todos asintieron y nos fuimos metiendo. Podía oír el “rugido” del pájaro desde allí, pero luego me metí con los demás, en dirección a la casa.