-¡Aaaaah! –gritó mi protegida.
Estaba a punto de caer por un barranco con el coche. Entonces la salvé. La volví a dejar en la carretera, mientras esperaba a que una persona la viera. Una familia la vio y llamaron a una ambulancia. Entonces creé un Portal y me fui. Llegué al edificio Celeste en poco tiempo, y después de guiñarle el ojo a la guardiana del Portal, me dirigí a casa. Al entrar, me topé con Jack. Tenía los brazos cruzados, el ceño fruncido y mi móvil en la mano.
Le saludé con la mano, y le sonreí.
-¡Hola! Vaya, sabía que era irresistible, pero tanto como para que un hombre espere por mí… Cada día me supero.
Jack respiró hondo.
-¿Sabes cuántas chicas te han llamado desde que estás fuera?
-No. ¿He superado mi récord?
-Con creces. Quince, Damen. ¡Quince en sólo dos días! ¿Pero en qué estás pensando?
-Bueno, ahora mismo pensaba en la secretaria de la oficina de Celeste. Pero si te refieres a antes, pues…
-¡¿Estás loco?! ¿No ves que esas chicas se han enamorado de ti?
-Tranquilo, ya sabes lo que dicen. ¿Por qué hacer feliz a una cuando puedes hacer felices a todas?
-Estás haciendo lo mismo que cuando Kate se fue, Damen. Pero esta vez con Elisa.
Apreté la mandíbula, y aparté la mirada.
-No seas ridículo. Ha pasado un año y medio desde que se fue. Y no me hacía falta superarlo, porque nunca tuve que hacerlo.
Subí a mi habitación. Todo esto era ridículo. Pero lo ignoré.
El problema fue por la noche. Era una de las noches en las que me transformaba en dragón. Así que antes de que dieran las doce en punto, salí de casa y esperé. Entonces cambié. Por suerte no había nadie por la calle, así que no había problema de si me descubrían. De todos modos, todos los ángeles sabían de mi castigo.
Entonces escuché. Siseos y ruidos. Cuando miré hacia el cielo, me horroricé.
Pequeños murciélagos como los que persiguieron a Elisa hace tiempo se dirigían hacia aquí, a Saints.
Más concretamente hacia mí. Cogí carrerilla y empecé a volar. Los murciélagos me siguieron por toda la ciudad, pero tuve descuidos. Cuando miré hacia atrás, no me seguían. Me extrañé. Volví a mirar hacia delante, y ahí estaban, así que me di media vuelta y me choqué contra un edificio. Empezaron a acorralarme, y volví a chocar contra otro; y así hasta que finalmente, sin poder frenar, me choqué contra el edificio Celeste.
Esto iba a ser grave.
Alejé a los murciélagos de allí y me deshice de ellos.
Cuando llegó el amanecer, volví a mi forma normal. Pero los ángeles estaban como locos. Veían los edificios destrozados por mi culpa, pero lo que de verdad les enfadó fue el destrozo de Celeste. Me acerqué allí, pero sólo porque era el único camino para llegar a casa.
Sin embargo, cuando pensé que me iba a librar gracias a la gente que había allí y me tapaba, alguien me cogió del brazo. Me volví, pero era un guardia. Le sonreí.
-Holaaaa… ¿Todo bien?
-Devon te busca. Y está muy cabreado contigo.
Chasqueé la lengua.
-Venga, que aquí todos somos amigos. Qué te parece si me sueltas…
Sacudió la cabeza y me arrastró hasta la puerta principal del edificio, dónde me esperaba Devon. Jack, Brad, Cecil, Jonan y Andrew se colocaron detrás de mí.
El guardia me soltó.
-Aquí está, señor.
-Damen… -tenía los puños apretados, y me miraba con fuego en los ojos.
-¿De qué te sorprendes? Además…
-¡Calla! ¡¿Eres consciente de lo que acabas de hacer?! ¡Mira todo este desastre!
-Lo sé, pero…
-¡De pero nada! Esto es más de lo que puedo aguantar. Sabes que siempre soy tolerante, pero esto es demasiado. Te voy a someter a juicio.
Todo el mundo lanzó un grito ahogado.
Una sensación de desasosiego me recorrió el cuerpo. ¿Un juicio?
Jonan intervino, colocándome una mano en el hombro.
-Devon, sus razones tendrá para haber hecho esto…
-No, Jonan, olvídalo. Se acabó. Lo siento Damen, pero esto fue la gota que colmó el vaso. Será dentro de dos días.