Antes de petar, vacilé. ¿Y si de verdad estaba enfadado? Quiero decir, que no quiere dirigirme la palabra, o que no quiera volver a verme…
Tragué saliva, y peté. Nada. Volví a petar. Ninguna respuesta. Me decidí a abrir la puerta con cuidado, sin hacer ruido, y cuando entré, la cerré. Luego me di la vuelta y me encontré con que Damen estaba… completamente dormido, con un libro abierto sobre el pecho, un brazo detrás de la cabeza y los tobillos cruzados. Su pelo plateado parecía brillar bañado con la luz de la luna y el reflejo del cristal de los edificios desde la ventana, creando sobre él un efecto mágico.
El corazón me empezó a latir desbocado, pero me mantuve firme. Me acerqué con cuidado a la cama, y me senté en el borde, a su lado.
-Damen… - hizo un pequeño gruñido-. Damen.
Le toqué una mejilla, y él, quizá por instinto, puso la mano libre encima de la mía, con suavidad. Me ruboricé, e intenté quitarla, pero mi cuerpo no reaccionaba.
-Kate… -murmuró con voz profunda.
Puse los ojos en blanco. Otra vez con Kate. Quité mi mano de su mejilla con fuerza, dejando caer la suya sobre la almohada, y se despertó de repente. Se incorporó, dejando caer el libro abierto a un lado de la cama, y con ojos entrecerrados, me miró:
-¿Kate…?
-Nooooooo… Siento decírtelo, pero soy Elisa. ¡Sorpresa!
Bufó y volvió a acostarse, frotándose la cara con las dos manos.
-Lárgate.
-No me voy a ir sin que hablemos.
Chasqueó la lengua, se sentó y se cruzó de brazos
-No hay nada de lo que hablar. Ya puedes irte.
-Damen…
-Eres estúpida y estás arrepentida. Hala, ya aclaramos todo. Venga, vete.
Suspiré, pero no me iba a dejar intimidar.
-¡Damen, escúchame! Lo siento, lo siento muchísimo, y sinceramente no sabía que te ibas a poner así por…
-¡¿Cómo no me iba a poner así, so burra?! ¡Es que tú no sabes nada de este mundo! A ti puede parecerte una maravilla, un sueño hecho realidad, pero para nosotros, los residentes, es una lucha constante como cualquier otro lugar. Y aquí también hay gente traicionera, aunque no lo creas.
-Está bien, entonces yo… perdóname.
-Perdonada. Ahora vete.
-No lo dices en serio. Sólo lo dices para que me vaya.
-Vaya, qué sagaz. Es increíble cómo funciona tu mente, ¿eh?
Apreté los labios.
-Oye, todos cometemos errores, y todos tenemos defectos. Tú tienes defectos, y siempre te los perdono.
-Eso es mentira. Porque mi único defecto es que soy perfecto.
-La perfección no existe, Damen.
-Quién se inventó esa frase no me conocía.
Suspiré.
-Damen, mañana voy a ir a por mi familia, y si por un casual me ocurriera algo, me gustaría que me perdonaras ahora.
Frunció el ceño, y miró hacia otro lado. Lancé un suspiro cansado y me levanté.
-Está bien, como quieras. Visto lo visto no me vas a ayudar con mi memoria, ¿eh?
-Que te ayude tu padre.
Puse los ojos en blanco y me dirigí hacia la puerta.
-Está bien, como quieras. Hasta… bueno, hasta cuando sea.
Y salí de allí, pero estaba completamente segura de que había visto preocupación en sus ojos cuando me levanté. Aunque claro, era Damen, y con él nunca se sabe.