Y por fin habíamos llegado.
Cuando se veía el castillo de Ralph a lo lejos, él me lo señaló.
-Mira, ya estamos –dijo sonriente.
Yo le abracé. Al llegar, los guardias que nos buscaban, al vernos, gritaron de alegría. Nos llevaron al castillo de Ralph, y sus padres nos recibieron también alegres. La madre incluso lloraba.
-¡¡Hijo mío!! –sollozó-. ¡Estáis bien! ¡Menos mal!
-Sí –respondió éste-. Pero tranquila…
Su padre intervino. Tom apareció detrás de él, con los ojos dilatados de la alegría. Ralph le revolvió el pelo cariñosamente.
-¿Entonces… seguís queriendo casaros? –preguntó el rey.
Ralph me miró interrogante. Me acerqué a él y le abracé.
-Yo estoy dispuesta –dije.
-Yo lo mismo –respondió él mientras me daba un beso en el pelo.
El rey dio una palmada.
-¡Perfecto! Y habéis aparecido justo en el momento adecuado.
-Claro –dijo Ralph pensativo-. Mañana es la boda.
-¡Sí! Venga, Raquel, te llevaremos con tus padres. Están muy preocupados por ti.
Yo asentí, y me llevaron en carruaje hasta mi casa. Al verme aparecer, mis padres se lanzaron a abrazarme.
-¡¡Ay, mi niña!! ¡Estás bien! –dijo mi madre.
-¡Creímos que te había pasado algo! –exclamó mi padre.
Sonrieron. Mi madre, después del abrazo, me miró preocupada:
-Pero… ¿no quieres casarte con el príncipe?
Sonreí.
-Mamá, no hay nada que desee más que casarme con él. He descubierto que… él también tiene corazón, aunque no lo demuestre a menudo.
Mis padres empezaron a saltar felices. Yo sonreí.
Por la noche, Silvia probaba con mi pelo varios peinados. Y mientras hablábamos:
-Silvia, nadie me lo había dicho, pero… ¿Recuerdas el niño del que te hablé la noche anterior en la que conocí a Ralph?
-Claro que sí.
-¡Pues es él!
-Lo sé.
La miré por el espejo.
-¿Cómo que… lo sabes?
-Cielo, llevo cuidándote desde que naciste. Te he visto crecer como he visto crecer también a Ralph. Sin duda tiene la misma cara de niño que siempre.
-¿Y por qué no me lo dijiste?
-Quería que lo descubrieras tú misma.
-Vaya, gracias mujer –suspiré-. De todos modos… Gracias por todo, Silvia.
Sonrió. Al final me dejó un moño como peinado para mañana. Luego se fue, y yo me acosté.
Hasta que a medianoche escuché ruidos en la ventana. La abrí, salí al balcón y me encontré con Edward.
Me horroricé.
-¡Raquel! –susurró.
-Ed… Edward, ¿qué… qué haces aquí?
¡Ya no me acordaba de él!
-¿Qué crees? ¡A liberarte! ¡No tendrás que casarte con ese bastardo si vienes conmigo!
A ver cómo le decía yo ahora a éste que en realidad sí quería casarme con Ralph.
-¿Cómo has llegado…?
-Os seguí. ¡Venga, baja!
Suspiré.
-No, Edward.
Me miró ceñudo.
-¿Qué?
-Edward… me voy a casar mañana con Ralph.
-¿Es que quieres pasar el resto de tu vida con él?
-Sí, eso es lo que quiero. Me… me he enamorado de él. ¡Lo siento! No pretendía…
Miró al suelo, y luego a mí, de hito en hito.
-Primero me roba a mi hermano, y luego a la mujer que amo –suspiró-. Está bien. No haré nada. Ni diré nada. Pero que sepas que estás cometiendo un grave error.
-No lo creo. Lo siento, Edward. Nunca imaginé que… que yo pudiera… Lo siento.
Asintió y se fue sin decir nada más. Estaba segura de que no lo volvería a ver más, y eso me creaba una gran agonía. Me hubiera gustado que pudiéramos ser amigos.
Después de esto, me volví a acostar y me dormí.
Por la mañana seguía pensando en ello, pero de todos modos lo olvidé.
Mi padre me despertó personalmente.
-¡Cariño, hoy es el día! -me dijo cuando me hube levantado de la cama-. ¡Hoy es la boda!
-Papá, ya me he dado cuenta.
Sonrió ampliamente, y yo me fui a desayunar.
Finalmente, subí a mi habitación con Silvia. Mientras me vestía y me peinaba, estuvimos hablando.
-¿Emocionada, señorita? -me preguntó.
Suspiré, pero asentí, sin poderlo evitar, con una sonrisa. El corazón me iba a mil.
-La verdad es que sí. Me alegro muchísimo de casarme con él, pero también estoy nerviosa. ¿Y si... y si es Ralph el que se echa atrás?
-Pero no diga eso, señorita. Ralph la quiere mucho. No sería capaz de hacer algo así.
-Eso espero, de verdad.
Después de dos o tres horas más o menos, ya estaba lista. La boda empezaba dentro de media hora, y mi corazón iba muchísimo más rápido que antes.
Silvia me acompañó a la carroza tirada por dos caballos. El conductor me saludó quitándose el sombrero. Yo le sonreí y subí.
Lo peor fue cuando llegamos a la iglesia. Pensé que iba a desmayarme de los nervios. El estómago me dolía horriblemente, así que respiré hondo para calmarme.
Las puertas estaban ya abiertas, con todo el mundo esperando, expectante. Bajé de la carroza con cuidado y con ayuda del conductor. Caminé hacia las puertas, y escuché algunos grititos y susurros que decían: "¡Aquí está la novia"
Mi padre vino a mi encuentro, me tendió su brazo y yo se lo cogí. Me sonrió y me dio un beso en la mejilla. Las pequeñas damas de honor caminaban detrás de nosotros.
-Cariño, estoy muy orgulloso de ti -murmuró.
-Gracias, padre -le sonreí.
Entonces, mientras avanzábamos, alcé la mirada al altar, y me encontré con los brillantes ojos de Ralph, que sonreía feliz y no me quitaba el ojo de encima, maravillado. No pude evitar ruborizarme y mirar al suelo, hasta que me encontré con la mirada de mi hermana, Jess, y su marido. Entonces supe que era afortunada de casarme con el hombre al que amaba.
Al llegar al altar, mi padre nos juntó las manos, y retrocedió a un lado.
-Estás preciosa... -susurró Ralph-. Bueno, no. Preciosa es poco comparado contigo.
Sonreí, y todos mis miedos se fueron de repente. Me hubiera gustado besarle ya mismo, pero tendría que esperar.
El sacerdote dijo el sermón antes de llegar a los sí quiero.
Y llegaron. Cuando le preguntó a Ralph, éste dijo "sí quiero" sin vacilar, sin embargo, cuando me preguntó a mí, yo miré por la iglesia hasta posarse en los ojos azules de Edward. Me impresioné de que estuviera allí, que pudiera soportar esto. Me miraba entre apenado y feliz, quizá por verme feliz a mí. Y entonces miré otra vez a Ralph, con cara de preocupado. Le sonreí, y asentí.
-Sí, quiero -dije finalmente.
Suspiró aliviado. Entonces nos tendieron los anillos. Yo se lo puse a Ralph, y él a mí, obviamente. Y por fin, el sacerdote dijo:
-Puedes besar a la novia -Ralph no se lo pensó dos veces, me rodeó la cintura con los brazos, y levantándome un poco del suelo, me besó.
Todos estallaron en gritos de júbilo y demás. Y aunque después de besarnos me moría de la vergüenza, sonreí. Pero no pude evitar enterrar el rostro en el pecho de Ralph, mientras éste me miraba con toda la ternura posible.
-Te quiero -me dijo Ralph y, si no me equivocaba, fue la primera vez que me lo dijo.
-Es... la primera vez que...
-Lo sé, pero quería esperar al final. Te quiero, te quiero, te quiero -me volvió a besar.
-Qué suerte tenerte a mi lado...
-Y yo de tenerte a ti... Quizá fue el destino volver a encontrarnos, quién sabe. Sólo sé que estoy en deuda con él.
*Bueno, y aquí termina la historia de Destino. Si a alguien le entra nostalgia o quiere volver a leer la historia o cualquier cosa, lo pondré aquí, en este blog, en formato PDF para quién quiera, que lo descargue, y para no estar buscándolo en los archivos ;)
La próxima entrada será la continuación de Night of Angels, y si alguien no recuerda dónde quedé, pues lo mira y listo xD
Bueno, y esto es todo. ¡Gracias por leerme! ^^